jueves, 4 de abril de 2019

6 de abril: Sª de las Nieves


Participantes: 4
Jesús C., Luci, Paco Z.  y Jerónimo
Distancia recorrida:
13 kilómetros
Desnivel de subida acumulado:
810 metros
Altura mínima: (1.120 m – Pto. del Caucón)
Altura máxima: (1.734 m – Cercanías Peñón de Enamorados)
Tipo de recorrido:
Circular
Tipo de camino:
Veredas
 
 

Desayuno en el bar de Mari Carmen con los deliciosos molletes de Yunquera, aceite y zurrapa blanca. Celebramos el nacimiento de Candela, nieta de Luci, quien tuvo la gentileza de invitarnos. ¡¡¡ Muchas gracias Luci y que la disfrutes!!!
 
 
Jerónimo había publicitado la caminata con el señuelo de que hubiese nevado en la sierra, aunque también advertía de la predicción de alguna, escasa, lluvia. La respuesta del personal fue muy parca: 4 caminantes nada más, aunque eso sí, los 4 íbamos con la ilusión de caminar por la nieve y, si había suerte, de que nos nevase.
Al llegar a Yunquera llovía bien, tanto que llevamos algún paraguas desde el coche al bar de Mari Carmen, para protegernos y para intentar espantar la lluvia. Al salir del bar ya no llovía y sin lluvia llegamos al puerto del Caucón.
Sin lluvia pero con un viento endemoniado. En el Caucón siempre sopla viento fortísimo. Eso hizo que nos abrigáramos bien.
La intención era ir a la Caína, llegar hasta la base de Enamorados, bajar al puerto del Hornillo, comer en la cueva encima de la fuente del Hornillo y regresar por Bellina al Llano de la Casa y al Caucón. Una rutita exigente, al uso de las propuestas de Jerónimo.
Salimos contentos en dirección a la Caína porque en lo alto se veía la blancura de la anhelada nieve. Pasamos por el hoyo de las Colmenas y en el Merendero paramos a poner impermeables porque comenzó a lloviznar, llovizna transformada enseguida en agua nieve. Poco estuvimos en el mirador de la Era de los Gamones porque la niebla impedía mucho la visión y antes de llegar a la Caína ya nevaba. Uno de los objetivos de la caminata estaba cumplido: saborear la transición de la lluvia a la nieve.
Remontando el tajo de la Caína nevaba de buena gana, sin viento, con grandes y mansos copos, con todo el bosque en ese silencio que la nieve impone. Pocas veces disfrutamos de este entorno. No nos acercamos a contemplar las vistas desde encima del tajo porque la niebla mermaba mucho la visibilidad, pero subíamos contentos por los Lajares inmersos en esa cortina blanca de los copos.
Al entrar en la cañada de la Perra ya teníamos nieve y viento, y luego viento nada más. Saludamos a los enormes, añosos, moribundos pinsapos a la vera de la senda y luego a los enormes quejigos con los que comienza esa transición de pinsapar a quejigal.
Bajo el portillón del tajo de Añiscle ya pisábamos nieve y en el puerto de la Perra había un palmo. En ese puerto el viento comenzó a azotarnos bien. Paramos de vez en cuando a contemplar el hielo en los quejigos, la blancura de la nieve en la cara oeste de sus enormes troncos, pero poco rato porque el vendaval no daba tregua.
En la hondonada del barranco de la Carnicería el viento se redujo y disfrutamos a placer del blanco manto de nieve cubriéndolo todo. Hasta los Lajares habíamos observado pisadas de alguien que iba por delante, pero debió tomar el camino de los Llanos de la Casa porque por la cañada de la Perra ya no se veían huellas, y en esta llanurilla del comienzo del barranco de la Carnicería la nieve estaba impoluta, inmaculada, hollada sólo por las triangulares huellas de algún pájaro y por nuestras botas. Por este valle se ha hecho una gran repoblación bastante exitosa de quejigos con algún pinsapo. Excelente idea la de repoblar quejigos.
Al dejar la protección del barranco y salir a la senda Saucillo-Torrecilla el vendaval volvió por sus fueros. Se nos llevaba literalmente con esas fortísimas rachas. Estábamos a 0,3°C y comenzó a caer un granicillo cruel, hiriente en manos y cara por la fuerza con que el vendaval lo traía. En esas condiciones pensamos acortar la caminata, dejar la bajada por el Hornillo para otra vez y proseguir hacia el Llano de la Casa.
Debajo de Enamorados comenzamos a ver alguna huella. Alguien había llegado hasta allí y se había vuelto. Y eso estábamos haciendo nosotros, con la cabeza agachada para tener menos exposición al viento, en fila india, callados y a buen paso, por esas crestas de los Ventisqueros. Ahora podíamos dar fe de ese nombre tan bien puesto. Arrieros y pastores, quienes lo bautizarían, habían sufrido antes estas inclemencias que ahora padecíamos nosotros.
En el puerto del Cuco, cuando dejamos la cresta y nos metimos en la ladera norte, nuestra suerte cambió. Protegidos por el cerro del Cuco el viento amainó notablemente, volvió la vida a nuestras caras y comenzamos a charlar y a bromear con las penurias pasadas.
En el Llano de la Casa nos metimos en la cañada de Juanisco Huelva. Allí estábamos completamente protegidos del viento, el sol salió y empezamos a buscar algún lugar al sol para comer. Pero todo estaba muy mojado. Jerónimo sugirió buscar una oquedad que él conocía en un roquedo sobre la senda Caucón-Los Lajares, aunque por entonces ya más de uno había hablado de lo bien que nos sentaría una sopita calentita en Yunquera.
El sol duró poco. Comenzó a llover y con lluvia llegamos al roquedo de la oquedad. Jerónimo trató de subir a la oquedad pero la maleza se lo impidió. Además todo el matorral estaba lleno de gotitas que nos empapaban los pantalones. Con alegría recibimos los tres la decisión de ir al coche e ir a comer a Yunquera.
Nos metimos en el coche tal como íbamos porque con lluvia no apetecía cambiarse de ropa.
El bar Quini estaba a rebosar. Como somos viejos conocidos nos dijeron que enseguida se levantaba una mesa y esa era para nosotros. Un par entraron a cambiarse de ropa al baño mientras el otro par veía pasar ante ellos humeantes platos de callos, de potaje, de chuletas,…
Pedimos un plato de caracoles para picar, 4 platos de potaje de tagarninas como primero y luego un plato de chuletas de chivo y cordero, y otro de chivo frito, ambos para compartir. Nos supo todo a gloria.
Bromeamos con la posibilidad de haber pedido una gaseosa con cuatro vasos y haber sacado de las mochilas nuestro condumio, como se hacía hace años en los merenderos. Siendo más realistas también se sugirió haber sacado los boquerones en vinagre que Luci llevaba, pero Jerónimo nos abortó la idea porque si lo hacíamos él se marchaba. Al final conseguimos que Jerónimo fuera al coche a por la tarta que traía, pedimos unos platitos y unas cucharitas y compartimos con el dueño del bar una tarta de queso con mermelada de kumquat. No ha sido una de sus mejores creaciones, y nos explicó porqué. Lo que estaba delicioso era la mermelada.
Día con tiempo de perros. Tuvimos lluvia, nieve, granizo, frío y, sobre todo, viento. Pero disfrutamos cuando nos nevó encima y hollando esa nieve inmaculada. Era nuestro objetivo inicial. Y el placer de un potaje calentito después de tener el cuerpo aterido es inenarrable.
A pesar del tiempo había flores de orquídeas Orchis italica, Ophrys tenthrendinifera, Ophrys lutea, Orchis conica y Orchis mascula, y de Hyacinthoides hispanica.

    
Mapa de la ruta
 
Arcoíris para los preparativos
 
Llamando a la lluvia
 
Por el pinsapar de los Lajares
 
Contraluz hacia el Mediterráneo
 
No fue la lluvia; fue la nieve la que empezó a caer
 
cada vez con más fuerza
 
por el Tajo de la Caína
 
Cañada de la Perra
 
Cada vez hay más nieve en el camino
 
Muerte y vida
 
Flores del piorno azul (Erinacea anthyllis) surgiendo entre la nieve
 
Pto. de las Boas
 
Nos adentramos en la niebla
 
entre quejigos
 
de aspecto fantasmagórico
 
Un posado
 
El viento en la meseta nos azota con fuerza
 
Un tímido rayo de sol
 
La ventisca ha helado la cara noroeste de los quejigos
 
Quejigo en soledad
 
Mucha más nieve de la esperada
 
Texturas bajo cero
 
Últimos quejigos en la subida hacia Enamorados
 
Hasta el silencio se ha congelado
 
Comienza de nuevo a nevar
 
Y por Ventisqueros la ventisca arrecia
 
Pinsapar junto a la Peña del Cuco
 
Cerca del Llano de la Casa una nueva falsa mejoría
 
Orchis italica

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