jueves, 23 de abril de 2015

MIÉRCOLES 29 DE ABRIL: SIERRA DE ORTEGÍCAR

Participantes: Luis, Manolo, Paco, Pepe, Quirri, Antonio, María Victoria, Jesús
Distancia recorrida: 10 km
Desnivel acumulado:: 700 m

Desayuno en el Cruce de Ardales. Mejor el mollete que las rebanás que son trozos de pan de viena. FELICIDADES a María Victoria que tuvo el detalle de invitarnos por su cumpleaños.

En la carreterita de Serrato al Burgo tomamos a la izquierda un carril que nos llevó al cercano cortijo del Rompedizo. En él comenzamos la caminata siguiendo el carril unos 300 m donde lo dejamos para internarnos en la sierra por la cañada a la derecha. Aquí se acabo carril, senda, vereda… todo. Ya no hay más que andurrear por donde mejor se vea evitando vegetación, tajos y pedregales.
La cañada sube a un altiplano que ya todo es un lapiaz, más o menos dificultoso. Echamos a la derecha, al sur, donde están los montículos más elevados de la sierra. Primero el cerro del Escribano, de unos 940 m, nos asomó a unos tajos impresionantes con magníficas vistas a Serrato, Cañete la Real y Cuevas del Becerro, y a las tierras de labor con cereales, habas, veza y olivo, formando un rompecabezas de formas y colores precioso en esta mañana primaveral.
Al este destacaba otro cerrillo con un vértice geodésico. Sabida es la querencia de Manolo por los vértices. Así que a él nos encaminamos por el borde de los tremendos tajos con los que termina la sierra por el sur, disfrutando de los cortados, los farallones rocosos y los canutos.
Debajo del vértice tomamos el Ángelus. Éramos conscientes de que aún no habíamos quemado las calorías del desayuno, pero la costumbre es la costumbre, y ahí fueron saliendo mostachones, rosegones, plátanos, nueces, pasas…, terminando con los ya habituales caramelillos de Luis. Para entonces ya veíamos que la sierra era toda un puro lapiaz, todo roca y entre las grietas y en las pequeñas zonas de tierra, hierba y cardos altos que no dejaban ver donde se pisaba. El caminar se convirtió en un casi interminable baile de piedra en piedra, la marcha se tornó muy lenta, penosa y con su puntito de peligro por resbalones. Fuimos al noreste por el cancho de la Graceja hacia un cerrillo, el cerro del Mojón, que se nos antojaba el final de la sierra, pero llegados a él detrás había otro y quizá otro más. Decidimos buscar un sitio algo más cómodo de caminar, cambiamos el rumbo a noroeste y bajamos hacia un pinarillo de pino carrasco que sube por una cañada desde las tierras de labor. Está circundado por una valla de alambre que cruzamos al llegar y al salir de él.
Por entonces se ve que ya nos habíamos cansado del buen piso del pinar, enfrente teníamos una cordillerita de tres cerretes, el más alto justo enfrente, y nos metimos en el berenjenal de llegar a su cima. Ascenso difícil, trepando por peñascos y evitando coscojas en flor. Nos costó lo nuestro subir a la cima para, allí, plantearnos por dónde bajar. Lo hicimos por el noreste, por unos lapiaces lisos para evitar la maleza de encina y coscoja, y luego fuimos girando al oeste primero y al norte después para acceder al colladito entre los dos primeros cerretes y de él bajar ya con cierta comodidad al pinar. A su sombra nos sentamos para descansar de la malhadada decisión de subir al cerrillo y para almorzar. Conforme salían de las mochilas las viandas y los vinos se nos iba olvidando el mal rato pasado y se nos pintaban sonrisas en la cara al ver lo que se avecinaba. Hubo ensaladas de tomate y de aguacate con naranja, con una tortilla de espárragos deliciosa, pero fue un día esencialmente de carne: de solomillo de cerdo en su jugo y con chutney, de filetillos empanados, de carne con tomate, junto a chorizos, caña de lomo  y jamón. Para terminar María Victoria nos sorprendió con un excelente flan. Y todo regado con buenos vinos y orujos. ¿Qué más se puede pedir?.
A duras penas nos levantamos para proseguir la caminata, aunque para entonces ya teníamos claro que había que evitar los cerretes. Entramos otra vez en el lapiaz, ahora en dirección suroeste, buscamos la cañada de subida y por ella bajamos al carril y al cortijo.
Una nueva sierra explorada. Lo mejor el trozo entre el cerrete del Escribano y del vértice geodésico por el filo de los tajos, las vistas a las sierras de las Nieves, Prieta, Blanquilla, Alcaparaín, Huma…etc, en un día soleado y con una compañía inmejorable.

Como cosa curiosa, en la cima de varios cerrillo hay grabada en la piedra una inscripción que nos costó descifrar y dice “PROPIEDAD ORTEGICAR”


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SUBIENDO POR LA CAÑADA
EN LOS TAJOS CON SERRATO AL FONDO
EL GRUPO Y LUIS DE FOTÓGRAFO
ADMIRANDO EL PAISAJE
SUBIENDO A OTRO DE LOS TAJOS
VÉRTICE GEODÉSICO DE ORTEGÍCAR
MAR DE FLORES
POR ENTRE LOS PINOS EN BUSCA DEL ULTIMO CERRO
SUBIDA ESCALONADA AL CERRO
LOS ESTUPENDOS VINOS
RESTAURANTE A LA SOMBRA DE LOS PINOS
EL SABROSO FLAN CON QUE NOS OBSEQUIO MARÍA VICTORIA
POR LA CALERA BAJANDO HACIA EL CORTIJO DE LOS ROMPEDIZOS

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