Participantes: Luis, Jerónimo, Manuel de Rincón y Jesús
Distancia recorrida: 11,5 km
Desnivel acumulado: 750 m
La programación de la excursión estaba para ser hecha el martes 11. El riesgo de una tormenta matutina nos hizo trasladarla al miércoles, nuestro día tradicional. Con el cambio, Ana que estaba apuntada para el martes, se perdió la excursión porque el miércoles no podía venir. Para la próxima semana buscaremos algo para que puedas venir, Ana.
Quedamos a las 8 ya desayunados en el comienzo de la carreterita a las antenas. Manuel y Jesús estaban allí un poco antes. Cuando llegaron Jerónimo y Luis, éste bajó del coche y antes de decir buenos días, nos echó un responso porque él y Jerónimo habían sido puntuales, no así Manuel y Jesús que habían llegado antes de tiempo. Nadie le contradijo, se aceptó la puntualización. Parecía que Luis venía en son de guerra, pero afortunadamente sólo fue este primer desahogo.
Echamos a andar por el carrilillo del este, con tranquilidad, charlando bajo el bosque de pino carrasco. Más arriba tomamos la senda a la derecha. La senda va llaneando, con pequeñas subidas y bajadas, en dirección este, hacia la mina de la Trinidad. Esta sendita tiene una floración preciosa de plantas pequeñitas, con varias linarias, helianthemum, orquídeas, etc., pero claro, en agosto no quedaba ni rastro, sólo la linaria de Clemente y el clavel malagueño mostraban alguna flores. Más tarde a ellas se unió la Lapiedra con sus flores blancas.
El día no amenazaba lluvia, aunque la parte media y superior de la sierra sujetaban nubarrones que poco a poco se iban disolviendo dejando entrever, arriba, el cerro del Moro, nuestro primer objetivo, coronado por sus antenas, y abajo los caseríos de Fuengirola y Mijas.
Tomamos el desvío por el Pechón. Por él asciende la senda con fuerza, pero la subida fue muy llevadera porque teníamos la sombra del cerro del Moro, de los pinos y de los nubarrones que aún quedaban. El último tramo de la senda, antes de la Hoya del Moro, es especialmente agradable: la senda va llana, al pinar se une la carrasca y la coscoja, al oeste se disfruta del profundo barranco de Don Pedro y del cabezo de Zagalurrera mientras al frente llevamos la triangular figura del Castillejo.
Fuimos directamente al Castillejo esperando encontrar al guarda contraincendios. Tenía arreglada la cima del cerro con un sombrajo, una mesa y tres butacas, pero el guarda no operaba hoy por la mañana. La mesa, las butacas, y sobretodo el fresquito bajo el sombrajo, invitaban a un descanso. Aprovechamos para hacer un temprano Ángelus, con un rato de charla, disfrutando de las fenomenales vistas que ofrece el cerro.
Continuamos la caminata descendiendo del cerro primero a puerto Serrano y luego al puerto del Cerezal en un paseo jalonado de crujía mayor en flor.
El final de la ruta era el puerto de las Tres Caleras. Jerónimo se adelantó porque quería regar los quejigos que sembró debajo del puerto. Como camina a esa velocidad, cuando llegamos al puerto los otros tres él ya subía después de la visita a sus ahijados. Parece que tiene 4 con vida.
Por Las Tres Caleras pasaron los dos únicos caminantes del día, ellos hacia la Medialuna y nosotros de regreso al Cerezal. La senda de bajada al aparcamiento está muy usada sobre todo por bicis que la van encajonando en los sitios sin piedras. En el descenso tuvimos el único sol del día, en una zona que se quemó y de la que desaparecieron los pinos, pero pronto entramos otra vez en la sombra protectora con una brisa muy agradable hasta los coches.
Como final, agradecer a Luis la feliz idea de terminar la mañana con una cervecita fresca. Fuimos al Higuerón, restaurante de postín, aunque no llevábamos la vestimenta apropiada. El aire acondicionado del restaurante nos refrescó por fuera y la cervecita por dentro. Luis tuvo el detalle de invitarnos. ¡¡¡Muchas gracias, Luis!!!
Estupenda mañana, tanto que nos propusimos repetir estas caminatas de medio día.
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