Hoya del Portillo – Mulhacén, 18 y 19 de junio de
2014
Participantes, Antonio Muñoz, Antonio Usieto, Ricardo, Manuel de
Nerja, Jesús
Distancia recorrida: 25 km
Desnivel acumulado: 1560 m
Caminata, como las obras de teatro, en dos actos. Día 1. Hoya del
Portillo-Mulhacén-Refugio Poqueira. Día 2. Refugio Poqueira-Hoya del Portillo.
La planificación era que un guarda del Parque nos llevase en su
coche hasta el Alto del Chorrillo y llevase además la impedimenta no necesaria
para caminar al refugio del Poqueira. Pero el hombre propone y los coches
disponen. El coche se estropeó y tuvimos que hacer la caminata completa con las
mochilas repletas.
Partimos de la Hoya del Portillo por la suave senda que atraviesa
el pinar de repoblación de pino silvestre hacia puerto Molina. Ricardo venía en
plena forma y despuntó delante ganándoles la mano a una pareja de alemanes que
había salido delante de nosotros. Paramos en puerto Molina a contemplar los
valles del Poqueira y Toril y cuando reanudamos la marcha ya Ricardo estaba
casi en lo alto del cortafuegos que sube hacia el Cascajar Negro. El resto
evitamos esa subida rodeando el cerro por la pista reencontrándonos en el Alto
del Chorrillo.
Ya juntos dejamos la pista y enfilamos la senda a la loma del
Mulhacén. Paramos a tomar fuerza con el Ángelus y volvimos con ganas a la
senda. La subida es bastante suave pero larga, con una senda muy marcada y una
inútil pista, afortunadamente ya medio arruinada, para que subieran vehículos
hasta la cumbre. La senda va cortando la pista mientras asciende por el
pedregal de la loma. Las vistas hacia el oeste, abarcando desde el puntal de la
Caldera hasta Cerrillo Redondo, con las faldas de las cumbres adornadas del
blanco de los neveros, son excepcionales. Pero hasta de lo bonito nos cansamos
y para evitar la monotonía hay que recurrir a las plantitas. En ese inmenso
pedregal que parece desértico hay un montón de plantitas chiquitujas,
florecidas en esta época, de formas y colores variadísimos. Está la genciana de
fuerte color azul, los alfileres de flor blanca maculados de púrpura, la
sanguina de flores rosas, la amarilla linaria de Sierra Nevada, el humilde
buscapiernas, el blanco carraspique de Sierra Nevada, el cuernecillo de flores
amarillo rojizas, la hierba rosa como una bolita de ese color, la violácea
espuelilla de Sierra Nevada, la amarilla y lila zamárraga…
Poco antes de la cumbre hay una placa en honor de Félix Rodríguez
de la Fuente y bajo ella una explanada donde termina la inservible pista. Allí
se pensaba hacer un aparcamiento quizá pretendiendo que Felix lo tutelase y
aprobase semejante desmán. Ya llegando a la cumbre nos recibe la amapola del
Mulhacén, que no de Sierra Nevada pues solamente está allí, en el Mulhacén, con
sus pétalos naranja y estambres amarillos, una de las más raras sino la más de
toda la Sierra.
Desde la cumbre se abre la vista al norte, al valle del
Valdeinfierno y Genil, con la laguna de la Mosca allá en lo hondo, 600 m bajo
nuestros pies. Hay que retirarse pronto de tan tremendo, vertiginoso,
precipicio. Almorzamos en la misma cumbre, amparados por las ruinas de la
ermita, aunque con menos apetito que de costumbre ¿sería por la altura?
Bajamos por la ladera oeste hacia la Caldera, y allí nos esperaba
otra sorpresa del día: los borreguiles donde nace el río Mulhacén. Qué
vallecito tan suave, tan verde, rezumando agua por los pedregales circundantes,
agua que se remansa en lagunitas unidas por regatillos de agua cristalina. Si
el Paraíso existe, este borreguil seguro que forma parte de él.
Ya el río Mulhacén fue nuestra guía en el descenso hacia el
refugio Poqueira. Sus cascaditas, sus lagunitas, sus borreguiles, los
nacimientos de agua en ambos márgenes, sus neveros…nos acompañaron en nuestro
lento descenso. Nos costaba dejar atrás entornos tan bonitos.
Y así, con el alma henchida de belleza llegamos al refugio. En él,
nuestra duchita de agua caliente y a por la esperada cervecita del aperitivo.
Agradecimos la sopita caliente con que abrimos boca, la bien condimentada
ensalada de pasta y el contundente lomo con pimientos con que cerramos el
capítulo principal. Pero hubo más. Antonio sacó su botella de excelente cava
para celebrar su llegada al Milhacén y luego, con la charla, con las pastitas
de Alhama, con los bombones y unas infusiones, aún nos cupo una copita de orujo
blanco. ¿Qué más se puede pedir para terminar una deliciosa jornada?
Tranquilidad y silencio absoluto en el dormitorio. Lo propio para
el descanso que necesitábamos.
La mañana despuntó con lluvia, puntualmente anunciada por el fino
oído de Antonio, lo que nos hizo dar media vuelta debajo de los edredones y
continuar en la piltra un ratito más. Desayuno variado y abundante. Y al camino
otra vez.
El regreso a la Hoya del Portillo conlleva una pequeña subida para
salir de la hoya donde está el refugio hasta la senda por la que baja el agua
de boca de Capileira. Desde allí descenso suave, primero por el piornal siguiendo
la senda de la tubería y luego por el carril pista y senda en el pinar a la
Hoya del Portillo.
Una caminata memorable.
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EL VELETA CON SUS NEVEROS
BUSCANDO FLORES EN LA LOMA DEL MULHACÉN
PAPAVER LAPEYROUSIANUM, AMAPOLA DEL MULHACÉN
EN EL PEÑÓN NEGRO (3.361 M.)
EN LA CIMA DEL MULHACÉN (3.482 M.)
LOS VINOS EN LA CIMA DEL MULHACÉN Y EL CAVA QUE LLEVO ANTONIO USIETO PARA CELEBRAR SU BAUTISMO DEL MULHACÉN
EL RESTAURANTE EN LA CUMBRE
BAJANDO HACIA LA CALDERA
EN LOS BORREGUILES DEL RÍO MULHACÉN
CAMINADO SOBRE LAS AGUAS DE LA LAGUNA DEL MAJANO
NEVERO SOBRE EL RÍO MULHACÉN
LLEGANDO AL REFUGIO DE POQUEIRA
VOLVIENDO DESDE EL REFUGIO HACIA LA HOYA DEL PORTILLO
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