5 de octubre: La Maroma por el Donabuelo

Participantes: 11	Paco P., Jesús R., Pilar., Ana, Paco R., Tere, Lucía L.,  Lola V., Manuel D., Paco Z.  y Jerónimo
Distancia recorrida:	18 kilómetros
Desnivel de subida acumulado:	1.100 metros
Altura mínima: (1.100 m – Robledal Alto)	Altura máxima: (2.068 m – La Maroma)
Tipo de recorrido:	Circular
Tipo de camino:	Veredas, campo a través y carril

 

Acrónica

Reinando Cronos, en la Edad Dorada, la gente no necesitaba leyes ni reglas: todos hacían lo correcto y no existía la inmoralidad.

Travestido en Saturno, he decido liberarme de su yugo por un día y vivir al sol que más calienta, que es mucho y tarde en este octubre cálido y reseco.

Un mar de gentes venidas de otras tierras inunda la Maroma y me hacen sentir deseos de huir a atalayas más desiertas donde solo el susurrar del viento me acompañe. África al fondo. Sobre la neblina sus montañas asoman.

¿Por dónde andarán las ardillas que en otros momentos acompañaron nuestro caminar por este pinar herido por alisadores y trazadores, por grapas y potes? Sugiere alguien que fueron polizones en el vuelo Madrid-Toronto y que allí quedaron, fundidas entre el recuerdo y el deseo.

Nos apetece caminar lento, disfrutar del fresco de la tarde, de esa luz dorada, tibia, que nos acompaña en el descenso, de momentos de compartir historias,  deseos, sueños, futuros y pasados, presentes a ratos, momentos de silencio que se agradecen  donde solo nuestros pasos rompen la canción del bosque.

Felicidades compartidas en el desayuno y en la cima de Sierra Tejeda, donde por primera vez me alzo en la torre de su vértice yo que tantas veces he hollado su cumbre. Nos hubiera gustado poner unas velas al ajoblanco pero no pudo ser.

20°C Brasero anunciaba calor, mucho calor, pero los Llanos de Zafarraya nos reciben con chaquetas y rostros embozados. El termómetro recorre un camino inverso: 6°C

La brisa sopla en el Collado del Donabuelo. Se agradece. En el camino quedaron bajadas y subidas, ratos de sol y senderos de sombra bajo los pinos y algún arce y mostajo que se resiste aún a vestir las galas de otoño. Con este calor, ¿quién se atreve a dejar la ropa de verano y vestir gorro de lana y abrigar su cuello? Uno. Quedó también un caminante con móvil y otro ¿perdido?

Esta vez la foto de grupo buscó un mejor momento, un lugar más íntimo: Tajo Volaero.  La bajada fue rápida. No todos podrán holgar a la llegada, estirar las piernas en el sofá y recordar en sueños que rompen el tiempo, que hacen añicos la lógica y la moralidad. Tres caminos distintos que confluyeron en un vértice. No hay lugar para el descanso. Rabelais nos acompaña como siempre en la comida y una simpática muchacha que nos da el sí quiero.

Los arces también sufren de estrés. Han tirado parte de sus hojas pensando que desnudos aliviarán este eterno verano, estos cielos de azules infinitos, donde el rojo de los frutos del  cerecillo de Santa Lucía y de los arilos de los tejos anuncia lo que no llega.

Los membrillos se dejan coger y una ardilla cruza el camino. Alguien vuelve.

 

Mapa de la ruta

 

Momentos para contar

 

Bajo un mostajo o cerecillo de Sta. Lucía

 

Cerro tachonado de encinas

 

Subiendo hacia el collado del Donabuelo

 

Llegando al collado

 

Una mochila que mi vista alcance

 

Niveles

 

Una para Ceuta y otra para Bilbao

 

Los Llanos desde la altura

 

Espera

 

En la cresta

 

¿Barcelona?

 

Sobre los cojines y sin pincharme

 

Salir por patas

 

Unos vienen, otros van

 

¿Los primeros en llegar?

 

Después de tantas veces, la primera vez: doble felicidad

 

Entre col y col, lechuga

 

No hay momento para el relax

 

Tus deseos son órdenes para mí

 

Todo lo que sube, baja

 

Precipucio

 

Cada cual como quiere en el Tajo Volaero

 

De piedra en piedra y tiro alguna de vez en cuando

 

A Salto de Caballo

 

Dispersión

 

Arilos en un solo tejo

 

Panorama rima con Malascamas

 

Solo cuento una

 

Sangría vegetal