El Alcázar-Cerro de la Majada del Arce. 29 enero 2020.
Participantes: Miguel, Pepe, Manuel de Rincón, Enrique, Pili, Paco,
Manuel de Nerja, Lucía, Luci, Manu, Antonio Sánchez, Victoria, Antonio Usieto y
Jesús
Distancia recorrida: 13,6 km
Desnivel acumulado: 930 m
Desayuno en el Cruce. Aceptable. GRACIAS, PEPE, POR TU INVITACIÓN Y
FELICIDADES RETRASADAS EN TU ANIVERSARIO.
Paco Hernando, conservador de las viejas costumbres del grupo, propuso
subir a la Maroma a pisar la nieve. Esta era una de las costumbres del grupo
primigenio cuando la Maroma aparecía blanca. Además propuso bajar a comer bien
a la Alcauca, bien al Alcázar, con Pedro Aguilar.
Salimos pues del cortijo del Alcázar ligeros de equipaje, con agua y
ropa en la mochila, ya que la comida y bebida quedaron en los coches.
Subimos por la pista, más larga pero más suave que el cortafuegos, y
más propiciadora de conversaciones. Tiene también su encanto porque se pasa
bajo los tajos de Panete, luego nos lleva hasta el mismo cerro del Tocón y después
por los abruptos Castellones, antes de atacar la senda por la loma de las
Víboras. En la loma comenzaron a aparecer las primeras manchas de nieve y
cuando llegamos a las Llanadas del Espino la nieve era ya casi continua aunque
con la senda limpia.
En la Llanadas vimos multitud de cabras, concentradas allí quizá porque
la nieve les tapaba el alimento más arriba. Las laderas de los cerros del Mojón
y del Águila estaban preciosas con ese manto blanco refulgiendo al sol.
La nieve es muy bonita…, pero en según qué condiciones. En la cañada
del Espino la nieve estaba helada, tanto la pisada en la senda como la impoluta
de los alrededores. Comenzamos a patinar, a tener que ir muy despacio,
arriesgando para avanzar. Hubo dos previsores: los dos Manueles trajeron sus
cadenas y caminaban tan ricamente; pero los demás no.
Decidimos abandonar la senda y pasar a la ladera derecha de la cañada,
orientada al sur, casi sin nieve. El tránsito de una a otra ladera fue
laborioso. Paco, con su fuerza, fue abriendo huella en el hielo, y sobre sus
pisadas pasamos los demás.
Por la vertiente derecha se caminaba sin ningún problema. Subimos hasta
el collado del Espino para constatar lo esperado: la senda por la ladera del
barranco de los Tejos estaba más helada aún. Impracticable totalmente.
Tomamos las cosas con filosofía. Paramos en un carasol al Ángelus y
luego nos acercamos al cerro de la Majada del Arce que ninguno habíamos pisado.
El descenso por la cresta de la vertiente derecha de la cañada del
espino se hizo sin mayor problema, hasta retomar la senda por debajo de la
fuente del Espino.
Al final de la senda de las Víboras hubo división en el grupo: unos
volvieron por la pista y otros por el cortafuegos hasta cerca de la Cerca. Ese
entorno, con tantos arroyos, con tanta agua, con tanta vegetación, es
especialmente bonito. Nos sirvió de broche final antes de encontrarnos con
Pedro en el cortijo del Alcázar.
Pedro no había perdido el tiempo. Había encendido una fogata, candela
le llama él, y en una mesa aledaña había colocado un enorme trozo de panceta,
una morcilla y unos chorizos, además de tres panes de Alcaucín.
Asó la panceta, se repartió la morcilla, se asaron luego los chorizos…
y de lo que traíamos los caminantes apenas se comieron las ensaladas y algún
trocito de tortilla. Alrededor de la mesa, en esa mañana soleada, serena,
deliciosa, todos dimos gracias a la nieve helada que nos hizo regresar a tiempo
para saborear este delicioso festín.
Terminamos con bombones, roscón de Reyes y mus de chocolate, tés y
orujos varios.
Nos hemos hecho el firme propósito de invitar a Pedro más a menudo.
Bueno, invitar es un decir, porque fue él quien trajo esa chacina tan
estupenda.
SUBIENDO POR LAS VÍBORAS
LAS CABRAS ESCAPAN DE LA NIEVE
EL ZORRO TAMBIEN BUSCA COMIDA
LLEGAMOS A LA NIEVE EN LA FUENTE DEL ESPINO
ABANDONAMOS LA SENDA DE SUBIDA A LA MAROMA
LOS CABALLOS AL BORDE DE LA NIEVE
EL ÁNGELUS
LLEGANDO AL CERRO DE LA MAJADA DEL ARCE
INICIANDO LA BAJADA
PEDRO EN PLENA FAENA
LAS CERVEZAS Y LOS VINOS
LOS COMENSALES
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