Robledal
Alto-Maroma-Barracones. 27-11-2019.
Participantes: Paco Ponferrada, Enrique, Manolo, Antonio Usieto,
Antonio de Fornes, Victoria y Jesús.
Distancia recorrida: 16 km.
Desnivel acumulado: 1090 m.
Desayuno en El Cruce de Benamargosa. Pitufos blancos e integrales, con
aceite y tomate. Buenos. Atención excelente con agua y vasos sin pedirlos.
¡¡¡FELICIDADES!!! a Usieto por su nieta recién nacida. Y gracias por la
invitación al desayuno.
El miércoles 20 Usieto apuntó que le gustaría hacer una Maroma antes de
fin de año, una Maroma desde el Robledal. Para una vez que alguien que no sea
Manolo o Jesús propone algo, se aceptó sin dudar. Y esa fue la razón de
proponer una Maroma para hoy.
El grupo de los sábados hizo una Maroma por Donabuelo no hace mucho,
pero sólo Manolo estuvo ese día, así que la mayoría hacía mucho que no salíamos
del Robledal hacia la Maroma.
Este recorrido es tradicional en el grupo, nos gusta, lo queremos, y
recíprocamente, el recorrido nos reconoce y también le gusta que lo paseemos.
Así nos lo hicieron saber los pinos resineros en cuanto entramos en ellos. Nos
recibieron con un ligero rumor, con un susurro que decía “bienvenidos a esta
vuestra sierra”. Claro, con este comienzo caminamos la mar de contentos entre
el bosque.
Y no sólo los pinos. Los robles, los pocos que hay entre el pinar
aunque el nombre sea “El Robledal”, escucharon a los pinos y se vistieron con
sus mejores galas para darnos su bienvenida. Nunca habíamos visto unos robles
tan otoñales, tan amarillos, tan bonitos, conservando aún todas sus hojas. Se
asomaban aquí y allá, entre los pinos, como diciendo, “¡eh, aquí estoy!, ¡eh,
mirad mis mejores galas!, ¡eh, no podéis pasar sin saludarme y hacerme una
foto! Luego me la mandáis por WhatsApp”.
También los agracejos tuvieron la delicadeza de salir a la senda para
mostrarnos sus hojas amarillentas comentando “las hemos guardado así para
vosotros, ahora que las habéis disfrutado ya pueden caer”.
Los arces en cambio estaban tristes. “Os esperábamos antes”, dijeron,
“Os habíamos guardado nuestra mejor belleza otoñal, pero habéis llegado tarde”
“¡Cuánto lo sentimos!”.
Los tejos estaban serios, como siempre, arreglados con su vestimenta
habitual se limitaban a agitar un poco sus ramas verde oscuro. Y esto ya era
mucho. No se les puede pedir más. Sabido es que la gente de la montaña, del
norte, es adusta y de pocas palabras.
Incluso la senda, esa senda pedregosa y desabrida, estaba repleta de
humedad, mullida, acogedora, deseosa de trasmitir a través de nuestros pies su
agrado y su alegría por nuestra llegada.
Henchidos de gozo por tantas muestras de cariño llegamos a La Maroma,
el Pico de la Tejeda como le llamaban los antiguos. La Maroma es punto y
aparte, es otro mundo, harina de otro costal. Nos recibió con niebla, con frío
y con un viento endemoniado. Sin una palabra amable. ¿Es ese el modo de recibir
a los amigos? Con estas salidas suyas no sé cómo volvemos a poner los pies en
ella. La deberíamos borrar de nuestras salidas y en Tajo Volaero darnos la
vuelta.
La Tacita de Plata en cambio fue completamente diferente. Empezó
ofreciéndonos su humilde chorrito de agua. A continuación nos preparó un lugar
acogedor, resguardado del viento, al sol, invitándonos a quedarnos a almorzar
con ella. “Hoy es Antonio Usieto quien decide pues celebramos el nacimiento de
María, su nieta” le dijimos. Pero Antonio no pudo resistir tantas muestras de
hospitalidad y a pesar de ser alrededor de la una decidió que allí nos
sentaríamos a comer.
La atracción principal eran unas cigalitas para celebrar la venida de
María. Y en justa correspondencia se las ofrecimos a la fuente, y con ellas y
los vinos le hicimos una foto. Mientras, Antonio de Fornes y Victoria
prepararon sus deliciosas ensaladas que se tomaron, al ritmo pausado adecuado,
después del aperitivo de las cigalas y la chacina. Vinieron después dos
fiambreras con guiso de pollo, otra con pisto, una cuarta con codornices
escabechadas y la quinta con carne con tomate y pimiento. Todo riquísimo.
Quesos, tés, orujos, licor de bellota, bombones y turrón. ¡Menudo ágape!
Aderezado además con unas charlas agradables y los correspondientes brindis por
María.
Al pasar por los Barracones, de regreso ya, salieron a despedirnos otra
hornada de robles, más algunos castaños y cerezos, todos mostrando sus brillantes
vestimentas. Llegando al Robledal, el encinar nos acogió también con alegría,
aunque sabido es que a las encinas les cuesta expresar sus sentimientos,
ofreciéndonos su poblado sotobosque y los cantos de algunos carboneros. Muy
bonito final.
Día muy agradable para caminar, excepto el ratito de La Maroma, en un
entorno bellísimo, con una compañía excelente y con un ambiente extraordinario.
La llegada de María no merecía menos.
EN LOS TEJOS
LLEGANDO A LA MAROMA QUE NOS RECIBIO CON VIENTO, NIEBLA Y FRÍO
BAJANDO
LLEGANDO A LA TACITA DE PLATA
LA TACITA DE PLATA ADORNADA
PREPARANDO LAS ENSALADAS
LLEGANDO A LOS BARRACONES
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