Participantes: Luis, Jerónimo, Rafa, Paco Ponferrada, Manuel de Rincón, Enrique, Miguel, Victoria, Antonio Usieto y Jesús
Distancia recorrida: 8,5 km
Desnivel acumulado: 670 m
Dentro del programa que Manuel lleva con la Asociación contra el Cáncer de Málaga para visitar las 8 cumbres más altas de Málaga está el Chamizo. Manuel trata de empaparse bien de las rutas previamente para luego llevar al grupo del Cáncer de forma segura.
El Chamizo es una cumbre dificultosa por la empinadísima subida y por lo descarnado de la roca en la cresta. Hace dos semanas vinimos a visitarlo. El día estaba lluvioso y no pudimos acceder a él porque con lluvia es muy resbaladizo y peligroso. Para subir a él hacen falta unas condiciones meteorológicas perfectas: sin lluvia, niebla o viento, como las que hoy hemos tenido.
Poco más de las 8 aparcamos en el Hondonero y entre 8,15 y 8,30 estábamos ya en la pista caminando entre los hermosos olivares saucedeños hacia los observatorios de aves. Hay dos lugares habilitados para observar aves. Debajo de los miradores suele haber agua y allí se concentran los pájaros. Como hasta ahora no ha llovido, no hay agua en las charcas ni pájaros que se acerquen a ellas.
El camino que llevamos es la etapa de la Gran Senda de Málaga entre Alfarnate y Villanueva del Rosario. Desde el segundo observatorio, donde se termina la pista, sigue un carrilito por la antigua vereda del Camino de Alfarnate. Hemos aprovechado el carrilito hasta que toma orientación noreste hacia el puerto del Jobo. Allí lo hemos dejado para ir al este a enfrentar la empinadísima subida por el valle de la cara norte del Chamizo.
La sendita es casi inexistente. No sabe uno si trepa por una sendilla o un arroyadero de las aguas. Muy despacio, agarrándonos al lastón y esparto, hemos ido remontado la pendiente. En las paraditas llaman la atención los caos de rocas a la izquierda del ascenso. Quizá provengan de desprendimientos producidos por el terremoto de 1884, especialmente virulento por estos lares.
Resoplando por el esfuerzo alcanzamos los verticales paredones de la parte alta de la sierra. Allí giramos al suroeste, por un vallecito, hacia el vértice geodésico del Chamizo visible desde nuestra atalaya.
Hemos tenido la grata sorpresa de que la ruta está mojonada en parte. Paco la ha seguido y los demás detrás, excepto Jerónimo, que ha ido a su aire, por donde le ha parecido, esperándonos en lo alto del Chamizo.
Hasta que no se corona el Chamizo se camina teniendo delante un paredón de caliza blanca, sin otras vistas que las dejadas atrás, por eso la llegada al Chamizo es tan espectacular, especialmente en un día como hoy, con temperatura excelente, sin viento, con un cielo límpido. La panorámica desde arriba es total, especialmente llamativa a sur y norte, porque a este y oeste lo que hay son rocas y más rocas. Los olivares, los pueblos, los cortijos, las sierras circundantes, todo a vista de pájaro. Para disfrutar un rato más de las vistas hemos hecho el Ángelus al pie del vértice. Descanso, charla, algunos frutos secos y dátiles para reponer fuerzas y sobre todo un rato de relajo después del esfuerzo de la subida y la tensión que nos aguardaba en el descenso.
La grata sorpresa en el descenso han sido los continuos hitos de piedras indicando el camino. Hasta ahora no había señal alguna lo que obligaba a explorar resquicios diversos entre las rocas buscando el paso menos malo. Aquí pasos buenos no hay. En esa exploración se echaba tiempo y esfuerzo, siempre con la duda de ir por el camino correcto. Hoy, siguiendo los hitos, hemos hecho la mejor bajada que recordamos. Bien entendido que no es un camino de rosas, que hay que destrepar con manos y pies en diversas ocasiones, que hay que vigilar constantemente donde pones los pies, y que hay que ir con los cinco sentidos puestos en el descenso. Si se quiere admirar el panorama se ha de parar.
Hemos descendido hasta el colladillo entre las dos dolinas del sur del Chamizo para ir luego hacia la dolina grande, al oeste. Esta gran dolina, completamente llana, está gran parte del año cubierta de fina hierba verde, y en primavera con multitud de flores. En este final de verano, tan seco, estaba todo él con la hierba y los cardos secos, la tierra reseca y cuarteada, sólo algún majuelo tenía hojuelas verdes.
De la dolina hemos salido al noroeste, camino del Hondonero. Nunca habíamos hecho este camino porque nuestra ruta habitual suele ser ir del Chamizo a la Cruz antes de descender. El camino de hoy baja por una garganta estrechita, con hierba verde y humedad, con algunos quejigos y arces. Muy bonita y agradable, con el tajo de la Madera y Villanueva al fondo.
Por una gran senda hemos llegado a las Pilas del Llano del Señorito, con su pozo y fuente con agua. Qué despiste no tendríamos hace dos semanas para llegar hasta aquí y no ver senda tan hermosa y bien marcada. Se nos ha quedado cara de tontos.
Del Llano del Señorito hemos continuado bajando por unos preciosos tajos hasta el frondoso pinar del final. Pinar y vegetación exuberante contrastando con las peladas crestas del Chamizo.
En los coches Luis ha impartido una de sus lecciones. Hoy sobre primeros auxilios en caso de atragantamientos.
Habiendo aprendido una cosa más hemos puesto rumbo a la venta justo a la entrada de Villanueva. Vasos grandes de fresca cerveza para todos, con tapas de tortilla, aceitunas y guiso de ternera con patatas fritas. Cada día nos gusta más este final de las caminatas.
Enrique ha tenido la gentileza de invitarnos por su cumpleaños. No había dicho nada en todo el día, así que ha habido sorpresa generalizada. FELICIDADES, ENRIQUE.
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