Participantes: Luis, Paco Ponferrada, Rafa, Manuel de Rincón, Enrique, Miguel, Victoria, Lili, Paco Hernando, Antonio Usieto y Jesús.
Distancia recorrida: 9 km
Desnivel acumulado: 550 m
A las 8,20, puntuales como relojes, aparcábamos en el restaurante El Cerezo a la entrada de Villanueva del Rosario. Los saludos de rigor, lejanos en este tiempo de Covid, reorganización de los coches y salida al Hondonero.
En el aparcamiento del Hondonero siempre hay autocaravanas y furgonetas aparcadas, después raramente vemos a alguien. No sabemos si van a escalar, a las vías ferratas o a ver pájaros; caminando no hemos visto a nadie.
Tercer día de Hondonero. No creo que en esta temporada haya tenido clientes más fieles. Salimos por el carril del Llano del Hondonero con el sol alumbrando el icónico Tajo de la Madera, en una mañana luminosa, sin viento, con una temperatura fresquita, ideal para caminar.
En el Llano del Hondonero nos hemos acercado a saludar al pozo, con el agua allí cerca, a menos de 3 m, y luego hemos subido hasta el corral de ganado protegido por el tajo al sur. Corral en otro tiempo muy activo, hace ya tiempo que se abandonó. Casi no queda ganado por esta zona del Hondonero: algunas vacas y poco más.
Del corral hemos subido al puertecillo al oeste y en el mismo puerto, a la izquierda, hay una puerta en la valla para dar entrada a la senda hacia toda la montaña del sur presidida por La Cruz, nuestro objetivo, perfectamente visible.
Con el objetivo tan a la vista nos parecía que la ruta estaba chupada. Y en verdad estaba cercana La Cruz. Pero el camino hay que hacerlo. Y este de Camarolos con sus pedregales y lapiaces, siempre es problemático. Con relajo hemos ascendido entre los arces de Montpelier y los majuelos, siguiendo las sendillas de las ovejas y caminantes, siempre en dirección a La Cruz, intentando ir por los valles, por donde más tierra y hierba hay. Unos buenos rebaños de cabra silvestre nos han saludado en varias ocasiones, con un par de machos de cuerna discreta.
El último vallecillo nos ha llevado a la cresta, a dar vistas ya al Guadalmedina, y por un lateral, a la derecha, hemos ascendido al Llano de los Majuelos. De aquí sólo queda ascender por el vallecillo de la izquierda, apurándolo casi hasta arriba, y luego lidiar con el lapiaz que rodea el vértice geodésico de La Cruz.
En el vértice fotos sin cuento antes del Ángelus. Ángelus largo, tranquilo, de charla. La verdad es que la mañana, tan en calma, tan luminosa, tan serena, invitaba a demorarse allá arriba disfrutando de las hermosas panorámicas.
Como había tiempo nos hemos acercado a la cumbre del norte (1444 m), tan alta como la del sur (1445 m), con unas preciosas vistas sobre las llanuras de las Villanuevas del Rosario y Trabuco, cubiertas de olivares.
Descenso al nacimiento del Guadalmedina y visita al impresionante pozo de la nieve debajo de La Cruz. El pozo más grande que conocemos, conservando aún una gran parte de la estructura original. Merece una restauración y que quede ahí como muestra de lo que eran estas construcciones. También como indicador de que a principios del siglo pasado nevaba con frecuencia en Camarolos, no como ahora que es muy raro el año que lo hace.
Hemos continuado al este, por la ladera izquierda del Guadalmedina, disfrutando de los tajos y peñascales de la izquierda, ornados de quejigos, encinas y arces. Se han de pasar tres vallas, dos de ellas con escaleras para cruzarlas (poco a poco nos vamos poniendo a nivel europeo), hasta llegar al valle donde comienza el Torcal, viejo conocido porque por él salimos en la primera visita a Camarolos.
El valle baja descendiendo como en escaleras: una dolina más o menos grande, un empinado descenso por el lapiaz, otra dolina… hasta llegar al Llano del Hondonero.
Por evitar parte del carril hemos bajado por la senda que sale frente al pozo, entre quejigos, encinas, arces y pinos, para desembocar en el carril y del carril a los coches.
Parada obligatoria en el restaurante El Cerezo, en la terraza, en dos mesas grandes, nosotros solos. Cervezas más grandes o más chicas, con o sin alcohol, y un par de trocitos de panceta para cada uno a modo de tapa. Una tapa consistente, de pueblo.
Para terminar bien el día Paco Hernando ha tenido el detalle de invitarnos a la cervecita. ¡¡¡MUCHAS GRACIAS, PACO!!!
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