viernes, 30 de septiembre de 2016

Miércoles 28 de Septiembre: Güejar Sierra. Ruta Romántica


Distancia 14 km. Desnivel acumulado 970 m.


Güera desde la ruta Romántica


Bajando al barranco Castillejo

Los tajos del Cerro del Monte






Por el Barranco del Castillejo



En el Castillejo de Güejar

Manuel crucificado

El grupo en el Castillejo

Los magnificos aperitivos

Excelentes vinos

Bien comidos y bebidos tiramos para Güejar

domingo, 25 de septiembre de 2016

Sábado 1 de octubre: Pinares y pinsapares de Yunquera


Participantes:  9
 Paco Ruiz, Paco Ponfe, Jesús R., Luci, Ana, Nori, Manuel Díez, Jesús C.  y Jerónimo
Distancia recorrida:
19,8 kilómetros
Desnivel de subida acumulado:
1.160 metros
Altura mínima: 714 metros  (Yunquera – Campo de Fútbol)
Altura máxima: 1.479 metros (Puerto de los Hornillos)
Tipo de recorrido:
Circular, con un tramo de ida y vuelta


Yunquera-Puerto Saucillo-Puerto Bellina-Collado de los Hornillos-Pinsapar de Cubero-Cueva del Agua-Yunquera. 1 de octubre de 2016.
Los desconocidos pinares yunqueranos.

Desayuno en Yunquera con los acostumbrados, grandes, esponjosos, riquísimos, molletes de Yunquera acompañados de aceite o mantecas blanca y colorá. A la hora de pagar nos enteramos que el 30 de septiembre es San Jerónimo y nuestro Jerónimo (no San, todavía) tuvo el detalle de invitarnos por su santo. ¡¡¡FELICIDADES y que vengan muchos San Jerónimos!!!
Como a veces Jerónimo está de broma, al volver a casa miré San Jerónimo en Wikipedia y resultó que sí, que San Jerónimo nació en Croacia y murió en Belén el 30 de septiembre del 420. Tradujo la Biblia del griego y hebreo al latín, Biblia que fue la oficial de la iglesia católica hasta 1979. Por eso el 30 de septiembre es también el día de los traductores. ¡FELICIDADES también a Nori!
Bueno, ya basta de divagaciones, vamos a la ruta.
No teníamos ruta preestablecida. En el bar nos enteramos que la barrera de entrada al Parque estaba cerrada hasta el 15 de octubre. Ello nos obligaba a salir del campo de fútbol de Yunquera.
Después de unas opiniones encontradas sobre el importante y espinoso tema de cómo aparcar los coches en la anchura del campo de fútbol (no había otros coches que los nuestros y al volver aún seguían solos), salimos por el camino de Huarte para subir a la cresta de la Cámara y bajar a la cañada del Puerto del Saucillo por donde, pausadamente, asciende la senda de Huarte.
Por el archiconocido valle y pinar íbamos charlando con tranquilidad cuando Jerónimo propuso modificar la ruta porque había visto en internet que alguien había bajado del puerto del Saucillo a nuestra senda por un cortafuegos. Con gusto recogimos la propuesta y por una sendita enfilamos al sur y al suroeste siguiendo, más o menos, el cauce del arroyo del Cañuelo, Cuando ya llevábamos un buen trecho por el hermoso y desconocido pinar la senda se dividía. Una seguía por el cauce y otra iba a la derecha, al oeste. Tomamos esta última. Moría enseguida en un castañar en el cual nos adentramos y después de algunos vericuetos dimos con el cortafuegos.
En el cortafuegos no había senda, sólo cardos, hierba seca, pedruscos y buenos repechos. En un colladito el cortafuegos se dividía. Al oeste subía uno, cortito y al suroeste otro mucho más largo y empinado. Claro, tomamos el segundo, evitando en lo posible los cardos y las aulagas. Terminaba en un peñascal poco menos que vertical y desde la cima contemplamos el atractivo panorama: valles y crestas cubiertas de hermoso pinar sin asomo alguno de veredas o carriles. Siguiendo en dirección suroeste bajamos a la primera cañada y subimos como pudimos la segunda cresta. Para entonces Jesús R., en reconocimiento a la suave senda, ya estaba decidido a no volver a dirigirle la palabra a Jerónimo. Desde la segunda cresta vimos un carrilillo cercano y a él fuimos con la alegría de quitarnos los inhóspitos andurriales.
Por un gran pinar digno de recorrerse, siguiendo la dirección suroeste, llegamos al pie del puerto del Saucillo, a la senda que desde el Saucillo va a puerto Bellina y a la cueva del Agua. Tomamos esa senda detrás de un nutrido grupo de aficionados que, sin orden ni concierto, disfrutaban de los pinsapares. Los adelantamos, paramos a hacer el Ángelus y, gracias a eso, Jerónimo fue encaminando a los excursionistas despistados en la dirección de sus compañeros. Afortunadamente, poco más adelante, el nutrido grupo dio por terminada su andadura y retornó hacia el Saucillo dejándonos el bosque y el silencio para nosotros.
De puerto Bellina íbamos hacia el collado de los Hornillos cuando alguien propuso acortar la caminata yendo al pinsapar de Cubero directamente. Jerónimo contestó a esta propuesta con su característico “por mí lo que queráis” pero que si era corta, que sí tendríamos que hacer un trozo de ida y vuelta, que si por Huarte daba mucho sol… en fin, que agachamos las orejas y seguimos hacia el collado de los Hornillos. Eso nos pasa por querernos salir de las propuestas.
Del collado bajamos a almorzar a la fuente de los Hornillos, con un hilillo de agua fresca a pesar de la sequía y después de un corto intercambio de pareceres nos asentamos en un llanito dispuestos a dar cuenta de ensaladas, tortillas, pimientos, carnes y pescados, acompañados de frescas cervezas y ricos vinos. Para terminar el tradicional brownie de Ana, los orujos y tés y, como extraordinario, una tarta de moras que Jerónimo trajo para celebrar su santo.
Dejamos la agradable sombra de los acantilados de las Lomas del Chaparral para ir al puerto de las Camaretas y a la cueva del Agua. La fuente de la cueva sin agua aprovechable salvo para un gran sapo que moraba en el abrevadero. De la cueva del Agua tomamos el carril del Vivero para desviarnos más adelante a la senda de Huarte que nos devolvió al campo de fútbol de Yunquera donde nuestros coches solitarios indicaban que no había habido problemas para aparcar.
Queda pendiente explorar la sendita que continuaba por el fondo del arroyo del Cañuelo.
Día excelente, sin viento, con sol y alguna nube alta, con el bosque y la tierra pidiendo a gritos ¡¡¡LLUVIA!!!

Mapa de la ruta

Por el sendero del Bco. del Arca

Entre castaños

Subiendo por el cortafuegos

con un poco de cresteo

Primeras manchas de pinsapos entre los pinos

Cerro de las Minas

Cedros en el Pto. de Bellina

Piñas de los cedros

Cañada de Bellina

Pasando bajo un gran pinsapo

Llegando al Pto. de los Hornillos

Dando vistas al Peñón de Ronda y Sª Blanquilla, con el Pico del Viento

Por allí subimos el año pasado

Vinos

Fte. de los Hornillos

A la caza fotográfica del pajarillo sediento

Dos hembras de pinzón vulgar (Fringilla coelebs) y un petirrojo (Erithacus rubecula)

Piquituerto macho (Loxia curvirostra) bebiendo en la fuente. Detrás un carbonero garrapinos (Periparus ater)

De nuevo en marcha tras la comida en la Fte. de los Hornillos

Por el Pinsapar de Cubero

En la Cañada de los Hornillos

Pasando por la Colaílla

Conos de pinsapo que parecen cirios de Semana Santa

Un señor sapo (sin segundas interpretaciones, que el personal es muy mal pensado)

Chondrilla juncea - Achicoria dulce
 

lunes, 19 de septiembre de 2016

Sábado 24 de septiembre: Río Grande de Jayena


Participantes:  6
 Paco Ponfe, Pilar, Jesús R., Manuel Díez, Manuel González y Jerónimo
Distancia recorrida:
24 kilómetros
Desnivel de subida acumulado:
650 metros
Altura mínima: 940 metros (Área recreativa del Bacal)
Altura máxima: 1.312 metros (Pto. Colica)
Tipo de recorrido:
Tramo circular y tramo de ida y vuelta


Entre los que sí, la que sí pero no y los que no, juntamos media docena. A saber: el clan Ponfe: Pilar, Paco y Jesús, Jerónimo y su máquina y los Manueles.
Cambiamos el sitio del desayuno y en el restaurante El Cruce, puntuales, solucionamos el trámite. Después, un montón de kilómetros hasta el Bacal. Lagrimones al paso por los dos embalses; como siga la pertinaz sequía nos vamos a tener que lavar con gaseosa.
Sobre las diez menos veinte comenzamos la ruta. El río Grande de Jayena, de grande ya tiene poco (¿cómo será el Pequeño?), muy poco caudal y poca corriente, la sequía está latente. Las escasas pozas con bastante verdín, y a tramos desaparece como el Guadiana. La caminata, por tanto, siempre sobre seco, ya que los sucesivos pasos a un margen y al otro, se han hecho sobre piedras y troncos. Enseguida comenzó la vendimia de moras. Nos vamos a poner malos, vaya cagalera que nos va a entrar -sentencias que íbamos coreando como letanías, pero que no impedían la comida incesante de sabrosísimas y dulces moras-. A la vista de la enorme cosecha que se abría ante nosotros, cabe pensar que hace mucho que no se frecuenta esta ruta. La razón terminó imponiéndose y poco a poco dejamos de comer; era preferible no escudriñar las zarzas para no caer en la tentación. A la vuelta tenemos que hacer una enorme cosecha para comer en crudo o hacer mermelada, -esa era la determinación de la tropa-; ya entre Jerónimo y Pilar nos estaban dando las medidas y recetas para triunfar en la cocina y Jerónimo nos ponía los dientes largos con su mermelada de la cosecha del Cebollón. Yo las recogí en una botella y la llené con un kilo trescientos gramos -nos ilustraba nuestro fotógrafo oficial-, o sea, que pronto convenimos que la botella de vino nos la teníamos que ventilar, sí o sí, para asegurarnos la cosecha. Empeño satisfecho con interés, como es norma de la casa, aunque no hubiera existido vendimia.
En un momento nos aparece Jerónimo con un palo enorme, porque se habían oído los ladridos de un perro. Si se atreve y viene me lo cargo –tal era su determinación-, hasta que lo convencimos de que el perro iba con alguien por delante y que ya había pasado río arriba. Se relajó y tiró el palo.
La poza Romance la vimos que sigue bajo mínimos y la ruta continuaba por senda y carril. Pocas margaritas que fotografiar y paso ágil. En el Ángelus debatimos si continuar hasta la cueva Colica, como había propuesto Jesús en su momento, y concluimos que ya veríamos cuando llegáramos al cruce. Y llegamos al cruce con mucho ánimo y continuamos a la cueva.
Pilar nos iba comentando su primera ruta en el río, hace muchos años, y de cómo la llevábamos corriendo con la marcha impuesta por los caminantes de otros tiempos. También me decía recordar que, en alguna ruta, habíamos pasado por una plantación abandonada de frutales  y habíamos cosechado ricas manzanas. Yo asentía en ese recuerdo pero tampoco recordaba el sitio, hasta que tras una curva del carril llegamos a la plantación en cuestión y proseguimos con nuestro menester de vendimia para comer in situ y para los postres.
Antes de llegar a la cueva Colica nos recibieron en el cauce del riachuelo de turno, cuatro o cinco ciervas preciosas y enormes y un  jabalí pardo y veloz que, lógicamente, se quitaron de en medio a toda prisa, prueba evidente de que por allí no pasa ni el tato. En mi arrebato de entusiasmo por señalarle con el bastón a Manuel por donde corría una cierva, casi me toca ponerle un estanco, dado lo cerca que estuve de desgraciarle un ojo. A la siguiente, con las manos en los bolsillos como Paco Ruiz. Al jabalí, Jerónimo le hizo unas cuantas fotos, con tan mala fortuna, al parecer, que sólo le sacó el culo o la cabeza porque no llevaba la máquina en automático. Cruz roja en el expediente y que no se vuelva a repetir. Sin embargo Pilar y Paco, ya de vuelta de la cueva vieron un jabato mediano confiado y lo fotografiaron hasta que el animal se percató del asunto y se quitó de en medio.
A la cueva trepamos Jesús y los Manueles. El miedo a las garrapatas y las famosas fiebres asustó a los demás. Hicimos las fotos de rigor y al carril.
Cerca del derruido cortijo de Cabañeros, paramos a comer junto a unas preciosas pozas. Nos lo tomamos con mucha calma y terminamos con todo lo que llevábamos (Jesús con su bocata habitual), incluidos algunos trozos de la pipirrana de pulpo de Pilar que acabó en el suelo, por un desfase entre la entrega y recepción del taper.
Y ya de vuelta la anunciada recolecta de moras. No sé la de kilos que pudimos coger. Llenamos botellas y tapers a discreción. Nos pinchamos hasta en el velo del paladar y muy lentamente llegamos a los coches pasadas las siete y media de la tarde, después de 24 Kms y 650 m de desnivel, según datos de nuestro especialista en vidrios, que, dicho sea de paso, nos dio una lección magistral con componentes, temperaturas y enlaces químicos, sobre diversos procesos de elaboración y fundición.
Llegamos de noche a nuestras casas, contentos con el día de campo, con la ruta y con el aliciente de las cosechas y fauna que encontramos.

Primer cruce del río
 
Cahorro en el Río Grande
 
Trachelium caeruleum - Flor de la viuda o alfileres
 
Pasarela de troncos sobre el río
 
Arco natural
 
¡A la rica mora!
 
Haza Grande de Córzola
 
Chamaecyparis lawsoniana - Falso ciprés de Lawson - Especie originaria de Oregón de la que hay cinco o seis ejemplares que medran bien junto al Arroyo de la Almijara.
 
En el Mojón de las Diferencias
 
Cortijo Almijara
 
Zona umbría y fresca junto al arroyo
 
En el interior de Cueva Colica
 
Cueva Colica. Al fondo el Cerro del Gallo y el Cabañeros
 
Pasando por el Cortijo Cabañeros
 
Valle del Arroyo de las Golondrinas
 
Poza formada por el travertino en el Arroyo de las Golondrinas
 
Manuel en la poza
 
Vino solitario
 
Cruzando el río a la vuelta
 
Parnassia palustris
 
Poza casi colmatada