domingo, 10 de noviembre de 2024

comida Navidad: domingo, 15 de diciembre

 En el Rte. El Pollo, donde siempre.

Para que nos vayamos apuntamos los que tengamos intención de ir y calcular más o menos cuántos seríamos.

El menú y el precio lo pondremos más adelante.

jueves, 7 de noviembre de 2024

9 de noviembre: Cortijo del Hornillo - Vereda de la Estrella

Participantes: 7
Jesús C., Tere, Paco R., Germán, Lola V.,  Ricardo y Jerónimo
Distancia recorrida:
17 kilómetros
Desnivel de subida acumulado:
845 metros
Altura mínima: ( 1.150 m – Vegueta del Caracol)
Altura máxima: (1.846 m – Cortijo del Hornillo)
Tipo de recorrido:
Circular, con un pequeño tramo de ida y vuelta.
Tipo de camino:
Veredas y algún pequeño tramo de carril.

Desayuno en la cafetería del hotel Labella de Pinos Genil. Pan con aceite y jamón. Pan regular, jamón en abundancia, aunque la cantidad no compensase la calidad; caro, 5€. No tenemos un buen sitio para desayunar en esa zona. El bar de Güéjar está lleno y este está tranquilo, pero el precio y la calidad no están a la altura.

La semana que termina hoy han estado por la Alpujarra granadina unos cuantos compañeros, por eso hoy hemos sido pocos caminantes para ser sábado.

Partimos de la Vegueta del Caracol, a las 9, con unas choperas amarillas, preciosas. Los ríos San Juan y Genil traían un buen caudal, y sobre ellos pasamos para enfilar la vereda de la Estrella y dejarla en el desvió de la Hortichuela para subir a ella y luego llegar a la cantera de serpentina donde comienza la cuesta de los cipreses.

Y aquí comenzó el espectáculo de los robles que duraría muchos kilómetros. Estaban preciosos, la mayoría con colores cobrizos, algunos más verdes y otros más amarillos, con el suelo alfombrado de hojas sobre el tapiz de la hierbecilla verde. Nunca los habíamos visto tan bonitos, a pesar de que el día estaba nublado, con poca luz. Una delicia caminar inmersos en ese bosque lleno de color, cada uno a su paso, con charlas animadas.

En el cortijo del Hoyo, junto a la acequia de Haza Mesa, nos reagrupamos. El paisaje había cambiado. Habíamos dejado abajo el robledal y sobre él seguiríamos hasta Cabañas Viejas. Ahora el contraste era el alegre colorido del bosque de robles a nuestros pies comparado con el ascético, sobrio, serio paisaje de la loma de las Herrerías por debajo de la cresta de Papeles, compuesto de tierra desnuda marrón clara y manchones de oscuras encinas aquí y allá. ¡Qué diferencia entre las laderas sur, seca, y la norte mucho más húmeda y con barranquillos y acequias de careo con agua!

Después de repostar agua en la fuente Carmona, recientemente reparada, hicimos la paradita del Ángelus en Cabañas Viejas para continuar hacia el Hornillo. Este tramo es especialmente espectacular porque se entra otra vez en el robledal y la senda gira de sureste a sur, dando la vuelta a la loma que llevamos a la derecha, y entonces aparecen primero la Alcazaba y luego Mulhacén, Machos y Veleta, todos nevados, entrevistos primero a través de los cobrizos robles, y diáfanos después, en una vista inolvidable. Además, debajo, a nuestra altura, está la esplanada y construcciones del cortijo del Hornillo, reconvertido en refugio, del que hoy, curiosamente, salía una columnita de humo. Esa vista, por más que se haya contemplado cien veces, subyuga tanto que no hay quien pase y no le dedique varios minutos a su contemplación. También en esta zona algunos arces, completamente amarillos, destacaban del robledal.

En el Hornillo había una pandilla de jóvenes, los autores del fuego, que habían pernoctado allí y se disponían a volver hacia Güéjar. Nosotros continuamos al colladito sobre el cortijo pasando a continuación por la renovada acequia del Hornillo y por el barranco de Cazoletas, con su buen chorro de agua.

A veces es necesario caminar aislado, sin ruido. En el bosque de Cazoletas, arropado por los colores de los robles, con el crujir de las hojas bajo las botas, con el rumor del Genil que va llegando cada vez con más nitidez, con el arrullo de las copas de los árboles apenas mecidos por la suave brisa y con el breve canto de algún pajarillo, uno estaría semanas, con esa paz, esa dulzura, ese bienestar.

Se había propuesto parar a comer en el Guarnón. Al Guarnón descendimos, pero no había sitio para formar un buen rolde. Bajo las casillas de la Estrella Jerónimo descubrió un bancalillo llano que, una vez limpio de cardos sirvió de restaurante.

Una vez aposentados, se dijo de comenzar con tranquilidad, sin embargo algunos no pueden esperar: sentarse y a comer. Pasaron los aperitivos de langostinos, jamón, chorizo, salchichón, tomate cherry y ensaladilla rusa. Vino luego el capítulo de tortillas, de espinacas y patata, después las carnes con tomate y con verduras y finalizamos con los quesos. De postre, con el té calentito, pan de Calatrava riquísimo, que llegó allá arriba enterito, impecable, y Jerónimo lo sirvió con su correspondiente paleta de postres.

Nos quedaba la vereda de la Estrella, llana o descendiente, siguiendo la ladera izquierda del Genil. De vez en cuando paramos para recrearnos en la vista de Alcazaba y Mulhacén, quedó sólo la Alcazaba y, por último, al girar en la curva del Viso, la perdimos también.

En los alrededores del Genil lo más llamativo eran las rojizas cornicabras y los chopos en el cauce, sin embargo, los arces que esperábamos lucieran sus mejores galas, estaban aún verdosos, y los almeces y fresnos ya tenían las ramas casi desnudas. En el castaño de la Terrera o castaño Abuelo hicimos la consabida foto de grupo y sin más desembocamos en la Vegueta del Caracol.

Magnífico día, nublado, fresquito, ideal para caminar acompañados por unos colores otoñales preciosos.













































En el Castaño de la Terrera


Sorbus torminalis - Palosanto

Llegando a la Vegueta del Caracol

Barranco de San Juan

Mapa de la ruta