domingo, 28 de abril de 2013

Salida día 4 de Mayo: Sedella - La Maroma -Tacita de Plata por el Fuerte


Sedella-Maroma-Llanadas-Sedella, 4 de mayo de 2013

Participantes: Jerónimo, Paco Ponferrada, Ana, Manuel de Rincón, Manuel de Nerja, Isabel de Vélez, Luci, Jesús

Distancia recorrida: 21 km
Desnivel acumulado: 1550 m

 
Cuando viene alguien nuevo o recibimos a algún compañero que hacía tiempo no acudía a las excursiones, al empezar la crónica le solemos dar la bienvenida. Ayer a quien tuvieron que dar la bienvenida era a mí. Nunca había estado un periodo tan largo sin salir (desde el 2 marzo, casi nada). Y el reencuentro fue fabuloso. Esa sensación de alegría que te invade todo el cuerpo al volver a ver gente querida después de mucho tiempo, esa sensación de sentir la proximidad de aquellos con los que estás a gusto, creo que la sentimos todos, fue recíproca entre el caminante perdido y los asiduos. Aunque el reencuentro fue muy bonito prefiero no tener que pasar tanto tiempo en el dique seco.

Por evitar el bar del Cruce desayunamos en Sedella, en el bar de la entrada, el Chiringuito creo que se llama. Estaba abierto pero nos ofrecieron un bollito de chicha y nabo que nos sirvió de poco. Con razón alguno se quejaba en la subida de que ya se le había acabado la gasolina del desayuno e iba con la reserva.

La Sierra estaba preciosa. Disfrutamos del contraste entre las floridas huertecillas de Sedella y la adusta Sierra. A nuestra Sierra no se le puede pedir una explosión floral, simplemente que tenga algunas florecillas y el suelo mullido por el agua. Eso es todo y es lo que había. Las dolomías no dan para más. Y por ese suelo rebosante de humedad ascendimos, rebasando con esfuerzo esas cuestas inhumanas del cortafuegos, del Fuerte y de la cresta de la cordillera.

Al comenzar la caminata estaba la Sierra totalmente despejada, pero a eso de las 10 la brisa de levante comenzó a meter algunas nubes, primero como vedijas de blanca lana, después un poquito más compactas y finalmente cubrió toda la cara Sur de la Sierra. A poco de sobrepasar la cresta del Fuerte entramos en la niebla y por ella caminamos hasta la cresta de la cordillera. Al llegar allí el altiplano nos recibió con cielo azul y sol; las nubes se deshacían justo en la cresta. Esa grata sorpresa nos inyectó moral y ganas de disfrutar del paisaje, ya estábamos hartos de la niebla, y decidimos acercarnos hasta La Maroma. Tenemos querencia. Es como un buen amigo al que si pasamos cerca hemos de acercarnos a saludarlo. Ida y vuelta rápida y comida en la Tacita.

El ambiente de la comida tan cálido y amigable como siempre. Por allí desfilaron tortillas sin cuento, chacinas variadas, ensaladas de todo tipo, tomates de calidad…y las berzas de la madre de Ana que venían calentitas diciendo cómeme. Como dice nuestro amigo Manuel de Rincón, si algún día faltas, Ana, mándanos por Seur los guisos de tu madre. Para terminar té, brownie y colutorios.

Al llegar a la Fuente Nueva entramos otra vez en la niebla. En la excursión pasamos 3 fuentes: la del Fuerte, la Tacita y ésta Nueva. Las tres siguen echando con parsimonia ese chorrito escaso pero constante. Para nada acusan el invierno y primavera tan lluviosos que hemos tenido; están como si nada. Parece que les diera lo mismo que no llueva o lo haga con prodigalidad.

La Primula nos recibió florida en la fuente Nueva y eso nos animó a buscar la Plathantera en la ladera Norte de las Llanadas. Nos dispersamos Jerónimo y yo mientras el resto esperaban. Seguí mi búsqueda y cuando me quise dar cuenta ni veía ni oía a Jerónimo ni a los demás. Volví a las Llanadas y como no había nadie decidí ir hacia Picaricos. Ya llegando a él nos comunicamos por teléfono. El grupo estaba buscándome aún por las Llanadas.

Reencuentro en Picaricos y continuación de caminata por la niebla. Qué pesado se nos hizo el descenso. Interminable. Poco antes de llegamos al Corral de la Cuesta dejamos atrás la niebla y apareció Sedella. Cruzamos el puente árabe y terminamos la caminata con una deliciosa cerveza fresquita en el bar de la mañana.

 
Subiendo por el cortafuegos
 
Lycaena phlaeas
 
Manueles en El Fuerte
 
La Maroma desde el Collado del Fuerte
 
Aethionema marginatum
 
...
 
Niebla por los tajos
 
Hacia La Maroma, dejando la niebla al lado
 
Por el Tajo Volaero
 
Por la cumbre de La Maroma
 
Grupo en La Maroma
 
Descendiendo de la cumbre
 
Nos cruzamos con un grupo muy numeroso en el Tajo Volaero
 
No por mucho sestear anochece más temprano
 
Viola odorata
 
Primula veris
 
En la niebla
 
Geum sylvaticum
 
Cara norte de las Llanadas de Sedella
 
Linaria oblongifolia
 
Neotinea maculata
 
Zig-zag del sendero
 
En el puente ¿romano? ¿árabe? de Sedella
 
Vinos y tomates


martes, 23 de abril de 2013

Salida 27 de Abril: Corcoya - Paraje Natural del Embalse de Malpasillo

Distancia recorrida: 16 km.
Desnivel de subida acumulado:


La ruta de Corcoya-Parque Natural del Embalse de Malpasillo resultó ser un paseo entre flores. Desde la misma salida de la aldea, en dirección a la Ermita de la Fuensanta, ya se anunciaba el festival de flores, los olivos, tan rústicos ellos, estaban en flor, los jaramagos llenaban las cunetas, algunas flores lilas y blancas ocultaban una antigua senda. Nosotros proseguimos por el camino principal, dejando a la derecha el cementerio y viendo, poco después, a la izquierda, una inmensa encina, presta también a florecer. Al llegar a la Ermita, tuvimos la suerte de encontrar allí al Hermano Mayor de la Hermandad, que nos abrió el santuario, pudiendo ver un restaurado retablo barroco del siglo XVII y algunos cuadros con historias milagrosas de la Virgen. Una de ellas, referida al Arroyo del Pontón, que se formó para facilitar el paso de una mujer en peregrinación a la ermita, es contada así: “al momento dos empinados peñascos que se hallaban en las opuestas riberas del arroyo se desplomaron por sus bases, encontrándose uno con otro en su caída y formaron un sólido puente por el que pasó la mujer  a la Virgen de la Fuensanta”.
Junto a la Ermita, pudimos ver las cuevas de José María “El Tempranillo”, refugio del primer bandolero romántico, en los comienzos del siglo XIX. Nacido en Jauja (Córdoba) y matado en el cortijo de Buenavista de Alameda (Málaga) por unos ladrones, después de que el bandolero se acogiera al indulto y se dedicara “al extermino de la delincuencia”. Era el año de 1833.
En la misma explanada de la ermita, en dirección al arroyo del Pontón, una piedra talud recuerda “a los mineros que trabajaron y dejaron sus vidas en las minas de la Sierra de la Cabrera”. Hacia allí nos dirigimos, siempre acompañados por multitud de flores, algunas veces tan juntas, que parecían auténticos mantos. Las minas de hierro de Sierra Cabrera tienen una historia trágica, más conocida por el número de accidentes que por el mineral extraído, hasta el punto de formarse una historia oral en torno a los sucesos allí ocurridos. La memoria colectiva dice así:

“Según cuentan, en los terrenos aledaños a la Ermita de la Fuensanta, en Sierra Cabrera, las minas de hierro fueron abandonadas después de que un hundimiento atrapara a un número elevado de trabajadores, cuyos cuerpos nunca pudieron ser rescatados, ni tampoco fueron reclamados por sus familiares. Se trataba de gente venida de fuera, sin apenas horizonte, que sólo buscaba un salario para el sustento. Algunos obreros recién llegados tuvieron la fatalidad de iniciar sus trabajos en el turno de noche durante el cual se produjo el grave accidente, que les ocasionó la muerte y el olvido. La empresa explotadora, ante la magnitud de la catástrofe, abandonó la explotación y trató de ocultar el siniestro. El silencio de la aldea ayudó a ello. El trágico suceso debió de ocurrir en un año de los primeros lustros del siglo XX, en verano, en torno a la Virgen de Agosto”.
                                      El trabajo en las minas hacia 1902

Tras las minas, después de haber entrado en una de sus viejas galerías, nos dirigimos hacia el Arroyo del Pontón y hacia el Embalse de Malpasillo, cuya vista no habíamos dejado de ver desde la misma explanada de la Ermita. Entonces, el canto de los pájaros compitió con el amarillo, el blanco y el lila de las flores. Algunos señalaron que la cátedra de pájaros sigue vacante. Camino del Mirador de la Solana nos paramos en el manantial del arroyo Tarajes, al tiempo que Lucía no dejaba de ver y coger espárragos. Mejor, el que veía las esparragueras y cogía sus frutos era Francisco Osuna, hijo de Cristino, un badolatoseño, que tuvo a bien acompañarnos y guiarnos por aquellas tierras.
Desde el mirador de las Solana, fuimos, por Gallape, a las balsas de Sandino, donde comimos y bebimos, hablamos y descansamos. Ya quedaba poco para el regreso, aunque insistimos en hacerlo por detrás de las Herrizas. Otro guía, en este caso, Francisco Cuadrado, corcoyano, nos indicó el camino a seguir, un camino también repleto de flores, con vistas a las sierras de Rute y Cabra. Sin apenas darnos cuenta, empezamos a ver la Hacienda de Los Prados y las primeras casas de la aldea. Tranquilos, algo cansados, menos habladores, poníamos fin a una ruta de amarillos, blancos, lilas, rojos…”una auténtica sinfonía de colores”.


Iberis pectinata - Carraspique
 
En el interior de la Ermita de la Fuensanta
 
Panel Ruta del Tempranillo
 
Omphalodes linifolia
 
Tragopogon porrifolius - Salsifí
 
En La Cortadura - Minas de hierro de Corcoya
 
Entre flores amarillas...
 
y flores blancas
 
Puente natural del Arroyo del Pontón
 
Amarillos
 
Grupo en el Mirador del Genil
 
Meandro del Río Genil
 
Embalse de Malpasillo
 
El Castillete
 
Por un bosquete de enormes tarajes
 
Allium roseum - Ajo de bruja
 
Liados con un gladiolo. Al fondo Sª de la Cabrera
 
Entre albaidas (Anthyllis cytisoides)
 
Echinops strigosus
 
Bellardia trixago - Gallitos
 
Salvia argentea
 
Río Genil
 
Tulipa sylvestris - Tulipán
 
Pozo del Sandino
 
Por el olivar
 
Vino entre flores