Participantes: Manolo, Pepe, Victoria,
Antonio y Jesús
Distancia recorrida: 11,2 km.
Desnivel acumulado: 660 m.
Desayuno en el Cruce de la carretera de
Benamargosa. Pitufos con aceite
Aparcamos en Ventas de Zafarraya nada más pasar el puente de la vía del
tren, a la izquierda, justo donde comienza el sendero a los miradores del
Pradillo y de la U, y al Boquete. La veredita que abrieron para esta ruta es
estrechita y a trechos poco marcada, pero facilita mucho la subida por esa
empinada pendiente.
Admirando las vistas de la llanura de Zafarraya desde el mirador del
Pradillo estuvimos un ratito. Antonio, que no puede parar, pronto tomó la
veredita al Boquete. Hace años, cuando comenzó a salir, jamás tomaba la iniciativa.
Ahora, gracias al aprendizaje recibido,
se siente más seguro y suele abrir las caminatas.
Poco antes del mirador de la U la sendita se divide yendo la de la
izquierda al Boquete y la de frente al mirador. Ambos lugares se han de
visitar. El Boquete es impresionante por sus dimensiones. Es un agujero
inclinado que traspasa la sierra dando vistas al sur, de entre 10 y 20 m de
altura y algo más de anchura, realmente llamativo. Por encima, el mirador de la
U tiene buenas vistas al Llano pero también al sur que son novedosas.
Íbamos con temor al viento y a la lluvia anunciada por Pepe, portavoz
de Maldonado, para mediodía, por eso nos entretuvimos poco en el mirador de la
U. Lo justo para decidir evitar la cresta bajando por la ladera sur
aprovechando una traza que parecía vereda. Descendimos a esa traza pero
desapareció enseguida. Disfrutamos viendo a un grupito de cabras trepar por el
acantilado sur del Boquete. ¡Con qué facilidad trepan y saltan por el abismo!
Ni que fueran cabras.
Intentamos continuar al oeste sin perder altura. Imposible. El roquedal
se pone intransitable. Bajamos pues un poco más hasta una lengua de tierra que
hay más abajo. Decisión acertadísima porque en la tierra las vereditas de las
ovejas nos facilitaron el camino para ir remontando la ladera hasta el majuelo
y colladito que da vista al Hoyo del Toro, una inesperada dolina herbosa en lo
alto de la sierra.
Siguiendo la marca de las ovejas sobrepasamos el Hoyo para llegar
enseguida a la cueva de los Guaicos. Nos sorprendió el aire húmedo y cálido que
salía de la cueva. Entramos en ella, al principio tres y luego los cinco, la
exploramos hasta el final gracias a la luz de un teléfono y allí nos
preguntamos por el significado de Guaicos ¿qué querrá decir?
Continuamos la andadura. Manuel divisó en lo alto del cerro Hoyo del
Toro un vértice geodésico y, claro, hubo que subir a él y hacer las consabidas
fotos. Bajamos a recuperar la senda al oeste. Esta senda se marcó en su tiempo
porque de tanto en tanto hay postes. Hoy las marcas que permanecen y guían son
los rastros de las ovejas.
Una vereda, en tiempos notable, viene desde el sur, la nuestra se une a
ella un corto trecho, hasta el collado inmediato, y allí desaparece. Vuelta a
seguir las marcas de las ovejas para subir al Tajo del Cabrero, por el sur,
evitando la cresta y la cima. Dimos vista a Marchamonas, Vilo y puerto del Sol
y, confiando en las ovejas, nos encaminamos al collado de Veredas Blancas. No
nos defraudaron y al collado nos llevaron. Era casi la hora predicha para la lluvia,
pero afortunadamente el tiempo estaba estable y aún con sol.
La Vereda Blanca nos parecía una autopista después de los pedregales y
aulagales pasados. A media ladera un indicador señala una sendita a la cueva de
los Guaicos y Hoyo del Toro. Una propuesta para explorarla cayó en saco roto;
el personal no quería caminar más. Nos figuramos que debe subir al colladito a
donde llega la vereda que sube del sur.
Bajamos al final del pinar en un santiamén y en un llanito cerca del
carril entre sierra y llano buscamos acomodo para el almuerzo. ¡Qué banquetazo!
Comenzamos por un caldito caliente, luego unos canapés de queso y salmón,
después jamón, chorizo, cecina y longaniza. Mientras la ensalada de tomate y
aguacate, y las anchoas pasaban de mano en mano. Salieron también albóndigas y
magro de cerdo con ajos. Para terminar quesos variados, chocolate y orujos.
¡Ah! Y lo más importante, una botellita de Botani garnacha que Pepe había
prometido y otra de Rioja. Memorables las dos.
A duras penas arrancamos de ese magnífico restaurante para tomar el
carril que los mapas nominan como “Vereda de Alfarnate a Vélez”. El carril
cruza el llano hasta Ventas de Zafarraya donde terminamos la caminata
celebrando que Maldonado se hubiera equivocado hoy, tanto en la lluvia como en
la fuerza del viento.
EN EL MIRADOR DEL PRADILLO
EL BOQUETE
SUBIENDO AL MIRADOR DE LA "U"
EN EL MIRADOR DE LA "U"
EL BOQUETE POR LA CARA SUR
EN LA CUEVA DE GUAICOS
VÉRTICE GEODÉSICO HOYO DEL TORO
IRIS PLANIFOLIA. LIRIO DE INVIERNO
LOS INMENSOS NOGALES
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