VIAJE DEL 15 AL 24 DE OCTUBRE 2019
Día 15: Viaje de Málaga a Santa Marina de Valdeón. Hospedaje en dos casas rurales: El Tombo de la Risa y El Serenal.
El grupo está compuesto por 14 caminantes intrépidos
Día 16, miércoles. Circular
Santa Marina-Prada de Valdeón-Santa Marina. 9,6 km, desnivel 460 m. Toma de contacto con el hayedo.
Se cumplía la previsión del tiempo: durante la noche lluvia constante, lo
mismo que cuando nos levantamos.
Después del desayuno, una vez reunidos los de las dos casas, miramos una
vez más la predicción del tiempo, y, ¡vaya!, parecía que a partir de las 11
daba muy poca lluvia hasta las 6 de la tarde. Se propuso hacer una caminata
corta, hasta mediodía, saliendo de Santa Marina por el bosque de hayas de la
ladera izquierda del valle del río Arenal.
Salimos de Santa Marina por el camino del camping, cruzamos el puente del
río Arenal, siguiendo el camino de herradura, primero paralelos al río con
enormes chopos y fresnos. Luego ascendiendo, chapoteando entre los charcos y el
barro, entre prados con vacas Limusinas, entrando poco a poco en el hayedo. La
lluvia cesó, las nubes levantaron dejando parcialmente descubiertas las cimas,
levantamos las capuchas, y nos quedamos extasiados por el panorama de nubes,
bosques, prados y cantiles escarpados hacia las cimas.
La caminata se ralentizó, hicimos cientos de fotos, nos despojamos de
impermeables y ropa porque la mañana era estupenda. Teníamos hasta retazos de
cielo azul entre el gris de las nubes.
Después del Sestil de Rudina la senda se allana y el disfrute, sin el
esfuerzo de la subida, fue total. Cruzamos el arroyo de Llalambres por un
coqueto puente de madera y llegamos a un cruce donde había que tomar la
decisión si seguir ascendiendo por el valle del Llalambres y tornar después por
el mismo camino o continuar al oeste hacia Posada de Valdeón regresando a Santa
Marina haciendo una ruta circular. Nos inclinamos por esta última.
A poco entramos en una pista bastante utilizada continuando el placentero
caminar por el bosque con vistas a los valles y a los riscos. Nos desviamos
hacia un mirador con preciosas vistas sobre los valles del Arenal y Cares y
allí pasamos un buen rato disfrutando del entorno.
Manolo había reservado para comer en Cordiñanes a las 2,30, así que había
que continuar. A buen paso descendimos a Prada de Valdeón desde donde sale el
antiguo camino a Santa Marina y subimos a Santa Marina.
Un lavado de manos, y partimos a Cordiñanes a la posada-restaurante El
Tombo.
Tenían preparada la mesa para los 14. El menú que nos ofrecieron consistía
en 5 primeros y 5 segundos. Todo estupendo y servido con rapidez por María a
quien Usieto dio palique. Pagamos 11€ y salimos contentísimos, con la idea de
volver.
La tarde iba de compras, en Riaño. Primero en la carnicería y en un
supermercado “de la calle de abajo” después. A la “calle de abajo” había un
centenar de escalones. Compramos, ya bajo la lluvia, y volvimos a Santa Marina
con lluvia también.
Para la mañana siguiente habíamos decidido echar en las mochilas un poco de
comida para mediodía con la idea de, a la vuelta a casa, hacer una barbacoa.
CASA RURAL EL SERENAL
CASA RURAL EL TOMBO DE LA RISA
HORREOS DE SANTA MARINA DE VALDEÓN
EL GRUPO EN SANTA MARINA
EL PRIMER DÍA UN POCO DE LLUVIA PARA IRNOS ACOSTUMBRANDO
EL OTOÑO APENAS HA EMPEZADO
DESDE EL MIRADOR DE POSADA DE VALDEÓN
Día 17, jueves. De
Panderruedas al Gildar.
11,4 km, desnivel 615 m. El día de las crestas horrorosas.
A las 8,30 salimos con los coches para el puerto de Panderruedas, el puerto
que separa los valles del Esla y del Cares.
El día estaba nublado, sin lluvia, con algo de viento. Entramos desde el
puerto hacia el oeste por el hayedo de Panderruedas, siguiendo la cresta de la
Loma de Poza Perro. ¡Qué precioso hayedo! Sin ejemplares excepcionales, muy
tupido, con sotobosque casi vacío a no ser por los mirtilos o arándanos (Vaccinium myrtillus). De las hayas
cuelgan un montón de líquenes barba de viejo y a ratos tenemos una ligera
neblina que nos hace sentir aún más como en un bosque encantado.
El hayedo termina y comienza el brezal, un matorral de casi un metro por el
que discurre la senda más o menos embarrada. Llevamos a la derecha el valle de
la Iglesia con sus aguas que van al Esla, al Duero y al Atlántico. A la
izquierda el valle del Cares que va al Cantábrico. La cabecera del Cares es
especialmente bonita con un par de cercados de piedra y un refugio ganadero en
buen estado, todo allá abajo, entre los prados.
En un collado la senda iba del valle de la Iglesia al valle del Cares, pero
Manolo dijo que esa no era nuestra senda, que teníamos que ir al este por los
cerros. Con paciencia de santos iniciamos la subida entre los brezos, por una
veredilla estrecha sin espacio ni para poner los pies, de cresta en cresta, de
collado en collado, hasta el cerro más alto, la Peña Pequeñina, mojón de
término municipal.
Cambiamos de rumbo hacia el este, entre la niebla, sin ver lo que había a
nuestros pies, resbalando entre piedras, barro y raíces. El progreso era
lentísimo por la dificultad del terreno agravada con alambres de espino entre
los términos municipales. Antonio Muñoz cogió el mando de la expedición,
buscando veredillas de cabras por los riscos. La desesperación iba cundiendo
entre el personal: no avanzábamos y nos íbamos jugando el tipo por esos cerros.
Llegamos a un collado herboso, casi 200 m por debajo de la altitud del
Gildar, hartos ya de crestas. Afortunadamente Manolo recapacitó, decidió
olvidar el vértice geodésico del Gildar y bajar hacia el nacimiento del valle
del Cares. Encontramos una veredita excelente y por ella bajamos atravesando la
breña Salguera hasta las hoyas de Frañana en el puro nacimiento del Cares. El
matorral, de brezo en cruz (Erica
tetralix) con algunas matas de rosal (Rosa
pendulina).
Y por la orilla del Cares descendimos cogiendo champiñones silvestres, con
el atractivo de ver alguna salamandra (Salamandra
salamandra) y algún sapo partero (Aytes
obstetricans) entre las corrientes de agua que forman el Cares en su
cabecera.
Entramos en el hayedo por las Cerras de Cuenabres. Hayedo precioso, tan
bonito como el hayedo de Panderruedas, con sus barbas de viejo colgando de las
hayas.
Por los prados de La Llampaza paramos a almorzar. Habíamos previsto un
almuerzo ligero y así fue: un trocito de tortilla, un poco de chorizo,
salchichón y jamón.
Después del sucinto condumio buscamos la bajada al Cares a la altura del
puente por donde cruzaba el antiguo camino de herradura de Panderruedas a
Posada. Bajamos por un par de taludes peligrosillos por los resbalones, por los
prados de Uruy. Llegamos a la orilla derecha de Cares y por el puente cruzamos
a la parte izquierda para seguir el camino Viejo de Valdeón, convertido en una
pista excelente que con pendiente uniforme subía a Panderruedas.
Como notas curiosas, poco antes de llegar a Panderruedas por la pista,
había una humilde fuentecilla de agua fresquísima y luego, en el mirador de
Valdeón, poco más abajo del puerto de Panderruedas por la carretera, había una
linaria preciosa en flor, quizá Linaria
faucicola.
Llegados a la casa de Santa Marina, Enrique fue el encargado de encender la
barbacoa. A las 5,30 entró Enrique diciendo que ya estaba la brasa para la
barbacoa. Aún no habían venido los de la casa del Tombo y los del Serenal
estábamos tomando cerveza y cacahuetes. Se le dijo que echara leña para asar la
carne a las 7, y el pobre Enrique así lo hizo.
A las 7 preparamos los champiñones con un poco de aceite para la plancha y
seguidamente las salchichas, brochetas y los chuletones de ternera. Salió todo
riquísimo, los sabrosos champiñones, las salchichas normales y picantes, la
carne con pimentón de las brochetas y los magníficos chuletones. Los que
compraron en la carnicería no sabían contar porque éramos 14 y habían comprado
7 chuletones.
Después de la carne vino el queso, el extraordinario flan de Luci, los
chocolates y los gin-tonics de Manolo. Barbacoa deliciosa y sobre todo
magnífico ambiente de alegría risas y charlas. Estas cosas, como dice Victoria,
crean hogar.
OTRO DÍA CON PREVISIÓN DE LLUVIA
PASEO POR EL BOSQUE
LAS PENDIENTES EMPIEZAN
EL VIENTO FRÍO NOS AZOTA
ABAJO EL VALLE DEL CARES
COMO EL GILDAR ESTABA CUBIERTO POR LAS NUVES Y LAS PIEDRAS ESTABAN MOJADAS, DECIDIMOS BAJAR HACIA EL VALLE
LAGUNA EN EL VALLE DEL NACIMIENTO DEL RÍO CARES
SAPO PARTERO (Aytes obstetricans)
SALAMANDRA
LOS VINOS Y LA COMIDA
MIRANDO EL MAPA PARA DAR NOMBRE A LOS PICOS
LA BARBACOA A PLENO RENDIMIENTO
MIENTRAS SE PREPARA LA BARBACOA, UNOS ESTUDIAN LOS MAPAS Y OTROS PREPARAN LOS APERITIVOS
UNA MUESTRA DEL CHULETON
EL SABROSO FLAN DE LUCI
Día 18, viernes. Collado
Jermoso. 16,3 km, desnivel
1.165 m. El día de las rocas.
Salimos en dirección al puerto de Pandetrave pensando que al poco rato estaríamos
de vuelta en Santa Marina, todos bien remojados. De Pandetrave sale una pista
en buenas condiciones, al oeste, en dirección al enorme bloque calizo del
macizo Picos de Europa del este, el camino del Collado de Remoña.
Por la pista las caras de los caminantes pasaron de tristes y largas a
sonrientes. Conforme ascendíamos la nube se quedaba abajo y aparecían todos los
picos por encima de ellas. Además, aunque seguía nublado, eran nubes altas sin
amenaza de lluvia. ¡Qué maravilla de panorámica se abría ante nosotros! El
valle de Santa Marina cubierto de niebla, el Gildar y sus cerros aledaños
sobresaliendo, las moles calizas de detrás de Posada y a la que íbamos,
impresionantes con su grandeza y verticalidad, y a la derecha el valle del río
Cantijón descendiendo hacia el Cantábrico por Asturias.
Paramos en la Horcada de Valcavao, salimos todos con las cámaras en la mano
para hacer fotos de tan extraordinario panorama. Después a caminar, primero por
la pista y luego por la senda acercándonos a los enormes tajos del frente.
Por la canal de Pedavejo zigzaguea la senda, ascendiendo con fuerza, entre
los tajos de los dos enormes torreones a derecha e izquierda. Hacia ellos va la
vista y absortos en su contemplación vamos subiendo, con cuidado, evitando resbalones,
parando de vez en cuando para contemplar la enorme caída que vamos dejando
atrás. ¡Impresionante canal de Pedavejo!
Desde la parte superior de la canal de Pedavejo, se abre un enorme espacio
rodeado por tremendos torreones verticales: a la izquierda los picos y la torre
de Friero, a la derecha la Padiorna y Tiro Llagu, y entre ellas un enorme
lapiaz contrastando con la dulce, herbosa, llana Vega de Liordes, una gran
dolina con arroyuelos que no tienen salida. Y como broche, en esa pradera de la
dolina con los arroyuelos, un corral de ganado y una recoleta cabañita de
pastor.
Aún hay un adorno más en ese precioso panorama. Son los rebecos. Se ven
rebañillos pastando, subiendo por los verticales tajos, y sobre todo estáticos
y recortados sobre las crestas rocosas.
De la enorme cubeta salimos por el tajo del norte. Por allí, aprovechando
una grieta ascendente, subimos por encima del Sedo de la Padierna para pasar
después una repisa o vasar en un enorme tajo, donde vamos colgados sobre el
abismo, aunque sin peligro porque la repisa es suficientemente ancha. Mientras
se va por ella, abajo, en un vallecito interior, aparece el Llagu Bajero,
pequeña lagunilla rodeada de prado, con un corralillo sobre ella, formando una
bucólica estampa.
Al final de la repisa seguimos descubriendo otras singularidades de los
Picos. Se trata ahora de los recovecos entre los verticales picos, formando
pequeñas superficies, relativamente llanas, con grandes taludes pedregosos
fruto de la descomposición de los tajos. En Picos les llaman jous.
De este jou hay que ascender hacia un colladito que está ya en la parte más
alta del recorrido. Y con subidas y bajadas, manteniendo la altura, por el pie
de los cerros de Tiro Tirso y Torre Llambrón, y sobre la riega (arroyo, río) de
Asotín allá abajo, vamos progresando al oeste. En una de esas subiditas para
trasponer un colladito, colladinas les llaman, aparece el esperado refugio
Diego Mella más conocido como Jermoso, en una praderita sobre el acantilado del
arroyo Congosto, bajo el escarpado espolón oeste del Llambrón, un escenario
imponente.
Con el objetivo a la vista descendimos por el empinadísimo y pedregoso
talud donde principia el arroyo Congosto, despacio, para evitar resbalones aquí
peligrosísimos, para llegar al ansiado refugio Jermoso.
Unas cervecitas para empezar y luego la comida reservada: lentejas con un
excelente apaño, salchichas guisadas y mus de chocolate. Para beber, agua y
poco vino porque luego había que volver.
Desde el refugio subimos al cercano collado Jermoso desde donde la sierra
cae a pico al valle del Cares. Posada se ve allá abajo, y enfrente los cerros
también verticales del macizo central de los Picos con su máxima altura, Torre
Cerredo con 2648 m.
Regresamos a buen paso para bajar las lentejas por las Colladinas, Llagu
Altero y repisa, Vega de Liordes y la empinadísima del canal de Pedavejo.
Maravilloso día por el corazón de los Picos
Para el día siguiente la predicción era de lluvia en cantidad durante todo
el día. Manolo propuso ir de turismo al desfiladero de los Beyos, llegar a
Cangas de Onís, comer allí y regresar.
INICIO EN EL COLLADO DE VALCAVADO
SANTA MARINA DE VALDEÓN EN EL VALLE
SUBIENDO LA CANAL DE PEDAVEJO
LLEGANDO AL FINAL DE LA CANAL
LA VEGA DE LIORDES
EL LAPIAZ
LOS REBECOS
INICIANDO LA SUBIDA POR LA ESTRECHA REPISA
LA REPISA SOBRE EL PRECIPICIO
EL LAGO BAJERO
SUBIENDO LA COLLADINA
EL GRUPO CON EL REFUGIO JERMOSO AL FONDO
LLEGANDO AL REFUGIO
ACUARELA DE ANTONIO S.
CERVECITAS EN EL REFUGIO, CON LAS CARAS ALEGRES DESPUES DEL ESFUERZO
DE REGRESO
LOS REBECOS NOS OBSERVAN
BAJANDO LA CANAL DE PEDAVEJO
Día 19, sábado. Desfiladero
de los Beyos y Cangas de Onís. Día de turismo.
Bajo la lluvia partimos y bajo ella continuaríamos todo el día.
La carretera hacia Cangas, por la parte más alta, va cortando casi todos
los arroyos que van a dar lugar al Sella, cubiertos por un continuo hayedo. En
la furgoneta, los que van delante disfrutan del panorama, los de atrás nos lo
imaginamos porque con los cristales empañados no se ve nada.
Paramos en una anchurilla justo donde está el cartel avisando del inicio
del desfiladero de los Beyos. Nos estiramos y nos asombramos de los acantilados
que caen al Sella desde las alturas. Hicimos unas cuantas fotos, nos mojamos, y
continuamos con la intención de parar en la primera anchurilla de la carretera.
Antonio de Fornes encontró un buen lugar, paró y salimos todos justo en el
corazón del desfiladero. ¡Qué tajos cayendo verticales al valle! ¡Qué estratos
verticales, rocosos, aislados! ¡Qué vegetación cubriendo cualquier resquicio no
vertical! Impresionante. Las nubes arriba también contribuían al adorno del
panorama al difuminar las cumbres. Quedaba aún otro atractivo: el río.
Discurría allá abajo, en una estrechísima garganta, muchos metros bajo
nosotros, y un cercano puente nos permitía contemplarlo a placer tanto aguas
arriba como hacia abajo. Claro, echamos allá un buen rato porque el lugar lo
merecía.
Con esta experiencia decidimos parar en cualquier anchura que lo
permitiera. Sin embargo, ya ninguna parada llegó a la belleza de la primera.
Paramos en la venta de la Huera, justo en el puente homónimo, para tomar
café o cerveza con unas patatas de sobre y un platito de queso del terreno. El
queso demasiado pastoso.
La siguiente parada ya fue en Cangas. Aparcamos en el centro, al otro lado
del río Güeña. Bajo la lluvia nos acercamos al puente romano y a las calles
peatonales del centro.
Tomamos un aperitivo de sidra con una tarterita de chorizos a la sidra.
Vino el escanciador y nos sirvió unos culines primero y otros después tirando
al suelo una buena cantidad de sidra. Luego vino Lucía con Rafa, pidieron la
botella de sidra y otra ración de chorizo, pero en vez de un escanciador humano
solicitaron un escanciador-máquina con la que uno mismo se servía a placer. Más
cómoda la máquina que llamar al humano.
En el restaurante que habíamos reservado nos colocaron en la buhardilla,
muy anchos y cómodos, atendidos por una señorita mal encarada y nerviosilla. La
mayoría pedimos fabada de primero y después chuleta, merluza u oso bucco. La
fabada riquísima, las chuletas a desechar.
Seguía lloviendo. Partimos hacia Santa Marina con una paradita a la salida
de Cangas para ver la Salmonera. Una presa en el Sella de donde partía un
canal, construida sobre las rocas del cauce, con unas cascaditas naturales y
artificiales para que subieran los salmones. Vimos saltar unos cuantos.
Para el día siguiente la predicción era de lluvia todo el día, pero decidimos
salir al desfiladero del Cares aunque volviésemos empapados.
UN DÍA MAS DE LLUVIA
SALMONERA DE CAÑO. DESOVE DE SALMONES
PUENTE ROMANO DE CANGAS DE ONÍS
EN EL RESTAURANTE
ESCANCIADOR DE SIDRA
EL VINO
Día 20, domingo. Ruta del
Cares. 8,5 km, desnivel 200 m. El
día del agua.
Amanecimos nevando de lo lindo. Estas cosas que se ven pocas veces siempre
gustan, pero luego, uno recapacita, y reconsidera que la nieve para nuestros
objetivos era perniciosa.
A pesar de la nieve nos montamos en la furgoneta y en el coche y partimos
hacia Caín. Antonio Muñoz, con su característica prudencia, decía en petit
comité, “estos coches, como se pongan 4 cm de nieve, patinan y nos dejan
tirados”. Hicimos oídos sordos a sus siempre moderadas sugerencias y seguimos
adelante. Bajamos a Caín, por esa carreterita estrechita, constreñida por los
paredones del valle, con el río bajando tumultuoso por las lluvias de la noche.
Las cuatro casas de Caín son casas rurales con habitaciones, bares,
restaurantes y hasta supermercados abiertos… siempre que haya turistas. Toda la
vida de Caín gira alrededor de los turistas.
Aparcamos, nos pertrechamos con impermeables y paraguas, sacamos unas
cuantas fotos al valle con la nieve en las cumbres y partimos al desfiladero
con la lluvia constante sobre nosotros.
En el comienzo del desfiladero está la presa donde derivan el canal para la
central hidroeléctrica Camarmeña-Poncebos. En la casa del principio del canal
sale la senda por una serie de túneles, en un trozo estrechísimo del
desfiladero. Todos queríamos atrapar esas preciosas imágenes de río, garganta,
túneles y agua cayendo sobre los túneles al río. En una apertura de los túneles
caía una cascada en forma de cola de caballo preciosa.
Lo malo del día de lluvia era el continuo chapoteo por los charcos de la
senda, sobre todo en la parte de los túneles donde no había luz y metías los
pies en todos los charcos que había. La parte buena era la soledad. Íbamos
solos por una senda que suele acoger a miles de personas.
El desfiladero es indescriptible. Con esos paredones cayendo verticales,
con el cauce del río allá abajo a un centenar de metros bajo nuestros pies, con
esa vegetación tupida arraigando en la más mínima grieta, y hoy con el
espectáculo adicional del agua cayendo por todas las cañadas formando cascadas
continuas.
Uno de los trozos más interesantes es cuando la senda pasa de la ladera
izquierda a la derecha y luego vuelve otra vez a la izquierda. Se atraviesan un
par de puentes donde se ve el cauce y el agua bajando rapidísima allá abajo. A
la salida del segundo puente se da vista a un enorme chorro de agua que se ve
salir del medio de la ladera, como si allí naciera una fuente tremenda, al
menos en los días de lluvia.
Uno se asombra de cómo trabajarían los obreros allá por 1920, colgados en
el abismo, para construir esos muros que soportan la senda.
Alrededor de las 12 tomamos un ligero Ángelus protegidos de la lluvia por
un pequeño túnel, aproximadamente en la frontera entre León y Asturias.
La vuelta fue más rápida porque regresábamos sobre lo conocido. Dejó de
llover y sin paraguas ni gorros de impermeables las panorámicas se apreciaban
mucho mejor.
En Caín cada casa es un bar, pero muchos estaban cerrados y los abiertos no
servían aperitivo caliente. No hubo más remedio que sentarnos en la terraza de
uno si queríamos tomar una cervecita con un platito con queso.
Preparamos una comida “familiar”, de esas que “crean hogar” al decir de
Victoria. Jamón, salchichón, ensalada, carpacho de setas, tomate con anchoas,
de aperitivo. Después lentejas que habían preparado Fini y Ángela, riquísimas.
NEVANDO EN SANTA MARINA
INICIO DE LA RUTA EN CAÍN
PUENTE SOBRE EL RÍO CARES
LOS PRIMEROS TÚNELES
AGUA CAYENDO POR TODAS PARTES
ABAJO EL RÍO Y ARRIBA EL CANAL
LA PASARELA NUEVA
LAS CERVECITAS EN CAÍN
Día 21, lunes. Soto de
Sajambre-Vegabaño. 15,2
km, desnivel 780 m. El día de la nieve y el barro.
Alrededor de Santa Marina todo estaba nevado, luminoso, en ese amanecer
casi despejado. El puerto de Panderruedas estaba nevado y hacia el sur la nieve
continuaba un buen trecho. Eso significaba que íbamos a caminar por nieve.
A la entrada de Soto de Sajambre tienen unos aparcamientos públicos
fenomenales. En ellos dejamos los coches, bajamos al pueblo y lo atravesamos.
Pueblo bonito por sus cuidadas casas, por sus flores y por algunos edificios
como la escuela.
Tomamos la Senda del Arcediano (GR-201), un carril de no mucha anchura,
pero con un muy buen piso, entre hermosos robles y prados dispersos, teniendo
frente a nosotros los cerros Jurcueto y Beza, blancos, relumbrantes, por la
nieve.
En Los Collados dimos vista al valle al oeste. Continuamos al norte por la
Senda del Arcediano, ahora ya senda, rodeando el cerro Jurcueto por el oeste
primero y norte después, siguiendo una cañada con un buen chorro de agua. Entre
la nieve y el agua se mojaron pantalones y botas. Poco antes del puerto de
Beza, alrededor de una fuente con abrevadero, había un barrizal de cuidado en
el que metimos las botas casi completas, barrizal preludio de lo que había de
venir.
Seguimos por la Senda del Arcediano hasta la Portillera de Beza para
contemplar la panorámica del comienzo del valle del río de la Medoria, río que
va al Dobra y al Sella. La niebla nos impidió la vista, de modo que dimos la
vuelta hacia el puerto de Beza.
Decidimos continuar por la ladera nevada del sur del cerro Beza siguiendo
alguna de las múltiples sendillas del ganado. Esas senditas devinieron
enseguida en intransitables porque el agua de la nieve se quedaba en los
canalillos de las senditas y las pezuñas de las vacas se encargaban de remover
tierra y agua para convertir esas senditas en intransitables.
Antonio Muñoz y Manolo encabezaron la marcha buscando las sendillas menos
malas. El resto les seguíamos procurando no resbalar en el barro y la nieve,
evitando, en lo posible, las enormes y abundantes mierdas de vaca. La
progresión era lentísima. Hubo algún culetazo, nada grave, y afortunadamente en
la nieve, no en el barro. Al poco llevábamos las botas y los pantalones
cubiertos de barro. Ya no valía la pena evitarlo, sino procurar no caer.
En La Olla dimos con un pastor que iba recogiendo las vacas atrayéndolas
con sal. Se le habían perdido unas cuantas y no acertaba dónde pudiera estar.
Seguimos la sendilla por donde venía y entramos en el precioso bosque del
Rocino. Un bosque de añosas hayas entre pedruscos descomunales. Un bosque de
hadas, delicioso… si no hubiese sido por la nieve y el barrizal continuo.
Finalmente, nuestra senda dio en el carril que iba a Vegabaño y aunque
seguía habiendo barro, ya no era ese chabisque de las veredillas de vacas. En
el puerto de Barcinera dimos vista a las crestas y picachos de las Torres de la
Cabra Blanca y del Torco, y a la Peña Santa de Castilla, emblema de esta parte
de los Picos de Europa, todos blancos, refulgiendo con el sol, y mostrando esos
tremendos acantilados.
El carril de transformó en pista yendo hacia Vegabaño, por un hayedo
precioso con ejemplares únicos. Vegabaño es una enorme pradera, casi llana, con
unas cuantas casitas pequeñísimas y el refugio de Vegabaño, pequeño también,
humeando en el borde entre pradera y hayedo. Un refugio pequeñito, pero muy
bien preparado, acogedor, quizá no para dormir, aunque sí para comer.
Una cervecita para comenzar y luego vino de la casa para acompañar la
comida. La señora del refugio nos ofreció sopa y fabada, no para elegir, sino
para que supiésemos que iba a sacar un par de soperas de cada para servirnos a
voluntad. Todos probamos la sopa y luego repetimos de fabada un par de veces.
Ambas cosas estaban excelentes. Luego nos sacó un par de bandejas con huevos
fritos, uno por cabeza, puré de patatas, y lomo de cerdo adobado pero hecho
luego con salsa, 4 trozos para cada uno. Todo delicioso. Ni pudimos terminar la
sopa ni la fabada ni el lomo. Nos quedamos ahítos. Por si quedaba algún
resquicio en los estómagos aún sacó yogur y mus de limón de postre. Luego
cafecitos, infusiones y orujo. Pagamos 13€ los federados y 14 los que no lo
estaban. Una bicoca para la cantidad y calidad de lo comido.
Al salir lloviznaba. Nos pusimos los impermeables y tomamos el camino a
Soto de Sajambre, primero por la pista y luego por el camino viejo, más
empinado que la pista pero más corto, todo el tiempo por hayedo, con una
alfombra de hojas en el suelo.
Del aparcamiento salimos hacia Oseja parando antes en el mirador de Vista
Alegre, sobre el valle que baja desde Soto de Sajambre. Bonito. Más arriba de
Oseja volvimos a parar en el mirador de Vallejo de la Fragua, sobre el valle
del Sella, en un roquedo a cientos de metros sobre el cauce. Impresionante.
Posteriormente, y como la tarde iba de parar en miradores, Antonio paró en el
del Pontón, al lado del puerto homónimo, donde ya había entrado la niebla y las
vistas por tanto eran limitadas.
En Posada paramos porque queríamos comprar quesos. Tenían azules, de cabra,
de oveja, de vaca y de mezcla. El azul que lo habíamos probado porque lo compró
Victoria, riquísimo. Después, para aprovechar la parada, buscamos un sitio para
tomar un refresco. Sólo estaba abierto el del hostal Abascal atendido por un
muchacho gritón con el que al final Usieto hizo buenas migas.
SOTO DE SAJAMBRE
LLEGANDO A LA NIEVE
EN LOS COLLAOS
LA FOTO Y LA ACUARELA DE ANTONIO S. GENIAL
LLEGANDO A LA PORTILLA DE BEZA
POR LA LADERA DE LA PEÑA BEZA
LAS VACAS ESPERANDO PARA ENTRAR EN LA SENDA QUE OCUPABAMOS NOSOTROS
POR EL HAYEDO DE LOS ROCINOS
REFUGIO DE VEGABAÑO
SOTO DE SAJAMBRE
MIRADOR SOBRE EL SELLA. VALLEJO DE LA FRAGUA
Día 22, martes, Soto de
Valdeón-Vega de Llos. 13,2
km, desnivel 770 m. El día de la prudencia.
A las 8,45, puntuales partimos de Santa Marina en una mañana serena, casi
despejada, pero fría: era el primer día de escarcha generalizada, los prados
estaban blancos.
Salimos de Soto de Valdeón a buscar la cresta separando los ríos de
Blanosa, a la derecha, al norte, del Cares, a la izquierda, al sur, por un
robledal regenerado, de árboles pequeños, jóvenes, sobre un sustrato de
pizarras. Poco a poco el robledal va tomando cuerpo y encontramos unos
ejemplares impresionantes, mientras caminamos por una senda amplia, recién
limpiada, empinada, pero de muy buen piso.
Con paradas para ver las vistas hacia el este y recuperar el resuello,
ascendimos a buen paso hasta Fuente Oscura, donde se separa las sendas al oeste
y al norte. Aparecieron los tajos de la caliza, contrafuertes de la Franfrea,
el Bolo y la Torre del Collado Verde, cubiertos de nieve, con alguna nubecilla
que más que tapar añadían un contraste bello. Al este, el macizo de los Picos
al otro lado del Cares ofrecía también una panorámica excepcional.
Seguimos subiendo al noroeste por un empinado carril. Los robles fueron
sustituidos por las hayas y las pizarras por cantos rodados.
Vega de Llos es una zona relativamente llana, cubierta de praderas, con una
casita refugio de pastores al abrigo de una enorme roca, arroyillos y una gran
fuente con abrevadero. Continuamos caminando hacia el collado Jover, ya por la
nieve, cada vez con mayor espesor, con las sendillas cubiertas de agua y, a
veces, embarrada, pero nada que ver con las sendillas de las vacas de ayer.
En el collado Jover hicimos un montón de fotos porque el momento, la luz,
las agujas y roquedos lo merecían. Al noroeste del collado Jover había mucha
más nieve, la caminata se dificultaba y la senda se difuminaba. Antonio Muñoz
hizo una exploración buscando por donde continuar, pero no vimos clara esa
continuación y decidimos regresar; esa cabecera del arroyo Maedas no nos
ofrecía confianza.
En la Fuente Oscura tomamos el carril descendente al oeste en dirección a
Fuente Argoya y luego al sur, entre trozos de bosque y de prados. Las nubes
habían crecido considerablemente. Ya tapaban los picos y la nieve, y seguían
bajando. En esta tierra, contrariamente a la nuestra, cuando dan alguna
probabilidad de lluvia, llueve.
De Soto a Cordiñanes a por la comida. Unas cervecitas antes de que María
nos ofreciera el menú. De primero pastel de cabracho, arroz con calamares y
fabada. De segundo trucha, carrilleras o guisado de ternera. La fabada ganó por
goleada, pero quisimos probar el pastel de cabracho y María nos puso tres
raciones mientras terminamos la cerveza. Sacó 3 soperas de fabada y 3 fuentes
de arroz con calamares en salsa americana. Aún tuvo que rellenar las soperas de
fabada porque el personal repitió hasta tres veces.
Después un par de fuentes de carrilleras, una grandísima de guisado de
ternera y otra con truchas. Todo riquísimo. Para beber Tilenius, del Bierzo.
Terminamos con fruta, y postres lácteos caseros, cafés, orujos y wiskis. Menú
de 12€. Imposible comer más barato y mejor.
Mientras comíamos había comenzado a llover, así que no teníamos más
alternativa que ir a casa.
SOTO DE VALDEÓN
EN LAS PRADERAS AL LADO DE LA FUENTE OSCURA
EN LA VEGA DE LLOS
EN EL COLLADO JOVER
BAJANDO POR EL VALLE DEL ARROYO ARGOYA
SOTO DE VALDEÓN
Día 23, miércoles. Posada de
Valdeón-Camino Viejo de Panderruedas-Caldevilla. 8,2 km, desnivel 370 m. Lluvia para finalizar.
Toda la noche de lluvia y por la mañana sin cesar de llover. Nos dividimos:
unos salieron a visitar algunos pueblecillos, concretamente Oseja y Pío de
Sajambre; otros a caminar un rato desde Posada de Valdeón por el camino viejo a
Panderruedas volviendo por Caldevilla a Posada.
Los caminantes dejamos la furgoneta en la plaza de Posada, salimos hacia el
sur, subimos al centro de información del Parque y entramos a preguntar.
Antonio Muñoz conocía a la informadora y a dos de los empleados. La informadora
nos dio mapas, información de sendas, por donde volver a Caldevilla y todo lo
que le preguntamos.
Nos despedimos del conjunto de empleados del Parque y continuamos por el PR
hacia Panderruedas. Llovía suavemente, lluvia sin molestia que se soportaba
bien con impermeables o paraguas. El camino discurre por bosque de robledal
primero y hayedo después, con magníficas vistas hacia los bosques y prados de
la ladera izquierda del Cares por encima de Soto y Caldevilla.
Del camino parten algunos carrilillos hacia arriba, pero ninguno hacia
abajo hasta llegar al puente del Arroyo de Arriba como nos había dicho la
informadora del centro de información. Una pasarela de madera cruza el arroyo,
hoy bastante crecido, y en las vigas de la pasarela estaban las señales de las
garras de los osos tal como nos había dicho la informadora.
Tomamos el empinado carrilillo a Caldevilla, siempre a la vera del Arroyo
de Arriba, al principio por la derecha y luego por la izquierda, brindando
excelentes vistas de las aguas despeñándose por ese túnel de robles, hayas y fresnos.
Un camino agradabilísimo.
Caldevilla son unas pocas casas más o menos dispersas, adobadas por un
montón de hórreos muchos de los cuales cobijaban carros de vacas antiguos.
Cruzamos el Cares y por su orilla izquierda, por el camino ya recorrido ayer al
bajar de Vega de Llos, pasamos de Caldevilla a Soto y luego hasta Posada.
Comida en la casa. De aperitivo preparamos vino, cerveza, queso, Ángela
partió un tomate con sardinillas y justo cuando comenzábamos a comer apareció
el grupo de los pueblos con pan para los bocadillos de mañana, una empanada
tremenda y unos tomates. Con todo ello, más queso y chorizo tomamos un
aperitivo que fue como un primer plato. Después las riquísimas lentejas de
Ángela y Fini. Quedamos satisfechísimos. Además, Manolo preparó unos gin-tonics
para quien quiso, que facilitaron un rato de sobremesa.
CAMINANDO BAJO LA LLUVIA
EN LA PARTE INFERIOR DEL PUENTE ESTAN LOS ARAÑAZOS DEL OSO
EL ARROYO DE ARRIBA
CALDEVILLA
EL RÍO CARES EN CALDEVILLA
Día 24, jueves. Regreso a Málaga.
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