Participantes: 6 | Antonio U., Paco R., Jesús C., Paco Z., Ricardo y Jerónimo |
Distancia recorrida: | 16 kilómetros |
Desnivel de subida acumulado: | 890 metros |
Altura mínima: (2.510 m – Albergues) | Altura máxima: (3.223 m – Tajos de la Virgen) |
Tipo de recorrido: | Circular, con un pequeño tramo de ida y vuelta |
Tipo de camino: | Veredas, carriles y cresteo entre bloques de roca |
Desayuno en el Mirador. Pasable y el camarero más simpático que otras veces.
Primer día de ir a las alturas de
Sierra Nevada para todos, excepto para Paco Ruiz que las había visitado ya un
par de veces.
Cuando preparamos esta excursión
pensamos en utilizar remonte motorizado hasta las Posiciones del Veleta. El
autobús era impensable porque anunciamos la excursión el miércoles y el viernes
se apuntaron tres, no había tiempo material de reservar sitio, y menos un
sábado. Otra alternativa era el telecabina-telesilla; aquí el inconveniente era
el precio: 8€ los mayores de 70 y 18€ los menores, muy caro y además te deja
más bajo que el autobús. Total, que decidimos hacerlo caminando desde los
Albergues.
Partimos por la Loma del Veleta,
al lado del depósito de agua del desaparecido Parador Nacional de Sierra
Nevada, dejando a la izquierda el cerro del Mojón del Trigo con su observatorio
astronómico y la Virgen de las Nieves, hasta tomar la pista a Borreguiles, que
dejamos a los pocos metros por la senda a la izquierda que sube al collado de
La Laguna. La senda sigue, aproximadamente, el trazado de la conducción de
aguas que desde la laguna de las Yeguas surtía al Parador Nacional.
En la subida vamos atravesando
cañaditas, casi todas secas este año, que son la cabecera del río Monachil; la
última a la izquierda se denomina Borreguiles Altos y ese punto se considera el
nacimiento del Monachil.
La subida se nos hizo larga.
Jerónimo y Paco Ruiz por delante y el grueso del pelotón resoplando por detrás.
Cruzamos el collado de La Laguna y abajo, ya en el valle del río Dílar, nos
reagrupamos para cruzar por los borreguiles de la cabecera del Dílar y llegar a
la laguna de las Yeguas. Sorprendente el color de la laguna: gris verdoso
seguramente por los sedimentos de la calima. Remontamos la laguna para llegar a
los Lagunillos de la Virgen. Éstos en cambio tenían el agua límpida de
costumbre.
Atacamos la cuestecilla a
Elorrieta con ganas, después de haber descansado un poco, a la vez que un par
de grupos con los que intercambiamos posiciones en la subida. Nosotros más
lentos, pero sin parar, y ellos con paraditas de vez en cuando,
entreteniéndonos con la vista del valle del Dílar que iba quedando abajo. Es el
valle más amplio de la Sierra y en él queda la señal de varias lenguas
glaciales.
De Elorrieta se construyeron
caminos a las Yeguas, a donde llegaba carretera desde Granada, a Lanjarón,
Cáñar y Soportújar. En esta subida a Elorrieta quedan restos de ese camino
cuando no ha sido cubierto por los derrumbes que caen de los Tajos de la
Virgen.
En Elorrieta hicimos el Ángelus y
emprendimos la subida a la cresta comienzo de los temidos Tajos de la Virgen.
Paco Ruiz había hecho ese camino, pero al revés, varias veces y él y Ricardo
acometieron la labor de ir inspeccionando posibles pasos.
Al lado del nivómetro, sobre
Elorrieta, hay un par de hitos grandes. Indican que se debe bajar y continuar
por el sur de las crestas. Pero eso lo supimos después porque continuamos por
la cresta para entrar en un impresionante caos de bloques de piedra, una zona
agreste cuanto cabe. En ella nos introdujimos por el norte detrás de Paco y
Ricardo, ayudados de pies, manos y culo, sorteando grietas, bloques inclinados,
resaltes peligrosos, etc. Encontramos a un montañero que nos indicó cómo
proseguir, si es que las indicaciones eran de algún valor en ese caos de
bloques donde lo primero era sobrevivir, evitando resbalones y caídas.
Salimos al sur, continuando hacia
arriba hacia el monolito de piedra conocido como Fraile de Capileira y a poco
terminó aquel inhóspito pedregal. Habíamos hecho no más de 300 m desde
Elorrieta, en unos 45 minutos y estábamos cansados. Afortunadamente desde allí
había sendita e hitos que indicaban por donde continuar y, aunque seguimos
utilizando manos y culo en diversos pasos, ya íbamos más deprisa, incluso
disfrutando de las vistas a sur y norte.
El último cerro lo rodeamos por
el sur y en el último colladito antes de la Carihuela paramos a comer. Hambre
no teníamos ninguno. Lo que necesitábamos sobre todo era descansar. El gazpacho
que traía Jerónimo nos resucitó junto con el jamoncito de Antonio. Hubo también
morcilla, salchichón, chorizo, tomate, tortillas varias, albóndigas y lomo de
cerdo con ajos, amén de quesos, bombones y bizcocho aderezado con jugo de
mandarina y amareto. Menos gazpacho y jamón, sobró de todo, incluso un poco de
vino blanco y tinto. Estábamos inapetentes.
Reemprendimos la caminata
subiendo al colladito del puntal de Loma Púa, y cuando desde él entramos en la
pista de la Carihuela respiramos contentos: los difíciles Tajos de la Virgen
habían quedado atrás. Sólo restaba tomar la loma del Veleta con tranquilidad,
descendiendo por la hoya de Cauchiles. Aun así, la bajada se nos hizo eterna.
Refresco en los Albergues y
vuelta a casa después de un día ventoso, fresco y sobre todo duro. Terminamos
cansados y hasta con algún dolorcillo de cabeza. La altura y el esfuerzo nos
afectaron.