Participantes: Ana, Luis, Paco Ponferrada, Rafa, Lucía, Manuel de Rincón, Miguel, Luci, Manu, Antonio Usieto, Victoria, Lili y Jesús
Distancia recorrida: 8 km
Desnivel acumulado: 615 m
Bienvenido, Rafa, después de tanto tiempo. No dejes fuera de tu agenda los deberes montañeros.
Partimos del inicio del sendero Jabalcuza, en el pozo Poveda, siguiendo el pedregoso carril paralelo a los abandonados olivares del sendero oficial a Jabajcuza, para dejarlo justo antes de que el sendero cruce a la orilla izquierda del arroyo Zambrano.
Allí tomamos a la izquierda la senda que va por el pinar entre el pie de la sierra y las últimas casas de las urbanizaciones, hasta que aparece a la derecha la importante senda a Jabalcuza. Hasta aquí todo había sido llanear o descender, pero el comienzo de la senda de las Escalerillas ya pone las cosas en su sitio avisando que el repecho que se avecina es duro.
Sube la senda por el límite del pinar, con mucha pendiente. Es senda de montañeros, no tradicional, así que no hay que esperar zigzags suavizando la subida, sube a pecho, a veces salvando rocas donde a uno no le dan las piernas para salvar el desnivel.
En la sendita se acabaron las charlas, las risas y los comentarios. Quien más quien menos comenzó a resoplar y a echar los primeros goterones de sudor. Iban en cabeza Paco y Victoria, los dos más fuertes del grupo. Pronto el equipo comenzó a estirarse y hacia la mediación de la cuesta hicimos una paradita para reagruparnos y admirar el caserío de las urbanizaciones de Alhaurín y el valle del Guadalhorce que iban quedando abajo.
De nuevo en marcha se iba produciendo el mismo fenómeno de estiramiento del pelotón. Otra vez hubimos de reagruparnos. Esta vez al comienzo de los tajos de Jabalcuza, donde comienzan las escalerillas propiamente dichas.
Comenzamos las trepaditas en los tajos, los cortos trozos de senda entre tajo y tajo, siguiendo la huella bien marcada de anteriores caminantes. Ayudados de las manos fuimos superando las zonas más verticales. En algunas hubimos de dejar a un lado los bastones para agarrarnos como gatos en la trepada.
Las vistas hacia Alhaurín iban ganando en perspectiva, pero también al arroyo Zambrano, allá en lo hondo, con la senda que nos había de servir de regreso. Poco más al oeste los tajos de Juan Borrico, las canteras, y toda la serie de picos de la cresta: Calamorro, cerros del Moro y Castillejo, e incluso Pico Mijas con su característica bola.
Con caras sonrientes íbamos afrontando cada nueva trepada. Nos gustaba la actividad. Fotos aquí y allá, desde arriba y desde abajo, llegamos a la llanurilla llamada el Mirador. Mirador para cuando uno viene del pico Jabalcuza, porque nosotros llevábamos con esas vistas toda la subida.
Del Mirador se divisa el cartelón de la cumbre de Jabalcuza. La subida de uno a otra se hace ya por el lapiaz que tapiza todas estas cumbres. Paramos un poquito en la cumbre del Jabalcuza, por leer el cartelón y por darle un poco de importancia a la cumbre, aunque las vistas bonitas están más abajo, por donde veníamos.
De Jabalcuza se divisa al sureste el vértice geodésico del pico Palomas. Allí nos dirigimos. La senda cada vez está más marcada. Va sorteando el arisco pedregal mediante vueltas y revueltas, descendiendo un poco primero y subiendo después hasta coronar el picachillo del Palomas.
Fotos y cháchara en el Palomas. Y un ratito de descanso mientras se hacía un ligero Ángelus.
Como era temprano decidimos explorar la sendita que poco antes del Palomas salía por la cresta al este, hacia Torremolinos. La sendita sube un poquito y traspone una crestita, muy pequeña, casi imperceptible, pero lo suficiente para que el amigo Miguel que iba el último, hablando por teléfono, se despistase y siguiese por la senda que habíamos traído, porque los demás habíamos traspuesto la crestita y no nos veía.
Poco más adelante la caminata se detuvo. Luis y Usieto que iban los últimos se dieron cuenta de que Miguel no venía y pararon. Los de cabeza también lo hicieron sin saber a qué se debía la parada. Esperamos un rato, quizá pensando que Miguel pudiera haber ido al baño, pero no aparecía.
Como el recorrido que llevábamos era de ida y vuelta por el mismo sitio, los de cabeza seguimos por la cresta mientras Luis y Usieto volvían para intentar localizar a Miguel.
La senda de la cresta está bien marcada. Pasa por todo el Chaparral, nombre inapropiado porque lo que hay son coscojas, no chaparros, formando trochitas a veces, pasa por el Tajo Palomas y llega finalmente al cerro que los torremolinenses llaman Palomas porque es el más alto que se ve desde allí, descendiendo después al puerto del Cañuelo.
Nuestra meta de visitar las cumbres más altas de la loma Palomas estaba cumplida. Regresamos sobre nuestros pasos con la alegría de ver en el Tajo Palomas a los tres que faltaban: Miguel, Luis y Usieto. Cuando nos reunimos Miguel explicó su confusión de haber visto algún caminante al oeste y creyendo que éramos nosotros, avivó el paso en esa dirección hacia Puerto Canuto. Cuando se dio cuenta de su error volvió uniéndose a Luis y Usieto.
Solventada la pérdida pusimos rumbo a Puerto Canuto y luego hacia los coches por ese precioso Arroyo Zambrano. Tuvimos que apartarnos un par de veces porque bajaban ciclistas a toda mecha, pero sin incidentes. Deleitándonos de los tajos, vegetación y vistas descendimos por el Zambrano a los coches.
La última tarea del día, la cervecita, la resolvimos en un garito de la avenida Pau Casals. Lo acababan de abrir. Nos prepararon mesas, las desinfectaron, sirvieron pintas hasta que se les acabó el barril y el resto recibió botellines. De tapa unos frutos secos, aceitunas, nachos con guacamole y quesos variados con nueces y uvas. Excelente sitio.
Muchas gracias a los arcángeles MIGUEL y RAFA que tuvieron el detalle de invitarnos porque ayer había sido su día.
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