Barranco de Luna, Río Dúrcal y Baños de
Urquiza. 10-10-17.
Participantes: Paco, Juani, Antonio, Victoria,
Manolo y Jesús
Distancia recorrida: 17 km.
Desnivel acumulado: 300 m.
Desayuno en Talará, buen pan y café a menos de
2 €. Buen sitio. Para repetir.
Dar la bienvenida a Juani, antiguo conocido,
ahora recién jubilado. Esto de los jubilados va en aumento imparable.
Manolo había preparado una ruta en tres
partes, como las obras de teatro que son en uno dos o tres actos, pues esta
ruta era en tres actos. Primero ir al cementerio de Saleres para hacer el
barranco de Luna, luego ir a los puentes de la carretera y ferrocarril de
Dúrcal para hacer el río Dúrcal, y finalmente aparcar en el cementerio de
Dúrcal para bajar a los baños de Urquiza.
Desde el cementerio de Saleres se da vista al
barranco de Luna, una cicatriz entre la caliza de los olivares, que no hace
sospechar lo que esconde. Entramos desde la parte más alta a la que accedimos
desde la carretera por un carril terrizo y hormigonado desde el que se oía el
murmullo del agua. Pero el comienzo es en seco por unos olivares añosos y
espigados hasta entrar en contacto con el agua.
El comienzo fue malo. Manolo abría la ruta,
resbaló arrastrando culo y mochila por el barro, y quedo marcado para todo el
día con ese barro tan pegajoso. Esperamos a que se lavara y principiamos el
descenso por el cauce, con su buen chorrito de agua a pesar de ser octubre de
un año sequísimo. Las paredes del barranco se van cerrando dejando pasar sólo
un resquicio de luz, caracolean y juegan con cuevecillas, resaltes, y pedruscos
enormes del conglomerado superior, caído aquí y allá, más o menos erosionado,
dando lugar unos pedruscos a veces difíciles de sortear, y otras veces
encajados entre los paredones formando túneles. ¡Qué maravilla de barranco!
Caminas por un trozo que te parece precioso para adentrarte después en otro
tramo más bonito aún. Encantados con la ruta chapoteamos de lo lindo en el
agua, nos resbalamos por las piedras para caer en las pocitas, evitamos la
vegetación y las zarzas, siempre mirando a esos inmensos paredones que el
barranco ha horadado.
Finalmente salimos y, como guinda, la luna
casi llena nos estaba esperando sobre el barranco. Subimos por la senda, luego la
cambiamos por un carril que dando un rodeo te saca a la carretera. También se
puede continuar por la senda entre olivos y naranjos para salir a la carretera
al lado ya del aparcamiento del cementerio.
Subimos hasta la entrada de la Albuñuela para
tomar la carretera a Cónchar, Cozvíjar y Dúrcal. Paramos en Cozvijar para
comprar unos hojaldres; los tienen por dulces de invierno y aún no los hacían.
Mala suerte porque ya nos relamíamos con esos deliciosos dulces.
Justo a la entrada del puente de la carretera
habíamos reservado un par de sitios para aparcar, y allí estaban. Bajamos al
río e iniciamos el sendero aguas arriba protegidos por la sombra de chopos y
sauces. Pasa la senda a un lado y otro del río hasta que termina entrando en el
cauce. Llegamos a una presa que sorteamos por una acequia por la margen derecha
y continuamos río arriba haciendo contorsiones para pasar entre las ramas y
troncos caídos. Más adelante los equilibrios se hacen por los enormes pedruscos
de dolomía dura, afinados por el agua. Bolos les llaman y con razón.
Después de un corto Ángelus seguimos río
arriba hasta la cascada final. ¡Vaya chorro de agua desplomándose!
Impresionante final de recorrido. Hacia abajo tomamos la acequia de la margen
izquierda caminando primero por el borde, luego por el sendero del acequiero y
finalmente por un estupendo carril que nos llevó al pueblo mientras el río se
iba quedando allá abajo jalonado por los chopos y las huertecillas. Con el
carril volvimos al cauce del río y cerquita del puente, bajo una frondosa
alameda, encontramos el restaurante apropiado.
Comida larga, bien reposada después, hasta que
alguien dijo de levantarnos para hacer la tercera parte de la ruta. En Dúrcal,
siguiendo las indicaciones de “Tanatorio”, llegamos al cementerio. Aún dimos un
par de vueltas buscando el carril de bajada a los baños. Como no lo encontramos
volvimos al sombreado aparcamiento del cementerio.
Todo había ido de maravilla hasta que llegando
al cerro del Moro unos siguieron a su cima y otros no nos enteramos y seguimos
descendiendo carril abajo. Oímos voces en el “Baño Grande”, bajamos creyendo
que eran nuestro compañeros, pero no; era una pareja a la que dejamos con sus
arrullos. Fuimos después al “Baño Chico”. Tampoco estaban nuestros compañeros,
y finalmente a la cascada del arroyo Alcaza que estaba solitaria. Disfrutamos
un buen rato de la cascada y volvimos al Baño Chico. En una de las pozas
estábamos metidos cuando llegaron los que nos precedían. Ya se sabe:
recriminaciones de unos a otros y de otros a unos. Al final baño conjunto y
vuelta al cementerio.
Día perfecto por la temperatura y por la
belleza de los tres recorridos que de esta manera, trasladándonos de un sitio a
otro con el coche, se pueden hacer sin problema. Repetiremos.
BARRANCO DE LA LUNA EN SALERES
LA SALIDA DEL BARRANCO DE LA LUNA CON LA LUNA ENCIMA
RÍO DÚRCAL
BAÑOS DE ULQUÍZAR Y CASCADA DE ALCAZA
EL PEÑON DEL MORO
LA UNIÓN DEL RÍO DÚRCAL Y EL ARROYO ALCAZA DESDE EL PEÑÓN DEL MORO
EN EL BAÑO CHICO
CASCADA DEL ARROYO ALCAZA
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