lunes, 16 de junio de 2014

DÍAS 18 Y 19 DE JUNIO: HOYA DEL PORTILLO - MULHACÉN

Hoya del Portillo – Mulhacén, 18 y 19 de junio de 2014

Participantes, Antonio Muñoz, Antonio Usieto, Ricardo, Manuel de Nerja, Jesús

Distancia recorrida: 25 km
Desnivel acumulado: 1560 m

Caminata, como las obras de teatro, en dos actos. Día 1. Hoya del Portillo-Mulhacén-Refugio Poqueira. Día 2. Refugio Poqueira-Hoya del Portillo.

La planificación era que un guarda del Parque nos llevase en su coche hasta el Alto del Chorrillo y llevase además la impedimenta no necesaria para caminar al refugio del Poqueira. Pero el hombre propone y los coches disponen. El coche se estropeó y tuvimos que hacer la caminata completa con las mochilas repletas.
Partimos de la Hoya del Portillo por la suave senda que atraviesa el pinar de repoblación de pino silvestre hacia puerto Molina. Ricardo venía en plena forma y despuntó delante ganándoles la mano a una pareja de alemanes que había salido delante de nosotros. Paramos en puerto Molina a contemplar los valles del Poqueira y Toril y cuando reanudamos la marcha ya Ricardo estaba casi en lo alto del cortafuegos que sube hacia el Cascajar Negro. El resto evitamos esa subida rodeando el cerro por la pista reencontrándonos en el Alto del Chorrillo.
Ya juntos dejamos la pista y enfilamos la senda a la loma del Mulhacén. Paramos a tomar fuerza con el Ángelus y volvimos con ganas a la senda. La subida es bastante suave pero larga, con una senda muy marcada y una inútil pista, afortunadamente ya medio arruinada, para que subieran vehículos hasta la cumbre. La senda va cortando la pista mientras asciende por el pedregal de la loma. Las vistas hacia el oeste, abarcando desde el puntal de la Caldera hasta Cerrillo Redondo, con las faldas de las cumbres adornadas del blanco de los neveros, son excepcionales. Pero hasta de lo bonito nos cansamos y para evitar la monotonía hay que recurrir a las plantitas. En ese inmenso pedregal que parece desértico hay un montón de plantitas chiquitujas, florecidas en esta época, de formas y colores variadísimos. Está la genciana de fuerte color azul, los alfileres de flor blanca maculados de púrpura, la sanguina de flores rosas, la amarilla linaria de Sierra Nevada, el humilde buscapiernas, el blanco carraspique de Sierra Nevada, el cuernecillo de flores amarillo rojizas, la hierba rosa como una bolita de ese color, la violácea espuelilla de Sierra Nevada, la amarilla y lila zamárraga…
Poco antes de la cumbre hay una placa en honor de Félix Rodríguez de la Fuente y bajo ella una explanada donde termina la inservible pista. Allí se pensaba hacer un aparcamiento quizá pretendiendo que Felix lo tutelase y aprobase semejante desmán. Ya llegando a la cumbre nos recibe la amapola del Mulhacén, que no de Sierra Nevada pues solamente está allí, en el Mulhacén, con sus pétalos naranja y estambres amarillos, una de las más raras sino la más de toda la Sierra.
Desde la cumbre se abre la vista al norte, al valle del Valdeinfierno y Genil, con la laguna de la Mosca allá en lo hondo, 600 m bajo nuestros pies. Hay que retirarse pronto de tan tremendo, vertiginoso, precipicio. Almorzamos en la misma cumbre, amparados por las ruinas de la ermita, aunque con menos apetito que de costumbre ¿sería por la altura?
Bajamos por la ladera oeste hacia la Caldera, y allí nos esperaba otra sorpresa del día: los borreguiles donde nace el río Mulhacén. Qué vallecito tan suave, tan verde, rezumando agua por los pedregales circundantes, agua que se remansa en lagunitas unidas por regatillos de agua cristalina. Si el Paraíso existe, este borreguil seguro que forma parte de él.
Ya el río Mulhacén fue nuestra guía en el descenso hacia el refugio Poqueira. Sus cascaditas, sus lagunitas, sus borreguiles, los nacimientos de agua en ambos márgenes, sus neveros…nos acompañaron en nuestro lento descenso. Nos costaba dejar atrás entornos tan bonitos.
Y así, con el alma henchida de belleza llegamos al refugio. En él, nuestra duchita de agua caliente y a por la esperada cervecita del aperitivo. Agradecimos la sopita caliente con que abrimos boca, la bien condimentada ensalada de pasta y el contundente lomo con pimientos con que cerramos el capítulo principal. Pero hubo más. Antonio sacó su botella de excelente cava para celebrar su llegada al Milhacén y luego, con la charla, con las pastitas de Alhama, con los bombones y unas infusiones, aún nos cupo una copita de orujo blanco. ¿Qué más se puede pedir para terminar una deliciosa jornada?
Tranquilidad y silencio absoluto en el dormitorio. Lo propio para el descanso que necesitábamos.
La mañana despuntó con lluvia, puntualmente anunciada por el fino oído de Antonio, lo que nos hizo dar media vuelta debajo de los edredones y continuar en la piltra un ratito más. Desayuno variado y abundante. Y al camino otra vez.
El regreso a la Hoya del Portillo conlleva una pequeña subida para salir de la hoya donde está el refugio hasta la senda por la que baja el agua de boca de Capileira. Desde allí descenso suave, primero por el piornal siguiendo la senda de la tubería y luego por el carril pista y senda en el pinar a la Hoya del Portillo.

Una caminata memorable.

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INICIO DE LA RUTA EN LA HOYA DEL PORTILLO
EL VELETA CON SUS NEVEROS
BUSCANDO FLORES EN LA LOMA DEL MULHACÉN
PAPAVER LAPEYROUSIANUM, AMAPOLA DEL MULHACÉN
EN EL PEÑÓN NEGRO (3.361 M.)
EN LA CIMA DEL MULHACÉN (3.482 M.)
LOS VINOS EN LA CIMA DEL MULHACÉN Y EL CAVA QUE LLEVO ANTONIO USIETO PARA CELEBRAR SU BAUTISMO DEL MULHACÉN

EL RESTAURANTE EN LA CUMBRE
BAJANDO HACIA LA CALDERA
EN LOS BORREGUILES DEL RÍO MULHACÉN


CAMINADO SOBRE LAS AGUAS DE LA LAGUNA DEL MAJANO
NEVERO SOBRE EL RÍO MULHACÉN
LLEGANDO AL REFUGIO DE POQUEIRA
VOLVIENDO DESDE EL REFUGIO HACIA LA HOYA DEL PORTILLO

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