Participantes: Antonio de Sierra Nevada, Antonio Usieto, Antonio de
Fornes, Manuel de Nerja, Manuel de Rincón, Miguel, Paco Hernando, Ricardo y
Jesús.
Distancia recorrida: 16 km
Desnivel acumulado: 900 m
Desayuno en el bar El Cruce de Benamargosa. Aceptable y bien servidos
en la mesa.
De vez en cuando buscamos una cosa nueva, algo que nadie conoce. Hoy
era uno de esos días. Nuestro objetivo era intentar subir por el barranco del
Saltillo a la senda que va del collado de las Lajas en Sedella a la senda de la
Rábita en Canillas. Por eso habíamos invitado a Antonio de Sierra Nevada, para
que nos ayudara en la búsqueda de salida del barranco y en los pasos difíciles.
El primer repecho era el del pueblo para alcanzar la acequia por la que
va la senda. No es un repecho menor. Tomado así, en frío, de buenas a primeras,
obliga a resoplar y a quitarse ropa. Una vez alcanzada la senda, antes de los
corrales saliendo al Pico de la Tejeda, la caminata es un paseo llano
disfrutando de las vistas sobre Canillas, sobre la zona del embalse de la
Viñuela, sobre los pueblecillos e innumerables casitas esparcidas en todo el
oeste del río Vélez y hacia el sur
La senda atraviesa los olivares del Mohay y la ladera de las Tormentas
antes de entrar en los Pechos del Campanario donde la senda ha sido preparada
con rejillas metálicas en el piso, barandillas y sirgas manteniendo esas
estructuras, para salvar los pasos aéreos por donde la acequia iba. Uno se
pregunta cómo construirían y mantendrían esa acequia por semejantes Pechos.
Las vistas al barranco y a su ladera izquierda son extraordinarias.
Allí paramos una y otra vez a hacer fotos y a contemplar el agreste panorama.
Una sendita preciosa. Hay que recorrerla.
Termina la senda en el cauce del barranco en unas cascadas y pozas muy
bonitas. Mientras las admirábamos Antonio comenzó a explorar barranco arriba.
Al cabo de un ratito vino diciendo que no había salida. Decidimos explorar una
cañada de la ladera derecha por donde iban las tuberías. Antonio subió con
Ricardo detrás mientras el resto esperábamos prudentemente su parecer. También
vieron esa salida casi imposible. Y así terminó la parte de exploración de
nuestra ruta.
Tornamos por la senda de la acequia, dejamos los Pechos del Campanario,
y tomamos la ladera de las Tormentas hacia arriba dejando el cerro de Juan
Zamora a la izquierda.
Hay huella de caminantes con algunos hitos, pero no senda. Antonio de
Fornes dejó su impronta artística en algunos hitos especialmente elegantes,
mientras ascendíamos buscando las zonas con menos matorral. Al llegar a la
altura de la senda de La Rábita al Pico de la Tejeda paramos al Ángelus. Volvió
la vieja costumbre de Ricardo de traer un poco de vino dulce para acompañar los
dulces del Ángelus.
Por alargar el recorrido decidimos subir al collado de los Charcones y
bajar luego al barranco de los Tajos Lisos. Tomamos pues la senda hacia arriba,
por las Hazas, a buen ritmo, sudando un poco en la mañana primaveral, sin viento.
Pasamos el collado de la Gitana, la fuente de los Charcones con su
fresca agua y en el collado de los Charcones nos entretuvimos en la cuevecita y
en el pequeño torcalillo.
Entramos en el valle del barranco de la Cueva del Agua, descendiendo,
por esa senda que la vegetación, sobre todo de aulagas, va dejando cada vez más
estrecha. Esta senda es mucho más bonita que la de la Rábita, pero
incomprensiblemente la mayoría de los caminantes van por esa para subir al Pico
de la Tejada y ésta se está cegando.
En la cresta de la ladera de la Cueva del Agua Antonio de Fornes
encontró un excelente rodal llano, sin vegetación, para comer. Nos aposentamos
y tuvimos, como siempre, una de esas excelentes comidas. Lo mejor de ellas es
la charla, distendida, abierta, tocando temas desde fútbol a política, con
algún chistecillo entre medias, quitándonos la palabra de unos a otros, en fin,
un rato agradabilísimo. La charla prosiguió loma abajo, pero es mejor dejar los
temas y chascarrillos fuera de la crónica. Cuando las cosas quedan por escrito
adquieren carta de naturaleza y más si se hacen públicas.
En el mirador de los Castillejos echamos otro ratito disfrutando de las
vistas, de los tajos, del barranco de los Tajos Lisos…y de alguna puyita a
cuento de las ganas de posar y salir en las fotos.
La tarde estaba calurosa. Alguien propuso tomar una cervecita fresca en
Canillas, propuesta que se aceptó unánimemente y en el primer bar, en la
plazuela donde solemos aparcar, nos sentamos en la terraza, a la sombra, en
este mes de febrero que tan bien ha comenzado, para saborear una Alhambra.
Una ruta preciosa por las vistas y lo agreste del recorrido, y, sobre
todo, por el buen ambiente del grupo. La investigación pretendida se quedó en
agua de borrajas, pero pasamos un excelente día. De eso se trataba.
LA RUTA
CANILLAS DESDE LA ACEQUIA
CANILLAS DE ACEITUNO
LA ACEQUIA
AL FONDO LA MAROMA
MIRANDO EL BARRANCO DEL RÍO ALMANCHARES
EL SALTILLO DEL RIO ALMANCHARES
LA NUEVA PASARELA
DIBUJO DE ANTONIO
SUBIENDO DESDE LA ACEQUIA HACIA LA LADERA DE LAS TORMENTAS
ARTE EFÍMERO DE ANTONIO
POR LA LADERA DE LAS TORMENTAS
SUBIENDO POR LA SENDA DE LA RÁBITA HACIA EL COLLADO DE LA GITANA
LA FUENTE DE LOS CHARCONES
LLEGANDO AL COLLADO DE LOS CHARCONES
LOS VINOS
EN EL MIRADOR DE LOS CASTILLEJOS
CERVECITA EN CANILLAS DE ACEITUNO
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