jueves, 30 de noviembre de 2023

2 de diciembre: Cornicabral de Lifa desde El Burgo

Participantes: 6
Ricardo, Germán, Lucía, Paco Ponfe, Manuel D. y Jerónimo
Distancia recorrida:
23 kilómetros
Desnivel de subida acumulado:
1.040 metros
Altura mínima: (536 m – El Burgo, Río Turón)
Altura máxima: (1006 m – Torre de Lifa)
Tipo de recorrido:
Circular con un tramo de ida y vuelta
Tipo de camino:
Veredas y algún tramo de carril


Los rayos de sol aún no calientan ni encienden los álamos junto al río

y El Burgo despierta frío bajo la sombra lejana de Alcaparaín

En el camino, algún lirio de invierno -Juno planifolia

y alguna señal del GR que cabalga la cresta

Los frutos de intenso negro de la esparraguera

Un vaivén de subidas y pequeñas bajadas

que en los claros nos deja contemplar

los tajos calizos que caen de Sª Blanquilla hacia el Turón

Echando la vista alrededor

me los encuentro en un  momento de calentamiento

y charla futbolera

Para ti, Lucía

La encina que marca el sendero a Lifa

Una cornicabra vestida de álamo

y otra de ruborizadas hojas

de las pocas con color que hoy pintan el camino

El pardo está en el suelo, en la senda abierta por el paso de las ovejas

No son sus mejores galas ¿la sequía? ¿este raro otoño?

La Torre de Lifa añora tiempos mejores

cuando desde su atalaya

los amarillos, naranjas y rojos intensos teñían sus pies en las postrimerías del otoño

y los campos reverdecían y llenaban de barro las botas

Hoy queda el vino -media botella-

y parte de un bizcocho de almendra y batata

Frutos de la cornicabra - Pistacia terebintus

La grieta del Arroyo de la Higuera,

bajo el carril

Clematis cirrhosa,

en el Tajo de la Hierbabuena

se convierte en el río del Burgo

y cerca de sus orillas, un majestuoso acebuche

y un no menos espectacular algarrobo

al que le siguen pinos en hilera

hileras de caminantes


y caminantes en espera

Moricandia moricandioides

Y apurando en día, con el río y con el móvil, vamos llegando a El Burgo

Mapa de la ruta

miércoles, 22 de noviembre de 2023

25 de noviembre: El Torcal

Participantes: 11
Germán, Pilar, Paco P., Jesús R., Lily, Jesús C., Manuel D., Paco Z., Lola, Tere y Jerónimo. 
Distancia recorrida:
11,5 kilómetros
Desnivel de subida acumulado:
605 metros
Altura mínima: (955 m – Los Navazos)
Altura máxima: (1345 m – Camorro de las Siete Mesas)
Tipo de recorrido:
Circular, con un tramo prescindible de ida y vuelta
Tipo de camino:
Veredas, sendas de animales y campo a través


Desayuno en el bar Oasis de Villanueva de la Concepción con pitufos, no había molletes, y churros recién hechos, grandes, crujientes, con poco aceite, estupendos. Cada uno nos hemos metido un pitufo bastante grande y uno o dos churros. A 4€/cabeza. Hemos salido contentos.

Antes de las 9 llegábamos al aparcamiento del centro de interpretación del Torcal en el llano de Polvillares. Cada día nos cuesta más prepararnos para comenzar a caminar, que si cambio de zapatos, que si comer algo, que si un forro polar u otro… echamos casi media hora hasta que nos ponemos a caminar.

Comenzamos acercándonos al mirador de las Ventanillas, como ya es habitual, para disfrutar de la vista al sur y luego volviendo para bajar al hoyo de las Ventanillas. Hacía una mañana tan serena, tan diáfana, sin un pelo de aire, que invitaba a recorrer la cresta del sur del Torcal, emulando a las cabras que veíamos en la cúspide de los riscos esperando los primeros rayos del sol.

En la cresta se tenía una vista y un bienestar inmejorables. Alguien propuso tumbarnos allí, al solcito, y dejar pasar el tiempo. ¡A dónde mejor íbamos a ir! Pero somos inquietos por naturaleza y hemos continuado por la cresta, al oeste, para descender poco más adelante al hoyo de la Burra. En él hemos tomado la ruta amarilla, por los Arregladeros, bajo los imponentes tajos del sur.

El Torcal siempre es sorprendente. Con la infinidad de veces que lo hemos recorrido y cada vez nos muestra aspectos diferentes por la forma de las rocas, por la mezcla de vegetación y roca, por el adorno de las cabras diseminadas entre los riscos… Uno va caminando y admirando esas maravillosas composiciones pétreas en forma de estratos horizontales, en forma de tubos verticales, en los equilibrios inverosímiles de las piedras, en los callejones ocupados por la vegetación. Y cada vez hay una perspectiva distinta, nueva, que obliga a parar, a admirar, a fotografiar, esa multitud de rincones, tajos y pináculos.

Después del callejón del Agrasol, al llegar al llano de la Mesa, solemos dejar la senda amarilla para ir en dirección noroeste hacia el Torcal Bajo. El año pasado también seguimos esa ruta llegando hasta la alambrada del cortijo de los Navazos, pero desde allí tomamos al noreste y este por un andurrial horroroso del que salimos a duras penas. Hoy nos proponíamos llegar al Torcal Bajo e investigar la entrada al valle del cortijo de los Navazos para desde allí ir al noreste.

Nos internamos pues al oeste por una zona poco frecuentada, pero con la senda bien marcada, con bonitas formas de erosión, aunque no tan espectaculares como las de las rutas verde y amarilla. Al llegar a las dolinas u hoyos la senda se difumina y hay que buscar el rastro de las ovejas que son las que marcan la senda y nos guían en ese dédalo de callejones que es el Torcal.

El enorme roquedal termina en la llanura cercada por alambrada que ya conocemos. Seguimos la alambrada al suroeste intentando rodear esa llanura y bajar al cortijo de los Navazos, pero la alambrada seguía durante kilómetros alejándonos del punto de partida en el Torcal Alto. Volvimos sobre nuestros pasos continuando por el borde de la alambrada al noreste y cuando giró la alambrada al norte continuamos por el rastro de las ovejas al norte también. Hicimos un corto Ángelus, más por descansar que por comer, pues aún llevábamos los churros en el estómago, y continuamos para llegar a un valle que terminaba en una abrupta caída a los campos de labor del cortijo de los Navazos.

La caída era abrupta, pero no insalvable. Paco encontró una bajadita por la cañada al oeste del valle que evitaba la alambrada y siguiendo el rastro de las ovejas bajamos al llano del cortijo de los Navazos. El cortijo nuevo con la gran nave ganadera queda muy al oeste de donde descendimos, enfrente quedaban las ruinas de lo que fue el cortijo del Navacillo. Nos separaba de ellas la parcela recién sembrada. Detrás de las ruinas del cortijo se veía una clara senda de ovejas. No llegamos a ella, sino que rodeamos el sembrado y por el extremo este dejamos la plácida llanura para internarnos en la loma al este. Cruzamos más arriba la alambrada y seguimos subiendo hasta que la señal de la senda de ovejas se dividía. Una continuaba al este por una garganta muy bonita. Jerónimo la exploró y no le gustó lo que vio, de modo que tomamos un poco más al norte por un amplio valle al cual no descendimos, sino que lo continuamos a media ladera por el pedregal. Desde allí vimos claramente la conveniencia de llegar a las ruinas del cortijo Navacillo y tomar la senda de ovejas que había por detrás de él que nos hubiera llevado suavemente por la ladera norte del valle en el que estábamos. Queda para otra ocasión.

Llegamos al valle al pie de la cornisa del Diablo, pero en vez de seguir el valle para subir al collado de la Sima, atacamos a pecho la ladera hacia una curiosa piedra enorme, llana en parte, que forma un arco apoyada en otra piedra. La formación es bonita, curiosa, pero el repecho y el pedregal se las trae.

Era ya hora de comer, sin embargo, decidimos seguir y pasar el descenso entre repisas y el paso bajo de la repisa inferior antes de la comida. Este trozo de ruta está siempre en nuestras salidas, lo conocemos bien y siempre lo disfrutamos sobre todo por las vistas hacia la llanura de Antequera y por el puntito de emoción que da el caminar por una repisa estrecha con una notable caída al norte.

Buscando un carasol sin viento subimos a la parte alta del camorro de las Siete Mesas, el punto más elevado del Torcal y allí encontramos un restaurante estupendo, al sol y sin viento, con unas vistas insuperables al sur con las formaciones pétreas del Torcal y al oeste con las siluetas azuladas de las múltiples crestas de las montañas. Como siempre tuvimos un ágape excelente con chacinas, verduras, tortillas y carnes, la deliciosa tarta y los tés con orujo finales.

Del camorro volvimos sobre nuestros pasos a la senda dejada, pasamos por la Seta y pusimos rumbo al sur, por un cómodo vallecillo, con la zona de aparcamiento ya a la vista.

Excelente día e insuperable entorno para caminar. Cuando venimos al Torcal ya sabemos que hacemos distancias cortas y poco desnivel, pero el piso tan pedregoso no permite otra cosa.

Villanueva de la Concepción desde Las Ventanillas

Torres de piedra

y en la torre, un macho oteando el panorama

Formas

y formas

y más formas

y alguna flor en el camino - muy pocas - Lobularia maritima

El deambular humano que pisa

millones de años

de historia geológica

Callejones

donde se esconden piedras que parecen animales

piedras para esconderse

o piedras para trepar

Un callejón con salida al oeste

un camino recorrido muchas veces

que siempre parece nuevo

un atisbo de otoño

que niega

el cielo azul 

entre las piedras

Mira que venimos veces

pero entre tanta piedra tan igual

pero tan distinta

siempre hay una que se alza diferente y nueva

o nos mira indiferente ¿dónde irán?

A toparnos con la valla

y buscar

por los Navazos

una salida

que termina, como casi siempre, 

en un callejón con hiedra y sin salida aparente

Paciencia

con buen y prudente paso

todo lapiaz termina

en algo llano y verde que dura poco

Una fuerte subida nos lleva a este dolmen natural o puerta a la nada

y nada nos para para seguir

ni la Cornisa del Diablo

ni las ganas de comer

ni la caída de 50 metros

ni la bóveda de caliza que le han puesto al cielo

y, por supuesto, tampoco lo hará la grieta

ni el paso bajo ¡qué trabajo!

El pez que nos devora

Uno llegó a la cumbre del Camorro de las Siete Mesas

para avisar que en una de ellas habían puesto el vino

la calabaza del postre

y una ventana sin marco en un restaurante con estrella

Duelo al sol

Abandono

Se quedó de piedra

pensando quién lo seguía

y dónde estaba

oculto

en el fondo de la sima

un mapa