Participantes: 12 |
Paco P., Jesús R., Pilar, Luis,
Paco R., Ana, Jesús C,, Luci, Manuel
D., Ricardo, Paco Z. y Jerónimo |
Distancia recorrida: |
15 kilómetros |
Desnivel de subida acumulado: |
1.120 metros |
Altura mínima: (367 m - Istán) |
Altura máxima: (1.235 m – Pico de la Concha) |
Tipo de recorrido: |
Circular con un pequeño tramo de ida y vuelta hasta La Concha |
Tipo de camino: |
Veredas montañeras. |
Desayuno en el bar La Parada de Istán. Bar de barrio con la ventaja de tener aparcamiento cerca. El picacho de Istán, impresionante al este del pueblo.
Dar la bienvenida a Ana y a Jesús
C. que han estado bastante tiempo sin salir los sábados.
Cuando se calculan los tiempos en
las excursiones siempre se peca de optimismo. Saliendo a las 6,45 de Torre del
Mar pensábamos estar en Istán a las 8,30 y comenzando la caminata a las 9. Pero
no recordábamos las interminables curvas entre Marbella e Istán y tampoco
contábamos con la lentitud del servicio y de algunos comensales.
El caso es que nos pusimos en
marcha casi a las 9,30 con muchas ganas de meternos en el monte y de
enfrentarnos a esa subida continuada hasta la Concha. Al comienzo el suelo es
de esquistos, con mucha vegetación, de modo que la senda marca una trocha en
ese tupido matorral. Luego, al llegar a las calizas, la vegetación se alterna
con peñascales.
Al principio, por la Rozá de
Corrito, la pendiente es grande y pronto comenzamos a resoplar bajo el peso de
las mochilas. En el puerto de Corrito se suaviza un poco para atacar luego con
ganas la subida a cerro Corrito. A partir de él la pendiente disminuye dando
tiempo a disfrutar del panorama con el embalse de La Concepción allá abajo, las
sierras Palmitera y Bermeja al oeste y al sur, las asperezas del cerro del
Castillo y Tajo Bermejo. Un panorama subyugante.
Aparece ante los caminantes la V
de puerto Ventana. Y hacia ese puerto sube la senda. Al llegar a él el panorama
al sur se abre y en lontananza tenemos a la altiva Concha, nuestro objetivo
divisado por primera vez. No estaba cerca, pero verlo ahí reanimaba y daba
fuerzas para continuar con la ascensión. Y a fe que íbamos a necesitar las
fuerzas porque la senda sigue subiendo impenitente al puerto del Madroño, cruza
la cañada del Lastonar y se encarama al puerto del Pilón.
Nos reagrupamos, alguien propuso
hacer el Ángelus pero se determinó seguir adelante y hacer una paradita más
arriba. En este punto debía terminar la vereda tradicional, porque a partir de
aquí se entra en una cresta peñascosa que se asciende a duras penas y con la
ayuda de las manos en algún tramo. Es la zona llamada del Sendajón que termina
en puerto Corralitos, donde paramos al Ángelus. Muchos agradecimos en el alma
esta parada porque las fuerzas nos faltaban.
Al retomar el camino el grupo se
escindió. Pili y los Jesuses decidieron no llegar a La Concha sino ir
directamente a la Cepilla del Enebro. Mientras, la mayoría, proseguían a La
Concha. Habíamos supuesto una multitud de gente, porque en La Concha y en fin
de semana siempre la hay, pero no, solamente una pareja de ingleses.
En la cresta soplaba un
vientecillo muy agradable que alivió en parte el cansancio acumulado. Además,
la senda se transforma, deja las imposibles subidas para llanear o descender
con un piso muy bueno, no con el roquedal pasado.
Los tres que íbamos en la cola de
la caminata nos pusimos ahora en cabeza mientras el resto iban y volvían a La
Concha. Despacio caminamos por las Allanaíllas, bajo el cerro del Lastonar,
pasamos por el puerto y cerro de la Yegua antes de avistar el enorme tajo del
Salto del Lobo. Por muchas veces que se haya hecho este recorrido el paso del
Salto del Lobo siempre impresiona y pone un punto de emoción al subir y bajar
esas rocas escarpadas.
En el puerto de los Tres Pinos
aguardamos al resto del grupo con una cervecita fresca que Pilar llevaba. Fue
el preludio de la opípara comida, habitual en la Vinoteca: aperitivos,
verduras, pescado, carnes, quesos y cerezas de postre. A destacar el gazpacho
heladito y la tarta, esta vez de chocolate y cerezas, acompañada de tés y
orujos. No sé cómo Jerónimo transporta semejante carga por estos andurriales.
Tomamos la senda por el norte del
cerro de las Allanás para descender luego por la hoya del Zaparrillar hasta la
cañada de Juan Inglés. En la cañada perdimos la frescura del vientecillo de la
cresta y el sol caía a plomo sin una sombra protectora. En esas condiciones
todos estábamos deseando llegar. Pronto avistamos el picacho de Istán, pero
¡qué lejos estaba!
Zigzagueamos siguiendo el fondo
de la cañada, recibiendo por la derecha e izquierda las cañadas de la Fulaneja
y de la Mina, luego la del Alcornoquillo y Madroña por la izquierda y de los
Amianes por la derecha. ¡Qué larga se nos estaba haciendo! Al final está el
Tranco de Juan Inglés con unos acantilados tremendos. En otras condiciones los
hubiéramos disfrutado. Hoy sólo queríamos pasarlos cuanto antes, subir al campo
de tiro y llegar a los coches.
El fin de fiesta lo puso Paco
Ruiz con un par de cestas de ciruelas, maduritas, dulces y jugosas, además de
unas cervezas de buen tamaño en La Parada.
Ruta dura para estos días calurosos. Toda la ruta está señalizada con postes indicadores en cada cruce y señales reflectantes pegadas en las piedras; algunas señales ya se habían despegado. ¿No será más barato y ecológico unas rayas pintadas?
¡¡¡Me apunto!!!.
ResponderEliminarMe apunto!!!
ResponderEliminarQué ganas de volver a salir con el grupo de los sábados!
Estaré en la plaza a las 6,45
Me apunto.
ResponderEliminarJesús R, Pilar y Paco Ponfe vamos. Recogeremos a Ana
ResponderEliminarMe apunto
ResponderEliminarLuci. Me apunto
ResponderEliminarTambién iré. Estaré pendiente de un posible enlace con los de la Torre, incluso con mi propio coche
ResponderEliminarMe apunto, estaré a las 6,45 en el aparcamiento de Dia
ResponderEliminarVoy.
ResponderEliminarYo también. Ricardo
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