Recorrido: 14 km con 480 m de subida y 620 m de bajada.
Desayuno en el bar al lado de la gasolinera de Laroles. Buen pan,
buen aceite y excelentes vistas desde su terraza. Celebramos por anticipado el
cumpleaños de Luis. FELICIDADES ALPUJARREÑAS.
Las rutas de la Alpujarra nos obligan a ir cada vez a recorridos más al este, más lejos de Fuengirola-Torre
del Mar-Nerja. Por eso decidimos hacer una noche en un punto cercano a la ruta
para así evitar conducir, tarde, de noche y cansados. En esta ocasión
reservamos alojamiento el hotel Real de Laroles.
Después del desayuno Antonio y Manolo fueron a dejar un coche a
Válor mientras el resto dejamos el escaso equipaje en el hotel, recorrimos el
pueblo y les esperamos en la Era Baja.
Partimos por la GR-7, por la ladera derecha del río de Laroles,
dejamos un par de molinos al lado de la senda y ya en los primeros compases de
la ascensión hubo que parar y quedarnos con una camiseta pues el sol calentaba
lo suyo. Era el primer día del año en el que la primavera se dejaba sentir con
fuerza.
Cruzamos el río y por la ladera derecha seguimos ascendiendo hasta
encontrar la pista de Júbar al Castaño Real. Al lado de ese punto llega también
el sendero local de Laroles al Castaño. Tomamos la pista en dirección sur,
descendiendo, con unas preciosas vistas al sureste, a Laroles, Alcolea y a la
sierra de Gádor coronada de nieve; al sur la hoya de Ugíjar con sus
invernaderos. En todo el recorrido llama la atención la cantidad de almendros,
algunos en plena floración alfombrando la pista con sus blancos pétalos.
La parte alta de la torre y tejado de la iglesia de Júbar es lo
primero visible cuando nos acercamos al pueblecito. La iglesia está en una
buena plaza en el extremo este de Júbar y por la calle de la Iglesia y Real
llegamos a la plaza del pueblo con su correspondiente fuente vertiendo agua
continuamente. Salimos del pueblo por la carreterita de acceso a él con la
sorpresa de ver allí aparcado un camioncito con matrícula de Zaragoza y rótulo
de Borja en la puerta. ¿Qué haría allí alguien de Borja?. La carreterita de
acceso al pueblo nos bajó a la principal y a un carril a la derecha donde retomamos
el GR-7 perdido en Júbar. El carril nos llevó a la entrada de Mairena, por la
calle principal a la plaza de la iglesia y, llaneando, a las afueras del
pueblo. Entretanto Antonio Muñoz había pegado la hebra con un viejecillo para
preguntarle por dónde salir a la senda a Nechite porque en los pueblos el GR se
pierde, y María Victoria se puso de palique con una señora que le contó las
penas de su marido y de ella.
De Mairena bajamos al río de Mairena, con su chorrito de agua,
seguimos GR adelante, ascendiendo, por una solana reseca donde descubrimos
algunas matas de la Lavatera de las Alpujarras. Después ya, llaneando
atravesamos el barranco de la Barranca para entrar en el valle del río Nechite.
Al este, Nechite con sus tres barrios, Válor, Yégen y abajo, Medina Alfahar. El rumor del agua
del río se percibía cada vez con mayor potencia y como deseábamos dejar atrás
el sol, decidimos comer en el río. Luis buscó un buen restaurante, a la sombra,
junto a la corriente, nos aposentó y comenzamos el querido ritual de dar cuenta
de unos mejillones, queso con salmón, chorizo, cecina y jamón de aperitivo,
tomate con aguacate, ensaladilla rusa y berenjenas a la japonesa como
entrantes, y tortilla de atún, carne con champiñones y lomo con cebolla entre
los platos fuertes. Un par de quesos, té, bombones y orujos varios cerraron el
ágape. Todo ello en animada charla, con la musiquilla constante del río.
Salimos del cauce, atravesamos las huertas de Nechite y entramos
en el Barrio del Medio. Sin indicaciones del GR bajamos al Barrio Bajo, lo
atravesamos hacia el cementerio y allí vimos que no había signos del GR.
Antonio Muñoz retrocedió, llamó en una casa y un señor le indicó por donde
salir. Teníamos que haber cogido por la calle superior del Barrio del Medio y por
ella hubiéramos entrado de nuevo en la GR. Como curiosidad, encontramos un par
de señoras que iban con botijos a llenarlos en la fuente que mana en esa calle
superior, entre los barrios Medio y Bajo.
La GR nos llevó por la vera de una acequia de riego a la parte
alta de Válor, a una casas nuevas con pinta de mansiones de nuevos ricos, y de
allí al bar las Perdices donde estaba aparcado el coche.
José Ramón, el del hotel, nos recibió con mucha amabilidad, nos
acomodó y se preocupó de toallas y papel higiénico. Ya duchados y con ropa
limpia salimos a “tomar algo” aconsejados por José Ramón. En el bar Trébol nos
estrenamos con una cervecita y un emparedado de lomo tremendo como tapa. En el
siguiente bar nos acomodamos en una mesa y ¿Nacho? nos sacó un vinillo de
Laroles acompañado de unos riñones al jerez, unas aceitunas, unas croquetas,
una perdiz alpujarreña y unas chuletillas de cordero a la brasa. Total, como si
no hubiéramos comido nada a medio día.
Y ya con la boca caliente fuimos a tomar una copita al bar de la
gasolinera donde habíamos desayunado. Una vez que recogimos a los más
trasnochadores de Laroles, a dormir al hotel.
Una excelente experiencia esta de quedarnos a dormir una noche
fuera de casa. La repetiremos.
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