martes, 28 de enero de 2020

1 de febrero: Dúrcal - Peñón de Granada


Participantes: 22
Javier Sánchez, Pili de Granada, Manuel Titos, Antonio Muñoz, Tere, Jerónimo, Nori, Luis, Pili, Paco Ponferrada, Jesús R., Rafa, Enrique, Lola, Paco Zambrana, Lucía, Manuel de Nerja, Luci, Manu, Paco Ruiz, Ricardo y Jesús C.
Distancia recorrida:
14,7  kilómetros
Desnivel de subida acumulado:
965 metros
Altura mínima: (880 m – Molino de dolomías)
Altura máxima: (1.705 m – Peñón de Granada)
Tipo de recorrido:
Circular
Tipo de camino:
Veredas, carriles, arenas de la rambla.

Desayuno: Bar Donde Siempre, en la circunvalación de Dúrcal. Buen pan con tomate y churros. A 2,50€ porque hubieron bastantes extras.

 
Estas salidas que organizamos por la parte baja de las sierras granadinas despiertan muchísimo interés. La prueba son los 22 participantes. Quizá también por la novedad; muchos de los participantes no conocían la ruta.

Después de alguna confusión en la salida desde el bar al Molino de Dolomía nos reunimos todos en el Molino y partimos por el carril al noreste, hacia la entrada a la Rambla por esa trinchera excavada en el monte. Al lado de la trinchera de acceso se puede ver la profundidad de la cantera, la misma que tienen las gravas de la Rambla: unos 50 m, ¡casi nada!

Sobre esa enorme capa de grava entramos en la Rambla, al este, ascendiendo por donde mejor nos parecía. Caminar por la grava es pesado porque resbala uno a cada paso, consumiendo una energía que no sirve para nada.

La Rambla está jalonada por hileras de cipreses y en medio de ella han crecido grupos de árboles del cielo (Ailanthus altissima). Pero esto son detalles sin importancia. La atención está en los conos de deyección de todos los barranquillos que mueren en la Rambla. ¡Que cantidad de grava aportan todos! Impresionante. La Rambla sale de vez en cuando, recorta esos conos y arrastra la grava hacia abajo. Por encima de los barranquillos laterales están los peñascales, afilados, verticales, centinelas de la Rambla.

En los barranquillos laterales y en la misma Rambla se construyeron diques de contención de las aguas y de las gravas. Todos están ya colmatados hace mucho tiempo, pero juegan un importante papel para evitar en lo posible la erosión. El barranco de la Rambla es el mejor sitio para mostrar qué es la erosión hídrica y sus consecuencias.

Sobrepasamos un primer dique por la izquierda y antes del segundo sale una sendita a la derecha que nos aparta del cauce de la Rambla para ir paralelos a ella en un nivel superior. Desde esta atalaya se aprecian mejor los arrastres de la erosión, especialmente en el barranco del Escopetar.
El Ayuntamiento de Dúrcal hizo una captación de agua para el pueblo, la metió por la Rambla y tuvo la feliz idea de poner varias fuentes a lo largo de ella. Sólo queda en pie una, la más cercana a la captación porque está fuera del cauce. En ella aún se puede uno refrescar el gaznate.
Sube luego la senda por la empinada ladera del principio de la Rambla. Sus múltiples zigzags suavizan la pendiente y su piso, empedrado a trechos, está muy bien conservado.
En el carril de la Magara tomamos al norte para contemplar la bonita vista del valle del río Dúrcal desde cerca de los Voladores. Enfrente están los escarpados Alayos, abajo el río, y a la izquierda las sierrecillas de la Chaza y de las Buitreras, casi inaccesibles.
Después de contemplado el panorama Lola Valle tuvo unas palabras en recuerdo de nuestra querida compañera Lola Díaz. Todos rememoramos su empuje, sus ganas, sus abrazos para sacar energía de los árboles más corpulentos, y, sobre todo, su alegría. Terminamos con la lectura de unos emotivos versos de San Juan de la Cruz.
Partimos todos con el recuerdo de Lola en la mente hacia la loma del Perro. Pasamos cerca de los desnudos nogales del cortijo del Obispo y llegamos a la pista principal, al Camino de la Dehesa que sube desde Nigüelas. Allí tomamos un carrilillo al oeste que nos acercó a la parte más alta de la zona del Zahor.
Ascendimos al cerro Granada, hicimos un sinfín de fotos con el telón de fondo de la loma al Caballo, blanca, refulgiendo al sol, y luego buscamos un abriguillo al amparo de las carrascas para sentarnos a comer. Claro con tanta gente es imposible recordar la cantidad de ensaladas, verduras, tortillas y carnes de diversos tipos que salieron de las mochilas. También un montón de botellas de vino que abríamos a pares. Hubo de todo, aunque predominaron las garnachas del Campo de Borja, seguidas de los Riojas.
Terminamos con una tarta de ciruela y avellana de sabor exquisito, aunque Jerónimo no estaba contento con el cuajado y la presentación. Tés y orujos para pasar la tarta.
Antonio Muñoz nos llevó a la cámara de carga de la tubería que baja a la central hidroeléctrica de San José. Por la senda junto a ella bajamos teniendo en frente la llanura de Nigüelas, Dúrcal y Padúl, Cónchar abrigado en su valle, y la Tejeda-Almijara, nuestra sierra por excelencia, al fondo con sus cumbres blancas. Esta bella vista nos ayudo a sobrellevar las mil y una vueltas y revueltas de la loma de la Rampa.
Terminamos repartiendo unas cuantas cajas de riquísimas naranjas de la huerta de Paco Ruiz. De vez en cuando tenemos mercadillo sabatino.
Una muy bonita excursión, en un día cálido, primaveral, sin viento, y con una buena visibilidad. ¿Qué más se puede pedir?

 

Mapa de la ruta

No caben más flores en las ramas del almendro

Ese cálido sol de invierno

que no alcanza con sus oblicuos rayos el interior de la rambla

Por la Rambla de Dúrcal

Erosión

Salimos del cauce de la rambla por una vereda lateral

Formas en las dolomías

erosionadas en laderas imposibles

Agujas a un lado y otro

del Barranco del Escopetar

Vistas a Padul

En el carril junto a los Voladores

Collado de los Voladores

Valle del Dúrcal y los Alayos

Palabras para Lola




En una noche oscura,
con ansias en amores inflamada,
¡oh dichosa ventura!,
salí sin ser notada,
estando ya mi casa sosegada.

A escuras y segura,
por la secreta escala, disfrazada,
¡oh dichosa ventura!,
a escuras y en celada,
estando ya mi casa sosegada.

En la noche dichosa,
en secreto, que nadie me veía,
ni yo miraba cosa,
sin otra luz y guía
sino la que en el corazón ardía.

Aquesta me guiaba,
más cierto que la luz del mediodía,
donde me esperaba
quien yo bien me sabía
en parte donde nadie parecía.

¡Oh noche, que guiaste!,
¡Oh noche amable más que la alborada!,
¡Oh noche que juntaste
Amado con amada,
amada en el Amado transformada!

En mi pecho florido,
que entero para él sólo se guardaba,
allí quedó dormido,
y yo le regalaba,
y el ventalle de cedros aire daba.

El aire de la almena,
cuando yo sus cabellos esparcía,
con su mano serena
en mi cuello hería,
y todos mis sentidos suspendía.

Quedeme y olvideme,

el rostro recliné sobre el amado,
cesó todo, y dejeme,
dejando mi cuidado
entre las azucenas olvidado.
 
 San Juan de la Cruz "Noche oscura del alma"
 
Desde el Cortijo del Obispo

Las nieves del Caballo

Grupo en el Peñón de Granada

Vinos

Bajada desde la cámara de carga de la Central

con vistas a las impresionantes cárcavas abiertas en el barranco

La senda baja en acusada pendiente

con unas vistas impresionantes

que se prolongan hasta los Alayos

Las zetas de la senda

Flores del almendro

lunes, 27 de enero de 2020

MIERCOLES 29 ENERO 2020: LA MAROMA CON NIEVE DESDE EL ALCAZAR

El Alcázar-Cerro de la Majada del Arce. 29 enero 2020.
Participantes: Miguel, Pepe, Manuel de Rincón, Enrique, Pili, Paco, Manuel de Nerja, Lucía, Luci, Manu, Antonio Sánchez, Victoria, Antonio Usieto y Jesús
Distancia recorrida: 13,6 km
Desnivel acumulado: 930 m

Desayuno en el Cruce. Aceptable. GRACIAS, PEPE, POR TU INVITACIÓN Y FELICIDADES RETRASADAS EN TU ANIVERSARIO.

Paco Hernando, conservador de las viejas costumbres del grupo, propuso subir a la Maroma a pisar la nieve. Esta era una de las costumbres del grupo primigenio cuando la Maroma aparecía blanca. Además propuso bajar a comer bien a la Alcauca, bien al Alcázar, con Pedro Aguilar.
Salimos pues del cortijo del Alcázar ligeros de equipaje, con agua y ropa en la mochila, ya que la comida y bebida quedaron en los coches.
Subimos por la pista, más larga pero más suave que el cortafuegos, y más propiciadora de conversaciones. Tiene también su encanto porque se pasa bajo los tajos de Panete, luego nos lleva hasta el mismo cerro del Tocón y después por los abruptos Castellones, antes de atacar la senda por la loma de las Víboras. En la loma comenzaron a aparecer las primeras manchas de nieve y cuando llegamos a las Llanadas del Espino la nieve era ya casi continua aunque con la senda limpia.
En la Llanadas vimos multitud de cabras, concentradas allí quizá porque la nieve les tapaba el alimento más arriba. Las laderas de los cerros del Mojón y del Águila estaban preciosas con ese manto blanco refulgiendo al sol.
La nieve es muy bonita…, pero en según qué condiciones. En la cañada del Espino la nieve estaba helada, tanto la pisada en la senda como la impoluta de los alrededores. Comenzamos a patinar, a tener que ir muy despacio, arriesgando para avanzar. Hubo dos previsores: los dos Manueles trajeron sus cadenas y caminaban tan ricamente; pero los demás no.
Decidimos abandonar la senda y pasar a la ladera derecha de la cañada, orientada al sur, casi sin nieve. El tránsito de una a otra ladera fue laborioso. Paco, con su fuerza, fue abriendo huella en el hielo, y sobre sus pisadas pasamos los demás.
Por la vertiente derecha se caminaba sin ningún problema. Subimos hasta el collado del Espino para constatar lo esperado: la senda por la ladera del barranco de los Tejos estaba más helada aún. Impracticable totalmente.
Tomamos las cosas con filosofía. Paramos en un carasol al Ángelus y luego nos acercamos al cerro de la Majada del Arce que ninguno habíamos pisado.
El descenso por la cresta de la vertiente derecha de la cañada del espino se hizo sin mayor problema, hasta retomar la senda por debajo de la fuente del Espino.
Al final de la senda de las Víboras hubo división en el grupo: unos volvieron por la pista y otros por el cortafuegos hasta cerca de la Cerca. Ese entorno, con tantos arroyos, con tanta agua, con tanta vegetación, es especialmente bonito. Nos sirvió de broche final antes de encontrarnos con Pedro en el cortijo del Alcázar.
Pedro no había perdido el tiempo. Había encendido una fogata, candela le llama él, y en una mesa aledaña había colocado un enorme trozo de panceta, una morcilla y unos chorizos, además de tres panes de Alcaucín.
Asó la panceta, se repartió la morcilla, se asaron luego los chorizos… y de lo que traíamos los caminantes apenas se comieron las ensaladas y algún trocito de tortilla. Alrededor de la mesa, en esa mañana soleada, serena, deliciosa, todos dimos gracias a la nieve helada que nos hizo regresar a tiempo para saborear este delicioso festín.
Terminamos con bombones, roscón de Reyes y mus de chocolate, tés y orujos varios.
Nos hemos hecho el firme propósito de invitar a Pedro más a menudo. Bueno, invitar es un decir, porque fue él quien trajo esa chacina tan estupenda.


SUBIENDO POR LAS VÍBORAS

LAS CABRAS ESCAPAN DE LA NIEVE

EL ZORRO TAMBIEN BUSCA COMIDA
LLEGAMOS A LA NIEVE EN LA FUENTE DEL ESPINO

ABANDONAMOS LA SENDA DE SUBIDA A LA MAROMA




LOS CABALLOS AL BORDE DE LA NIEVE

EL ÁNGELUS

LLEGANDO AL CERRO DE LA MAJADA DEL ARCE
INICIANDO LA BAJADA

PEDRO EN PLENA FAENA



LAS CERVEZAS Y LOS VINOS

LOS COMENSALES