lunes, 22 de junio de 2020

Sábado 27 de junio: Sierra de Huétor


Participantes: 16
Fini, Antonio Muñoz, Rafa Lozano, Nori, Luis, Jerónimo, Pili, Paco Ponferrada, Jesús R., Lola, Paco Zambrana, Luci, Manolo, Paco Ruiz, Ricardo y Jesús C.
Distancia recorrida:
14 kilómetros
Desnivel de subida acumulado:
720 metros
Altura mínima: (1250 m – Pto. del Lobo)
Altura máxima: (1.570 m – Vértice junto a la Cruz de Alfacar)
Tipo de recorrido:
Circular en su mayor parte, con algún tramo de ida y vuelta
Tipo de camino:
Veredas, carriles, algún tramo de campo a través.

   
Desayuno en la gasolinera de Beas. Buen pan y café, a 2€.
 
Habíamos pedido a Antonio una ruta con sombra porque está haciendo unos buenos días de calor. Y en verdad que ha transitado por sombra en su mayor parte. Una ruta muy bonita y muy agradable.
Partimos del aparcamiento del Centro de Visitantes de Puerto Lobo por la senda que recorre el oeste de la sierra de Alfacar, ascendiendo entre pinos por un camino de herradura perfectamente trazado para la repoblación forestal, por la zona Recacha del Choto. Entre los pinos se abría el panorama hacia los pueblos del sur oeste de la sierra: Víznar y Alfacar los más cercanos; Jun, Pullanas y Peligros con su gran polígono industrial, más allá, entre olivares y colinas. Mientras, a la derecha, teníamos el tajo del Águila.
Según Antonio esta era la mayor subida de la ruta, y la subíamos casi sin esfuerzo porque era por la mañana, bajo la sombra del pinar, con la alegría que siempre se tiene al comienzo de cada excursión. Cuando nos hemos querido dar cuenta estábamos en la cabecera del barranco del Cerrillo a punto de coronar el collado de Víznar hacia el barranco de la Umbría.
En el collado hay un cruce de sendas: la que traíamos que desciende al barranco de la Umbría y otra que viene cresteando desde el puesto de vigilancia de incendios de la Cruz de Víznar a nuestra derecha, hacia la Cueva del Agua, al noroeste, izquierda. Hemos tomado al sureste, derecha, para acercarnos al peñón donde está enclavada la Cruz de Víznar y trepar por el peñón para llegar a la misma base de la cruz.
Desde la Cruz se ve el vértice geodésico de la cresta de la sierra de Alfacar, al noroeste, nuestro siguiente objetivo siguiendo la senda por cresta a la Cueva del Agua. Después de pasar el primer cerro a la izquierda hemos abandonado esa senda principal por otra de menor rango, a la izquierda, para llegar a un colladito y por el suroeste de la cresta ir a la Cruz de Alfacar. No hemos llegado a esa Cruz, sino que por un lomillo hemos subido monte a través al vértice geodésico.
Se ve que lo que busca el caminante por estos lares son las cruces de Víznar y Alfacar, con sendas muy transitadas, no así el vértice a donde no llegan las sendas, aunque tiene unas vistas fabulosas, sobre todo al sur, hacia la Sierra Nevada y hacia el oeste hacia la ciudad y los pueblecillos cercanos.
Del vértice hemos salido monte a través, al noreste, por una cañadita, hasta encontrar la senda de la Cueva del Agua dejada antes del colladito. Hemos seguido la senda un cortito trecho para dejarla, cerca del collado de la Zorra, por otra a la izquierda que se mete en la ladera norte de la sierra de Alfacar hacia la Alfaguarilla.
Esta senda por la umbría es bellísima, con pinos resineros de buen porte, encinas y quejigos. En el sotobosque domina la estepa, Cistus laurifolius, arbusto de terrenos silíceos, pero que también aparece en dolomías, como aquí. Hoy estaba en la última etapa de su floración, ofreciendo esas flores grandes de pétalos blancos colonizadas por un montón de insectos en busca del polen.
Debajo de la Umbría, en una llanurilla sombreada por grandes pinos resineros, hemos hecho la paradita del Ángelus. Han vuelto los mostachones de Vélez que hemos pasado con un poquito de vino dulce, como es de rigor.
Puestos otra vez en el camino nos hemos acercado a la Alfaguarilla para visitar el enorme pino resinero, Pino Gordo le llaman, y las praderas donde está la fuente de la Alfaguarilla. Según Antonio en el lugar de la fuente siempre había agua, hasta que construyeron la fuente y dejó de manar allí, aunque el agua está presente en todo el entorno como muestra la verde cubierta vegetal.
El objetivo siguiente era el sanatorio de Doña Berta. Hemos caminado al este, siempre por sombra, con hermosas vistas a la sierra de Cogollos con el Peñón de la Mata primero y luego al Majalijar, Orduña, Arana, de la Cruz y Jinestral, todos sin vegetación, castigados por el sol, mientras nosotros disfrutábamos de la dulce sombra.
El sanatorio de Doña Berta recibe al visitante con dos hermosísimos cipreses de Portugal (Cupressus lusitanica) oriundo, no de Portugal a pesar de su nombre, sino de la zona entre México y Costa Rica. Detrás, orientado al sur este, bajo el cerro de las Carboneras, están las ruinas de lo que debió ser un bonito edificio a juzgar por las formas y terraza que aún exhibe. Según Antonio se dice que en el edificio se producen apariciones de una señora vestida de blanco, de un cura alto y delgado, de unos perros…
La senda da la vuelta al cerro de las Carboneras, entre pinos y encinas, para salir a la pista principal. Justo antes de la pista está la Fuente Fría, antes siempre con agua y ahora nunca. Junto a ella nos sentamos a la sombra para almorzar.
Después de desinfectarnos las manos comenzamos el festín con gazpacho y cervezas heladitas, chacina, ensaladas, tortillas variadas, pasta, berenjenas, caballa, pinchitos, lomo al ajillo… y más cosas que seguramente olvido. Luego los quesos y para terminar la ya tradicional tarta de Jerónimo, esta vez de arroz con leche con cáscara de mandarina y jalea de frambuesa, aparte, que la tarta no necesitaba porque estaba jugosísima. Tés y orujos. Vinos de Somontano, Bierzo, Rioja, Ribera y Granada, ricos, fresquitos, a su debida temperatura todos excepto uno.
Después de comer tomamos la pista a la Alfaguara para dejarla enseguida por la que va a Puerto Lobo por el mirador del Gato, entre los cerros Maúllo y Peñón de Viznar. El único trozo del recorrido sin la protección del arbolado. En vez de prestar atención al sol se la prestamos al entorno, al verde valle del río Darro, allá abajo, a los cerros de la Cruz y Casa Fuerte, al este, y a la inmensa Sierra Nevada.
Excelente recorrido, muy apropiado para el tiempo caluroso de principio del verano.
 


Mapa de la ruta
 
Ascendiendo por la Recacha del Choto
 
a sol y sombra
 
La vista puesta en la Cruz de Víznar
 
Subida a la Cruz de Víznar
 
Todo lo que sube, baja
 
Gramínea...
 
Roquedos
 
que cortan el verde del pinar
 
En el vértice próximo a la Cruz de Alfacar
 
Buscando un paso para bajar
 
Bajo el Pino Gordo
 
En la Alfaguarilla
 
Filipendula vulgaris
 
Libelloides baeticus
 
Panorámica de la Sª de Arana
 
Polygala boissieri
 
Abejorro (bombus terrestris)  sobre salvia
 
Lonicera... (Madreselva)
 
Klasea...
 
Pistorinia hispanica
 
Lagarto ocelado
 
Troncos entrelazados
 
Catananche caerulea - Hierba cupido
 
En el Sanatorio de Bertha
 
Ya lo dice su nombre
 
La hora del postre
 
Hypericum hispanicus
 
en su hábitat
 
Tiempo de charla pausada y caminar tranquilo
 
Digitalis obscura - Crujía
 
Helianthemum syriacum
 
Cerro del Maúllo con Sª Nevada al fondo
 

domingo, 21 de junio de 2020

MIERCOLES 24 DE JUNIO: ACANTILADOS DE MARO

Acantilados de Maro. 24-6-2020.
Participantes: Ana, Luis, Pili, Paco Ponferrada, Jesús R., Perpetua, Miguel Ángel, Clara, Lucía, Manuel de Rincón, Manuel de Nerja, Luci, Lili, Antonio Usieto, Jesús C.
Ester en la comida

Distancia recorrida: 5,5 km
Desnivel acumulado: 550 m

La rutita de los acantilados de maro, en su versión light, como la de hoy, es una caminatita para disfrutar, no para hacer deporte. La solemos dividir en dos partes: Cerro Gordo y cerro Caleta.
Hemos comenzado por Cerro Gordo, partiendo del mirador, del gran pino junto al bar en la carretera, que, como nos pasa a todos, con la edad ha perdido ramaje y majestuosidad.
Como era un día festivo, San Juan, hemos descendido con parsimonia, recreándonos con las preciosas vistas a La Herradura, a ese mar de azul intenso, rodeado por una herradura de verde y blanco, de pinos y casas. Con paraditas aquí y allá hemos ido recorriendo la cara este de Cerro Gordo.
Ha habido que dar una voz para que el personal se acercase a visitar el Peñón Partido y sus acantilados. Esta es una vista de las más espectaculares de Cerro Gordo por lo agreste, por esos acantilados, por esas rocas descarnadas, por esas caídas al mar siempre en movimiento, por esa imposibilidad de acercamiento físico a cualquier sitio de los que se ven.
Y del Peñón Partido hacia la torre, por esa subida interminable, siempre con el sol detrás imponiendo su ley. Conforme se asciende, la brisa se nota más, y ese frescor da vida, da las fuerzas necesarias para coronar la cresta y disfrutar de esas vistas maravillosas hacia el oeste, hacia Nerja, con esa costa recortada, puntuada de blanco. A nuestros pies la tremenda caída a cala Manzano. Sólo nos han faltado las cabras. Quizá el calor las ha hecho buscar parajes más frescos en lo alto de la sierra, pero es raro no ver ni una como no hemos visto hoy.
Terminada la vueltecita de Cerro Gordo hemos ido con los coches al aparcamiento del Cañuelo. Miércoles como era y había un montón de coches.
El objetivo siguiente era cerro Caleta. La sendita que parte del aparcamiento pasa por la hornacina de San Judas Tadeo, siempre cuidada y con flores, aunque hoy tenía las que no cabían frente al santo. Al principio, en el primer repecho, el calor se dejaba sentir, hasta alcanzar la cresta. En ella la brisa otra vez nos ha refrescado y nos ha dado ganas de llenarnos con esas vistas únicas a este y oeste.
Sobre los acantilados de cerro Caleta hemos hecho un ligero Ángelus y una paradita. Este lugar lo requiere. En él se nota la fuerza de la Naturaleza en esa interfase entre tierra y mar, entre roca y azul, entre la estabilidad del cerro y la enorme caída del acantilado.
El descenso de cerro Caleta se ha de hacer despacio porque la sendita es empinada y con fuertes escalones. Despacio lo hemos hecho, contemplando la playa de Cantarriján, poco concurrida para lo que acostumbra en verano.
Una vez alcanzada la senda entre Cantarriján y el Cañuelo nos hemos dirigido hacia el Cañuelo por el pie de monte donde Fali Padilla gusta observar pájaros y cabras.
Pasado el desvío a Torre Caleta, Manolo se ha fijado en una sendita que se introducía en el barranco que desemboca en la playa de las Doncellas. Por ella nos hemos metido y por ella hemos descendido hasta el nivel del agua, a una zona pedregosa. Algunos han cruzado un peñasco escarpado y han pasado a la playa de las Doncellas. Otros, desde donde nos encontrábamos hemos entrado directamente al agua.
La calita de las Doncellas, como tiene tan mala accesibilidad, está simple solitaria. Hoy la teníamos para nosotros solos. ¡Cómo hemos disfrutado de sus límpidas y tranquilas aguas! ¡Cómo nos hemos dejado penetrar del frescor mientras nadábamos con tranquilidad en esas serenas aguas!.
La cala tiene un par de peñasquillos, a modo de islitas, y esos peñascos sirven de objetivo para llegar a ellos, rodearlos, y admirar la cantidad de vida que sostienen en la franja regada por las olas.
Después de la nadada, un rato de reposo en la arena hasta que se ha hecho hora de vestirse y salir hacia los coches.
La remontada por el barranco se hace estupendamente, a la sombra, bajo los pinos, acompañados por el gorjeo de los mitos.
La senda de subida tiene algún tramo de sombra en la primera parte y sol rabioso en casi toda ella. En la era del cortijillo hemos disfrutado de la panorámica hacia el Cañuelo y hacia la playa del Inglés, como despedida de las bellas estampas que estas rutitas proporcionan.
Faltaba la tercera parte del programa. La comida en Mardela, en la Herradura.
Manolo había encargado un arroz con bogavante. Lo hemos precedido de unas cervezas con croquetas, mejillones y milhojas de foie con mango. Después, el arroz con unos rosados del Somontano y Rioja. Ahí nos las hemos visto y deseado para sacar la sabrosa carne que esconden las pinzas con unas tenacillas de mala muerte. Riquísimo, sabrosísimo y abundantísimo el arroz. Aún así, hemos pedido un chuletón poco hecho para compartir y terminar el ágape con sabor a carne. Luego postres, cafés y un par de orujos.
Merece la pena venir al Mardela. Hemos salido satisfechísimos, dispuestos a volver en cuanto se presente ocasión. Hemos cerrado el garito a las 6 de la tarde.
Disfrute total ha sido el día de hoy, por las vistas, por el agua, por la opípara comida y, sobre todo, por la compañía. Inmejorable día de San Juan.


POR CERRO GORDO CON VISTAS A LA HERRADURA



EN EL PEÑÓN PARTIDO



LLEGANDO A LA TORRE DE CERRO GORDO

EL GRUPO EN LA TORRE DE CERRO GORDO


HACIA EL CERRO CALETA



ÁNGELUS EN EL CERRO CALETA

BAJANDO DEL CERRO CALETA

BAJANDO HACIA LA CALA DE LAS DONCELLAS


LAS LIMPIAS AGUAS DE LA CALA DE LAS DONCELLAS
EL FANTÁSTICO BAÑO

SECANDO AL SOL




SALIENDO DE LA CALA
LA CALA DE LAS DONCELLAS
ADMIRANDO EL PAISAJE
LA CALA DEL CAÑUELO
Asteriscus maritimus, Estrella de mar 
Delphinium plantaginum, Espuela de Caballero
Echium creticum subsp. coincyanum, Viborera

EN EL RESTAURANTE MARDELA DE LA HERRADURA
ARROZ CON BOGAVANTE


LOS POSTRES