Participantes: Paco Ponferrada, Antonio de Fornes, Antonio Usieto,
Manolo, Antonio Muñoz y Jesús.
Distancia recorrida: 21,4 km
Desnivel acumulado: 1490 m
Desayuno en el Mesón de Güéjar, en la plaza, junto al ayuntamiento. Buen
pan con aceite a dos euros.
Salimos a la montaña a disfrutar. Esa es nuestra máxima en toda la
Vinoteca y especialmente en el grupo de los jubilados. Pero de vez en cuando
nos gusta probar nuestras fuerzas. La ascensión a Vacares la tenemos entre esas
excursiones que requieren mucho esfuerzo. La hicimos hace tres años y todos
teníamos in mente que había que repetirla.
Paco salió de Málaga muy temprano, nos recogió al grupito de Torre a
las 6 en la plaza de la Axarquía y poco más tarde a Manolo en la gasolinera de
Nerja. Cuando llegamos a la plaza de Güéjar Antonio Muñoz ya estaba allí como
un lugareño más.
En la Vegueta del Caracol sólo había un par de coches. ¡Qué diferencia
a cuando vamos los sábados! Partimos sobre las 8,30 con buen ánimo, por esa vereda
de la Estrella que por muchas veces que se recorra siempre está bonita. La
vegetación herbácea estaba ya seca pero allí quedaban los fresnos, arces,
serbales y robles para tapizar de verde las escarpadísimas laderas al río.
Sin paradas llegamos al puente del Vadillo Negro y, tras una breve
paradita a contemplar el caudaloso Genil, atacamos esa empinada cuesta del
Calvario o de los Presidiarios. La senda va muy bien trazada, con zigzags para
suavizar la pendiente. Pasamos por los restos de la venta de Marta y al llegar
a la cresta del Gallo volcamos al valle del Vadillo por un breve trecho, para
enseguida volver a la cresta, dejar el ramal al refugio del Barracón del
Calvario, y continuar por esa interminable loma del Calvario.
Al principio los pinos silvestres protegen con su sombra, después queda
la loma, el sol, y la voluntad de proseguir. Ayuda mucho en la caminata
contemplar continuamente las espectaculares caras norte de Alcazaba, Mulhacén,
Machos y Veleta, con sus neverillos blancos y los profundos valles del Guarnón
y Valdeinfierno hacia el Genil.
En los últimos pinos paramos al Ángelus. Esta vez sustituimos el
vinillo dulce de Ricardo por el té de la sierra de Antonio Muñoz.
Al levantarnos nos enfrentamos a la parte más dura del recorrido: la
cuesta de la Barraca, por esa ladera empinada, desnuda, sin un atisbo de
misericordia para el caminante.
Cuando ya los primeros del grupo habían alcanzado el desvío de la senda
a las minas de Vacares, cerca de la Fuente Fría del Calvario, Jesús se sintió
mal: algún mareo y, principalmente, el estómago muy revuelto. Siguiendo las
indicaciones de los Antonios de Fornes y Muñoz se tumbó un rato con los pies en
alto. Antonio Muñoz dijo enseguida que eso era mal de altura y que se pasaría
en cuanto bajáramos un poco.
El grupo discutió brevemente si dejar a Antonio Muñoz y a Jesús y el
resto proseguir. Pero fueron sólo unos momentos, porque todos decidieron
acompañar a Jesús en el descenso y dejar Vacares para otro día. La solidaridad
del grupo es una constante y se agradece muchísimo.
Con esfuerzo levantaron a Jesús quien, apoyado en Antonio Sánchez,
comenzó lentamente el descenso mientras el resto llevaban sus pertenencias.
Tener a un montañero en el grupo con la experiencia de Antonio Muñoz es
una bendición. Tal como había pronosticado al bajar se fueron pasando los
efectos del mal de altura.
Paramos a comer a la sombra del pinar y en ese rato de tranquilidad a
Jesús se le acabaron de pasar los efectos del mareo. La parada fue larga, no
porque comiéramos mucho, sino porque nos apetecía la charla y el descanso a la
sombra. Como novedad, para esta excursión tan exigente, en vez de botellas de
vino llevábamos el vino en botellitas de plástico de medio litro, evitando así
pesos superfluos. Se probaron un clarete de Ribera del Duero, un garnacha de
Valencia y un tempranillo de Rioja. No estuvo nada mal. Repetiremos la idea en
otras ocasiones.
Jesús, ya totalmente recuperado, cargó con su mochila y el grupo se
puso en marcha descendiendo. Paramos en la Alberca de la Loma porque estaba
rodeada de rosales en flor, preciosa, aunque el agua, estancada y sin uso,
dejaba que desear.
Como teníamos tiempo nos desviamos con el Sulayr al refugio del
Barracón del Calvario, limpio y en buenas condiciones, para retomar luego la
bajada por los Presidiarios.
En la orilla del Genil, a la vera del puente Vadillo Negro, nos aposentamos, descalzamos, y remojamos pies
y cabeza durante un buen rato. Reconfortados con ello emprendimos la subida a
la vereda de la Estrella y con ella llegamos a los coches, un poco
desilusionados por la meta no alcanzada, pero contentos por el día de sol pero
fresquito que habíamos tenido.
Algunas plantas vistas: Cañaheja (Ferulago granatensis), Serbal híbrido
(Sorbus hibrida), Cominos negros (Laserpitium latifolia), Smyrnum perfoliatum,
Durillo dulce (Cotoneaster granatensis), Potentilla hirta, Alfilerillos de
Sierra Nevada (Erodium rupicola), Lechetrezna de Sierra nevada (Euphorbia
nevadensis)
EL RIO GENIL EN LA VEGUETA DEL CARACOL
POR LA VEREDA DE LA ESTRELLA
UN ABUELO TOMANDO ENERGÍA DE OTRO ABUELO
Cominos negros, Laserpitium latifolia
Dactylorhiza relata blanca
Erodium rupícola
BAJANDO AL RÍO
EN EL PUENTE DEL VADILLO NEGRO
LAS PRIMERAS VISTAS DE LA ALCAZABA, EL MULHACÉN, LOS MACHOS Y EL VELETA
POR LA LOMA DEL CALVARIO
LA ALBERCA DE LA LOMA
UN ANTONIO
OTRO ANTONIO
UN MANUEL
SUFRIENDO LA SUBIDA POR LA CUESTA DE LA BARRACA
LAS CRESTAS ESPECTACULARES
BAJANDO DE LA LOMA
LA COMIDA BAJO LOS PINOS
EN MARCHA DE NUEVO TRAS LA COMIDA
BARRACÓN DEL CALVARIO
NIDO CON HUEVOS
LAS ÚLTIMAS VISTAS DE LAS CRESTAS
REFRESCANDO EN EL RÍO GENIL
CONTEMPLANDO EL BARRANCO DESDE LA VEREDA DE LA ESTRELLA
FANTÁSTICO DIBUJO DE ANTONIO
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