Participantes: 12 | Antonio M., Fini, Pilar, Jesús R., Luis, Paco R., Manuel D., Mª José, Jesús C., Paco Z., Mª Victoria y Jerónimo |
Distancia recorrida: | 17,7 kilómetros |
Desnivel de subida acumulado: | 620 metros |
Altura mínima: (1.080 m – Proximidades de Nívar) | Altura máxima: (1.427 m – Pto. entre las Sierras Yedra e Higuerilla) |
Tipo de recorrido: | Circular |
Tipo de camino: | Veredas y carriles |
Desayuno en bar Lozano de Alfacar. Medias tostadas con pan de Alfacar, poco cocido, contundente, a menos de 2,5€. En la panadería Jacinto, al lado del aparcamiento, se pueden comprar tortas de chicharrones y dulces.
Bienvenidas al redil Victoria y María José, ambas sin salir a caminar desde hace tiempo.
Partimos de la urbanización
Alfaguara, en la carreta de Alfacar a Nívar, muy cera de Nívar, para realizar
esta caminata, novedosa para todos excepto para nuestros guías Antonio y Fini.
De la carretera parte la senda en
dirección norte entre las flores del tomillo, abejera amarilla y herraduras,
por la base oeste de la sierra de la Hiedra. Es una senda de herradura hecha
para la repoblación forestal que va ascendiendo muy suavemente, con un piso
terroso, casi sin piedras, excelente, y nos va ofreciendo panorámicas a vista
de pájaro, primero de Nívar y su entorno, y luego de Cogollos Vega, ambas
rodeadas de olivares. Como telón de fondo las sierras de Elvira y Parapanda con
la manchita blanca de Moclín a media ladera.
La senda se mete en la ladera
noroeste de la sierra de la Hiedra, sobre el río Bermejo, con los tajos del
Sismógrafo, Campana y Covacha en la ladera de Cogollos al enorme peñón de la
Mata, cuya cúspide rocosa preside todo el valle.
Vamos al noreste por bosque de
pino carrasco de repoblación, por la suave sendita, amparados además de por el
pinar por la sombra de la sierra de la Hiedra, pasando los barranquillos que de
ella bajan al río Bermejo, hasta que en un giro de noreste a casi sur aparece a
nuestros pies la enorme hoya ocupada por el cortijo por el cortijo Carifaquín.
La hoya está delimitada por el peñón de la Mata y su prolongación hacia la
Joroba y el Mahalijar al oeste, al este la cabecera del Bermejo cerrada por los
cerros del Esparto y del Corzo, y al sur oeste las sierrecillas de la
Higuerilla y Hiedra. Por encima del cortijo un tajo de color rojizo es el que
da nombre al río Bermejo. Llevar a Antonio como guía es una gran suerte, pues
va explicando cada detalle del recorrido.
La senda que llevamos continúa
llana o con ligeros descensos hasta el río Bermejo, pero tiene dos ramales al
sur que suben al puerto entre Hiedra e Higuerilla el primero y al final este de
la Higuerilla el segundo. Nosotros tomamos el primer ramal, hacia el puerto, no
sin antes haber voceado, a Luis y Jesús R. que iban delante y habían dejado
atrás el cruce.
La subida al puerto es la única
cuestecilla de consideración en el recorrido. Se hace por bosque de pino que va
cambiando de carrasco a resinero conforme ascendemos, por la ladera derecha de
la cañada que desde el puerto baja al Bermejo.
Poco antes de coronar el puerto,
cuando ya lo tenemos a la vista, nos acercamos a la izquierda a visitar las
trincheras de la Hiedra. A un lado y otro del río Bermejo se estableció la
línea de fuego entre los republicanos en el norte, entre el peñón de la Mata y
el Mahalijar, y los nacionales al sur, en estas sierrecillas de la Hiedra y la
Higuerilla. Debió de ser una línea de fuego duradera porque las trincheras
están sujetas con hormigón, obra que perdura hasta hoy.
Al lado de las trincheras hicimos
el Ángelus por costumbre, aunque poco lo necesitábamos. Hambre no teníamos pues
llevábamos aún el pan del desayuno en el estómago y cansancio tampoco pues la
subida había sido muy suave y por excelente senda.
Salimos a un carril que al decir
de Antonio se construyó desde la pista de la Alfaguara, al este, hasta una
prospección minera al oeste, sobre la sierra de la Hiedra. Bajamos a la pista,
al puerto de las Tablillas, donde dejamos el asfalto por la pista terriza al
este, hacia Prado Negro, llevando a la izquierda el cerro de la Higuerilla.
Poco tiempo anduvimos por la
pista pues enseguida la dejamos para entrar a la izquierda por un carril que
nos condujo a las trincheras de la Higuerilla. Aquí llega el segundo ramal que
sube desde la senda de la ladera noroeste de la Hiedra e Higuerilla. Las
trincheras, mayores que las visitadas anteriormente, también sujetas con
hormigón, ocupando la cresta de la Higuerilla, y con vistas tanto al norte como
al sur.
Vueltos a la pista terriza
continuamos al este hasta los llanos del Fraile donde se quiso establecer un
área recreativa que no se llegó a abrir porque tenía difícil evacuación en caso
de incendio. En los Llanos dejamos la pista para internarnos en una senda al
norte que nos llevó a las trincheras del Fraile, el tercer y último grupo de
trincheras visitadas, también hechas de piedra y hormigón, con la
particularidad que conserva un nido de ametralladoras.
De las trincheras descendimos por
una sendilla al norte. En este descenso Antonio nos presentó a un durillo específico
de la sierra de Huétor y Jerónimo descubrió un par de ejemplares con flor. La
senda termina en el carril que del cortijo Carifaquín sube al collado de
Fardes, por donde entra en el valle la acequia de Fardes. Tomamos el carril
hacia abajo, al oeste, buscando un restaurante fuera del carril. Lo encontramos
poco más abajo, en un llanillo herboso bajo los pinos.
Tuvimos un ágape de los que hacen
historia. Aparte de las chacinas, tortillas y carnes acostumbradas tuvimos
asadurillas, caracoles de caldo al estilo cordobés y habitas de la vega
granadina, amén de ensaladas y boquerones en vinagre. Cervecitas heladas, que
hoy apetecían para abrir boca, y vinos de Rioja, un Luis Alegre que se lo
debemos a Miguel, un Encanto del Bierzo, y un Andrés Iniesta de la Manchuela.
Ricos los tres. Quesos, tarta, tés y orujos. Una comilona de postín.
A duras penas dejamos el
restaurante para descender casi monte a través al río Bermejo y al carril que
de cerca del cortijo Carifaquín va hacia el oeste siguiendo la acequia de
Fardes. El recorrido se puede hacer tanto por el carril como por la orilla de
la entubada acequia. Ambos van en ligero descenso, por pinar o bosque de ribera
con sauces y chopos.
Si se va por la acequia se llega
a un punto donde una malla metálica la corta y obliga a descender al carril que
tiene en ese punto una barrera. En unos tajos sobre la acequia se veían
sarcocapnos. Sólo Jerónimo tuvo arrestos suficientes para trepar monte a través
hasta el pie de los tajos y fotografiarlos.
Ya en el camino de la Esperuela
pasamos por las fuentes de Güevéjar y de la Sartén antes de llegar a la entrada
de Nívar, donde principia el camino, y por la carretera a la cercana entrada a
la urbanización de la Alfaguara donde estaban los coches. De despedida unas
fotos a la blanca Sierra Nevada.
Día muy bueno, con sol, una
brisilla fresca que ayudaba a caminar, y un recorrido por bosque, con muy buena
senda y en excelente compañía.