Participantes: 4
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Jesús C., Luci, Paco Z. y Jerónimo
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Distancia recorrida:
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13 kilómetros
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Desnivel de subida acumulado:
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810 metros
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Altura mínima: (1.120 m – Pto. del Caucón)
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Altura máxima: (1.734 m – Cercanías Peñón de Enamorados)
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Tipo de recorrido:
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Circular
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Tipo de camino:
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Veredas
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Desayuno
en el bar de Mari Carmen con los deliciosos molletes de Yunquera, aceite y
zurrapa blanca. Celebramos el nacimiento de Candela, nieta de Luci, quien tuvo
la gentileza de invitarnos. ¡¡¡ Muchas gracias Luci y que la disfrutes!!!
Jerónimo
había publicitado la caminata con el señuelo de que hubiese nevado en la
sierra, aunque también advertía de la predicción de alguna, escasa, lluvia. La
respuesta del personal fue muy parca: 4 caminantes nada más, aunque eso sí, los
4 íbamos con la ilusión de caminar por la nieve y, si había suerte, de que nos
nevase.
Al
llegar a Yunquera llovía bien, tanto que llevamos algún paraguas desde el coche
al bar de Mari Carmen, para protegernos y para intentar espantar la lluvia. Al
salir del bar ya no llovía y sin lluvia llegamos al puerto del Caucón.
Sin
lluvia pero con un viento endemoniado. En el Caucón siempre sopla viento
fortísimo. Eso hizo que nos abrigáramos bien.
La
intención era ir a la Caína, llegar hasta la base de Enamorados, bajar al
puerto del Hornillo, comer en la cueva encima de la fuente del Hornillo y
regresar por Bellina al Llano de la Casa y al Caucón. Una rutita exigente, al
uso de las propuestas de Jerónimo.
Salimos
contentos en dirección a la Caína porque en lo alto se veía la blancura de la
anhelada nieve. Pasamos por el hoyo de las Colmenas y en el Merendero paramos a
poner impermeables porque comenzó a lloviznar, llovizna transformada enseguida
en agua nieve. Poco estuvimos en el mirador de la Era de los Gamones porque la
niebla impedía mucho la visión y antes de llegar a la Caína ya nevaba. Uno de
los objetivos de la caminata estaba cumplido: saborear la transición de la
lluvia a la nieve.
Remontando
el tajo de la Caína nevaba de buena gana, sin viento, con grandes y mansos
copos, con todo el bosque en ese silencio que la nieve impone. Pocas veces
disfrutamos de este entorno. No nos acercamos a contemplar las vistas desde
encima del tajo porque la niebla mermaba mucho la visibilidad, pero subíamos
contentos por los Lajares inmersos en esa cortina blanca de los copos.
Al
entrar en la cañada de la Perra ya teníamos nieve y viento, y luego viento nada
más. Saludamos a los enormes, añosos, moribundos pinsapos a la vera de la senda
y luego a los enormes quejigos con los que comienza esa transición de pinsapar
a quejigal.
Bajo
el portillón del tajo de Añiscle ya pisábamos nieve y en el puerto de la Perra
había un palmo. En ese puerto el viento comenzó a azotarnos bien. Paramos de
vez en cuando a contemplar el hielo en los quejigos, la blancura de la nieve en
la cara oeste de sus enormes troncos, pero poco rato porque el vendaval no daba
tregua.
En
la hondonada del barranco de la Carnicería el viento se redujo y disfrutamos a
placer del blanco manto de nieve cubriéndolo todo. Hasta los Lajares habíamos
observado pisadas de alguien que iba por delante, pero debió tomar el camino de
los Llanos de la Casa porque por la cañada de la Perra ya no se veían huellas,
y en esta llanurilla del comienzo del barranco de la Carnicería la nieve estaba
impoluta, inmaculada, hollada sólo por las triangulares huellas de algún pájaro
y por nuestras botas. Por este valle se ha hecho una gran repoblación bastante
exitosa de quejigos con algún pinsapo. Excelente idea la de repoblar quejigos.
Al
dejar la protección del barranco y salir a la senda Saucillo-Torrecilla el
vendaval volvió por sus fueros. Se nos llevaba literalmente con esas fortísimas
rachas. Estábamos a 0,3°C y comenzó a caer un granicillo cruel, hiriente en
manos y cara por la fuerza con que el vendaval lo traía. En esas condiciones
pensamos acortar la caminata, dejar la bajada por el Hornillo para otra vez y
proseguir hacia el Llano de la Casa.
Debajo
de Enamorados comenzamos a ver alguna huella. Alguien había llegado hasta allí
y se había vuelto. Y eso estábamos haciendo nosotros, con la cabeza agachada
para tener menos exposición al viento, en fila india, callados y a buen paso,
por esas crestas de los Ventisqueros. Ahora podíamos dar fe de ese nombre tan
bien puesto. Arrieros y pastores, quienes lo bautizarían, habían sufrido antes
estas inclemencias que ahora padecíamos nosotros.
En
el puerto del Cuco, cuando dejamos la cresta y nos metimos en la ladera norte,
nuestra suerte cambió. Protegidos por el cerro del Cuco el viento amainó
notablemente, volvió la vida a nuestras caras y comenzamos a charlar y a
bromear con las penurias pasadas.
En
el Llano de la Casa nos metimos en la cañada de Juanisco Huelva. Allí estábamos
completamente protegidos del viento, el sol salió y empezamos a buscar algún
lugar al sol para comer. Pero todo estaba muy mojado. Jerónimo sugirió buscar
una oquedad que él conocía en un roquedo sobre la senda Caucón-Los Lajares,
aunque por entonces ya más de uno había hablado de lo bien que nos sentaría una
sopita calentita en Yunquera.
El
sol duró poco. Comenzó a llover y con lluvia llegamos al roquedo de la oquedad.
Jerónimo trató de subir a la oquedad pero la maleza se lo impidió. Además todo
el matorral estaba lleno de gotitas que nos empapaban los pantalones. Con
alegría recibimos los tres la decisión de ir al coche e ir a comer a Yunquera.
Nos
metimos en el coche tal como íbamos porque con lluvia no apetecía cambiarse de
ropa.
El
bar Quini estaba a rebosar. Como somos viejos conocidos nos dijeron que
enseguida se levantaba una mesa y esa era para nosotros. Un par entraron a
cambiarse de ropa al baño mientras el otro par veía pasar ante ellos humeantes
platos de callos, de potaje, de chuletas,…
Pedimos
un plato de caracoles para picar, 4 platos de potaje de tagarninas como primero
y luego un plato de chuletas de chivo y cordero, y otro de chivo frito, ambos
para compartir. Nos supo todo a gloria.
Bromeamos
con la posibilidad de haber pedido una gaseosa con cuatro vasos y haber sacado
de las mochilas nuestro condumio, como se hacía hace años en los merenderos.
Siendo más realistas también se sugirió haber sacado los boquerones en vinagre
que Luci llevaba, pero Jerónimo nos abortó la idea porque si lo hacíamos él se
marchaba. Al final conseguimos que Jerónimo fuera al coche a por la tarta que
traía, pedimos unos platitos y unas cucharitas y compartimos con el dueño del
bar una tarta de queso con mermelada de kumquat. No ha sido una de sus mejores
creaciones, y nos explicó porqué. Lo que estaba delicioso era la mermelada.
Día
con tiempo de perros. Tuvimos lluvia, nieve, granizo, frío y, sobre todo,
viento. Pero disfrutamos cuando nos nevó encima y hollando esa nieve
inmaculada. Era nuestro objetivo inicial. Y el placer de un potaje calentito
después de tener el cuerpo aterido es inenarrable.
A
pesar del tiempo había flores de orquídeas Orchis italica, Ophrys tenthrendinifera,
Ophrys lutea, Orchis conica y Orchis mascula, y de Hyacinthoides hispanica.
Mapa de la ruta
Arcoíris para los preparativos
Llamando a la lluvia
Por el pinsapar de los Lajares
Contraluz hacia el Mediterráneo
No fue la lluvia; fue la nieve la que empezó a caer
cada vez con más fuerza
por el Tajo de la Caína
Cañada de la Perra
Cada vez hay más nieve en el camino
Muerte y vida
Flores del piorno azul (Erinacea anthyllis) surgiendo entre la nieve
Pto. de las Boas
Nos adentramos en la niebla
entre quejigos
de aspecto fantasmagórico
Un posado
El viento en la meseta nos azota con fuerza
Un tímido rayo de sol
La ventisca ha helado la cara noroeste de los quejigos
Quejigo en soledad
Mucha más nieve de la esperada
Texturas bajo cero
Últimos quejigos en la subida hacia Enamorados
Hasta el silencio se ha congelado
Comienza de nuevo a nevar
Y por Ventisqueros la ventisca arrecia
Pinsapar junto a la Peña del Cuco
Cerca del Llano de la Casa una nueva falsa mejoría
Orchis italica
Tere y yo vamos.
ResponderEliminarVoy a la posible nieve. Y llevaré coche si no hay otro
ResponderEliminarMe apunto a última hora. Jesús, te espero donde el otro día a las 7,20?
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