Vélez - Torre, a las siete.
Desayuno en Villanueva del Rosario a las ocho en la cafetería -panadería Alba, frente al Ambulatorio.
Sobre unos 17-18 km y 900 m de desnivel.
Vélez - Torre, a las siete.
Desayuno en Villanueva del Rosario a las ocho en la cafetería -panadería Alba, frente al Ambulatorio.
Sobre unos 17-18 km y 900 m de desnivel.
Participantes: 9 | Mª José, Paco Z., Lola, Jesús R., Paco Ponfe, Manuel D., Antonio U., Jesús C. y Antonio S. |
Distancia recorrida: | 17,3 kilómetros |
Desnivel de subida acumulado: | 1.020 metros |
Altura mínima: (200 m – Molvízar) | Altura máxima: ( 970 m – Mirador del Minchar) |
Tipo de recorrido: | Circular con un pequeño tramo de ida y vuelta. |
Tipo de camino: | Veredas y carriles. |
Manolo trató de informarse de
bares abiertos en Molvízar para desayunar. En los bares no atendían los
teléfonos y en el Ayuntamiento le dijeron que sí, que estaban abiertos a
primera hora. Con ese aval llegamos a aparcar al lado de la parada del autobús
de Molvízar. Paco Ponferrada y Jesús R. vinieron a nuestro encuentro anunciando
que el bar La Plaza estaba cerrado. Cuando llegamos al bar La Plaza un muchacho
estaba recogiendo el pan, pero de abrir el bar nada de nada. Poco más adelante
encontramos el bar Camelia, abierto y con ganas de servir desayuno. El señor
del bar no había tenido un grupo de 9 clientes desde que fuera la feria del
pueblo. Nos puso primero las tostadas y luego los cafés, con parsimonia, pero
con efectividad y de allí salimos desayunados cuando ya nos veíamos caminando
por el monte en ayunas. A 3€.
Salimos por la calle Fuentes, en
obras, ocupada por tres o cuatro paisanos tan viejos como nosotros o más, para
enfilar la tediosa subida por el carril del cementerio hasta la pista que va
por la base de la sierra. No hay más remedio que apechugar con las empinadas
cuestas, con el hormigón y con los perros del vecindario.
Al tomar la senda por el pie de
la sierra comienza la fiesta, la diversión, para el caminante porque la senda
tiene un excelente piso y está muy bien trazada, permitiendo disfrutar a placer
de la llanura costera, de Salobreña, de las casas de Molvízar y del azul del
mar. Y ese excelente tipo de senda era el que nos aguardaba en todo el
recorrido.
Paramos en el mirador del barranco
del Búho, donde han restituido un cartel informativo que estaba ilegible. Vimos
desde allí la situación de los cerros Vázquez y Espartinas y la loma de la
Cera. Pintaban también la situación del cerro de Ítrabo, pero a Manolo no le
cuadró en ese lugar y lo dejamos apuntado con un interrogante.
Los grupos pequeños tienen sus
ventajas. La principal es caminar a un mismo ritmo, a un ritmo uniforme, el que
impuso Usieto que tomó la cabeza del grupo, con las paraditas pertinentes de
vez en cuando, acercándonos cada vez más a ese pino quemado que marca la
llegada a la cresta, donde nos presentamos enseguida y sin habernos enterado de
la cuesta. La extraordinaria vista a los Gúajares y a Sierra Nevada paga con
creces el esfuerzo de la subida. Además, la sierra tenía bastante nieve
contrastando con el color oscuro de la parte baja de la montaña.
Por la Cuerda de los Jarales
continuamos disfrutando de esas vistas únicas a sur y a norte. Paramos al
Ángelus en la Ventana de los Güájares y poco más adelante llegamos al mirador
del Minchar, el punto más alto de la ruta, donde se abre el panorama al oeste y
desde donde divisamos trocitos de la ruta a seguir por el barranco del Minchar.
En el collado del Minchar dejamos
la senda de la cresta para bajar por la del Minchar. Temíamos que la senda
estuviese muy invadida por la vegetación, pero afortunadamente no es así. Se
puede recorrer sin problemas especiales y desciende con suavidad, pendiente
uniforme y buen piso, salvo en un par de lugares donde está muy erosionada.
Una vez alcanzada la senda por la
base de la sierra Manolo propuso ir a almorzar al área recreativa del
Nacimiento del barranco del Pueblo. Tomamos pues la senda al oeste, en contra
del parecer de algunos que hubiésemos almorzado en la misma senda, atravesamos
la trinchera y descendimos al área recreativa con la sorpresa de que el
barranco llevaba su chorillo de agua.
Acomodados en la mesa del área
recreativa comenzó la exposición de los manjares. Comenzamos con dos tipos de
gambas: de Málaga y de Huelva y chacinas variadas, incluidos unos torreznillos
crujientes. Fue un día de mucha verdura, para descontento de algún carnívoro,
con tres tipos de ensalada y alcachofas, hubo también caballa en adobo,
filetillos tiernos y lomo con ajos. Excelente comida que regamos con tres
botellas de muy buen vino, dos de Rioja y una del Bierzo, que se nos hicieron
más bien cortas. En cambio tuvimos dos litros de té, con chocolate y trufitas,
además de los orujos leoneses.
Salimos del Nacimiento
reconfortados con la comida y con el descanso. Volvimos sobre nuestros pasos
hasta encontrar la senda que baja al pueblo por la loma de los Pinillos, al
lado de algunos antiguos molinos, en uno de los cuales se han hecho obras en
dos albercas y un trozo de acequia.
Teníamos previsto un refresco al
llegar al pueblo y, naturalmente, volvimos al bar Camelia donde se tomaron
infusiones, aquarius y cervezas acompañadas de las correspondientes tapas de
morcilla picantona que vinieron sin pedirlas. Ya sabemos dónde volver cuando
vayamos a la sierra del Chaparral.
Día con predicción de mucho
viento y algunas gotas al mediodía, que amaneció despejado, sereno, sin viento
y así se mantuvo durante toda la mañana. A mediodía se nubló un poquito y eso
fue todo.
Participantes: 13 | Lily, Tere, Luis, Rafa, Mª José, Paco Z., Lola, Carlos, Germán, Pilar, Paco Ponfe, Manuel D. y Jerónimo |
Distancia recorrida: | 20,5 kilómetros |
Desnivel de subida acumulado: | 1.200 metros |
Altura mínima: (715 m – Campo de fútbol de Yunquera) | Altura máxima: (1482 m – Pto. de los Hornillos) |
Tipo de recorrido: | Mitad circular y mitad lineal de ida y vuelta |
Tipo de camino: | Veredas, carril y algún tramo campo a través en la subida al Cerro Arcas. |
Frío.
Ni el calor de la copa de aguardiente ni el café de paisanos
anónimos (alguno conocido, ninguna mujer) caldean los recuerdos de un Quini
vacío, cerrado. En la memoria, congelada, la sonrisa de Carmen travestida en mollete con
jamón o zurrapa, tanto da, tantos años…
Casi frío.
El tibio sol engaña tanto o más que la cuesta que no cuesta.
Olivares sin aceitunas. Castaños sin hojas. Aulagas en flor y alguna orquídea que
ha conseguido dar esquinazo a la sequía.
¿Frío?
Apenas un surco entre el roquedo, una grieta en el matorral,
un vértice escondido y un viento gélido que atempera el ímpetu de la subida y
acorta el tiempo.
Fría espera.
La Cueva del Agua perdió parte de su nombre hace tiempo.
Abandonada a su mala suerte, la fuente languidece a sus pies. Sus últimas
lágrimas caen en el pozo negro del olvido, sin pacos que la cuiden. La sierra
no es la misma sin sus fuentes; añora sus pasos. A la música del viento le
falta el ritmo que marca el tambor del agua.
Frío arriba.
Un bosque ahíto de sol que suspira por días como los de hoy,
por inviernos como los de antes, por semanas de lluvia y nieve en las alturas.
Bellina, cedros que se fueron y volvieron y pinsapos centenarios y caminos que
nos llevan entre sombras, lejos del viento que aúlla en las alturas y nos
grita: ¡en el puerto os espero!
Frío vendaval.
Puerto de los Hornillos. Solo un momento y volar, volar como
el buitre que nos mira, él hacia arriba, nosotros ladera abajo en busca de
cobijo.
Más frío.
Hoy los vinos no han necesitado la frescura de un arroyo y a
las cervezas les ha sobrado el hielo. Ni el trasiego de los platos ni la lengua
que no para calientan los huesos. ¿Quizás la parietaria que alfombra la cueva
pueda acompañarte en futura tortilla, hojas de rábano?
Mucho más frío.
Una huida en movimiento. Un no parar: Cubero, Camaretas,
Cuesta de los Hornillos, Cueva del Agua, caminar casi correr…
El frío queda atrás.
En viento templa su furia y la tarde, apacible, se deja
acariciar.
Dicen que fue su primer día de invierno, que no se le vio sus brazos al sol.