jueves, 27 de junio de 2019

Comida y cerezas en la Hortichuela (Güejar-Sierra)

No me caben más en las manos
 
Rojas
 
El cocinero y sus pinches
 
Los mocos del castaño
 
Dornajo
 
Balsas de vida en el seco verano

miércoles, 26 de junio de 2019

29 de junio: Río Higuerón

Desayuno en Nerja a las ocho. Plaza de la Axarquía: ocho menos veinte.
La intención es terminar sobre las 5 para poder asistir a la presentación del libro de Lola V.

martes, 25 de junio de 2019

Presentación libro de Lola Valle: "Mis crónicas de montaña"

Dentro de las actividades de la SAC, tuvo lugar la presentación del libro “Mis crónicas de montaña” de Lola Valle, en el Aula Magna del palacio de Beniel en Vélez-Málaga.
Lola nos cuenta en su libro las sensaciones, los sentimientos, que los recorridos por la montaña le han inspirado. No es pues un libro de rutas al uso. Que nadie pretenda sacar de estos relatos indicaciones para seguir las veredas andadas, descripciones detalladas que guíen los pasos físicos del caminante para evitar pérdidas. Los lugares por donde se transita no tienen importancia aquí, salvo cuando unas flores, un roquedo, un añoso árbol, sintoniza o sugiere sensaciones a la autora: “Miro a mi derecha y me habla un ramo de lirios agazapados entre las piedras”, “Lloro porque me encuentro endeble y he llegado hasta este lugar donde no encuentro más que piedras silentes”. Los ha llamado Crónicas de la montaña porque ha sido en la montaña, en esos precisos recorridos con los que las titula, donde ha tenido esas vivencias, esas experiencias, esas sensaciones. La montaña le une a la Naturaleza y en ella encuentra sentido, orientación para su vida diaria. Pero si esos mismos sentimientos hubiesen surgido en paseos por la playa estaríamos ante unas Crónicas del mar.
A Lola la montaña le habla directamente a su corazón, a su alma. Lola se abre a ella, le cuenta sus sentimientos, sus estados de ánimo; y los umbrosos bosques, los pedregosos lapiaces, las empinadas cuestas, los verdes prados, los cantarines arroyos…, atravesados en la caminata le van transmitiendo esa paz, esa protección, ese sosiego, ese consuelo que busca y necesita.
En estas Crónicas nos enseña a mirar la montaña como ella lo hace, con los ojos del corazón. A trascender de los rasgos físicos que la montaña muestra en un determinado sendero para permitir que ese entorno module el estado de ánimo del caminante, penetre dentro de él y vaya produciendo sensaciones, generalmente placenteras, de paz, sosiego, calma, equilibrio, que nos ayudarán a afrontar el ajetreo de la vida diaria.
Muchas gracias, Lola, por enseñarnos esa particular relación que tienes con la montaña.
 





 



domingo, 23 de junio de 2019

MIERCOLES 26 DE JUNIO: SOPORTÚJAR - ACEQUIA DEL ALMIAR

Participantes: Nori, Luis, Enrique, Victoria, Manolo, Lucía, Antonio de Fornes, Antonio Muñoz, Antonio Usieto, Paco, Pepe y Jesús
Distancia recorrida: 18,7 km
Desnivel acumulado: 930 m

Una calurosa bienvenida a Nori. Hacía mucho tiempo que no caminaba con los jubilados. También hay que dar bienvenidas a Luis y a Victoria que últimamente los vemos poco.

Desayuno en el Puerta Nazarí de Órgiva. Excelentes tostadas con aceite, jamón y queso, cafés e infusiones con repetición. 3€ por cabeza. Hay que pedir medias tostadas.

Con este grupo de categoría, comando por Antonio Muñoz, nos pusimos en marcha desde la zona de fuentes y área recreativa en la carretera de Soportújar, poco antes de Barranco Frío.
Soportújar ha cambiado su fisonomía con el proyecto Embrujo. De siempre se ha llamado a los soportujeros brujos y brujas. El proyecto ha tratado de aprovechar esa fama para poner en valor lugares, tradiciones, y celebrar anualmente la feria del embrujo que culmina con la noche de las brujas.
Pasamos por detrás de la iglesia y subimos hacia la acequia de la Vega. El empinado repecho de la subida, antes terrizo, está hormigonado y bien conservado. En la acequia, descansito para recuperar el resuello y admirar las vistas hacia el valle.
La acequia también ha sido acondicionada para el paseo en un buen trecho. Aquí caminamos a la sombra muchísimo más tranquilos, olvidando el empinado tramo inicial. Antonio Muñoz dejó que el personal que no conocía el recorrido pasara delante para que se sorprendiera con el hermoso espectáculo del Dique 24 y el Rio Chico cayendo. Venía poco agua y el personal pasó como si nada por ese magnífico y emblemático dique. Poco más arriba paramos y Antonio explicó la historia del dique y sus características constructivas.
Caminamos a la sombra de cipreses, robinias y pinos de repoblación por el zigzagueante carril que sube a la pista primero y al vivero de Montechico después.
Otra vez Antonio nos ilustró sobre el vivero y sus vicisitudes, incluida la colección de castaños autóctonos, hoy perdida.
Las enormes, recias, encinas ayudan a remontar el repecho desde el vivero. Luego la senda, aunque sigue subiendo, va mucho más suave por ese magnífico encinar que tapiza la ladera izquierda del Río Chico. Aprovechando la sombra del bosque paramos al Ángelus con frutos secos, dátiles, pasas, chocolate, pastas y ese té de la sierra tan aromático que Fini prepara y Antonio trae. Unos caramelitos griegos de Luis y Nori… y al camino.
Alcanzamos la pista a Puente Palo y por el ramal a Capileira subimos a la acequia del Almiar. Llevaba menos agua que en otras ocasiones, aunque la suficiente para que su frescura y rumor alegraran el caminar a su vera, bajo esas encinas y robles que tamizan y protegen del sol. El tramo de la acequia es tan agradable que por él sólo merece la pena subir.
Terminada la acequia nos reagrupamos a la sombra de unos pinos en la loma de la Matanza que Antonio volvió a poner en contexto. El vértice de la Atalaya estaba allí al lado, a 200 m, pero el personal empezó a remolonear pensando en la comida y en unos robles cercanos se plantaron algunos dando el ultimátum de “a comer aquí o aquí” con el argumento de que después tendríamos peor sombra.
Con el grupo tan grande de hoy Usieto tuvo que bregar lo suyo para imponer orden y que las viandas saliesen según su secuencia lógica. Así aparecieron los aperitivos de tomatitos, boquerones y chacinas para empapar las escasas pero frías cervezas. El gazpacho de Paco también contribuyó a quitar la sed de los primeros momentos. Después pasamos a los primeros con ensaladas varias y sin solución de continuidad a pescados y carnes. Mucha comida. Siempre traemos más de lo que necesitamos, de modo que casi no nos queda apetito para los quesos, chocolate y bombones. Vinos de Calatayud, Cuenca, Toro y Bierzo, buenos, algunos incluso fresquitos, tés y orujos. Con esa opípara comida no había quien se levantase, más bien nos tumbamos un ratito sin ganas de cargar con las mochilas.
Al fin arrancamos para contemplar la preciosa panorámica del valle del Poqueira desde el vértice de La Atalaya. Al decir de Manolo, nuestro experto en vértices, el único vértice que él conoce al que se accede bajando.
Del vértice al estanque del centro budista hay unas arboledas con deliciosa sombra que podían muy bien habernos cobijado en la comida, pero ya estaba hecha. El estanque alberga una Tara grande, voluptuosa, nada que ver con los tétricos cuadros y esculturas de nuestras iglesias. En el templete de la última Tara nos sentamos un ratito para absorber la última sombra.
La solanera en la sendita a la pista y después en la misma pista es justiciera. Y eso que la hicimos descendiendo. Por eso se coge tan a gusto la arboleda del vivero de la Sombra en la casa forestal de Soportújar.
Por el empinadísimo camino de herradura de Soportújar a la Sierra bajamos. Tiene de vez en cuando alguna sombra, pero incapaz de mitigar la solanera de la tarde. Por ello cogimos tan a deseo la fuente del Vino o del Chorro a la entrada de Soportújar. ¡Con qué gusto remojamos cabezas y gaznates!
Y cundo las cosas viene de cara, pues hay que aprovecharlas. Estando en la fuente pasó el muchacho del bar y debió figurarse nuestras ganas de refrescos. “Voy a dar una vuelta a mi madre y enseguida vuelvo al bar” nos dijo. Le esperamos, nos aposentamos en la sombra de la calle y sacó cervezas y refrescos que nos supieron a gloria, además de unas tapas enormes de queso que quedaron allí porque estábamos sedientos, no hambrientos.
En la bajada el grupo se había dividido. Enrique y los Antonios de Fornes y Muñoz iban por delante. Los llamamos para que vinieran a la cervecita fresca. Enrique y el de Fornes vinieron; Muñoz no es amigo de bares y marchó para Granada.
Celebramos con esos refrescos la graduación de Luis. El único jubilado que conocemos que ha sido capaz de sacar una carrera universitaria después de jubilarse. Y con nota. Muchas gracias Luis por tu invitación.

Día ya caluroso que soportamos gracias a la sombra del bosque de la ladera izquierda del Río Chico, al robledal de la acequia del Almiar, a nuestra fortaleza y ánimo, y a las cervecitas finales.

POR LAS CALLES DE SOPORTÚJAR
ÓRGIVA DESDE SOPORTÚJAR
SUBIENDO LAS PENDIENTES DE SOPORTÚJAR
POR LA ACEQUIA DE LA VEGA
EL DIQUE 24
EL GRUPO ATENTO A LAS INFORMACIONES DE ANTONIO

SUBIENDO POR LA ZONA DEL VIVERO
SUBIDA EN ZIGZAG
POR LA ACEQUIA DEL ALMIAR


LOS ENORMES ROBLES QUE DAN SOMBRA A LA ACEQUIA


LA ALBERCA




CABRAS BIEN ALIMENTADAS
MARÍA VICTORIA TRANSPORTANDO PIEDRAS PARA ASIENTOS
LOS VINOS
LA RUEDA DEL RESTAURANTE
LLEGANDO A LA ATALAYA DE SOPORTUJAR
EL VÉRTICE GEODÉSICO DE LA ATALAYA
PAMPANEIRA, BUBIÓN Y CAPILEIRA DESDE LA ATALAYA

CASETA DEL VIGILANTE DE INCENDIOS
CONTEMPLANDO EL PAISAJE
TARA VERDE


REFRESCANDOSE CON AGUA EN LA FUENTE DEL VINO
EL DESCANSO DEL CAMINANTE

CON LA BRUJA DE SOPORTUJAR

CERVECITA FINAL
FUENTE DE LAS BRUJAS DE SOPORTÚJAR