Participantes:
Emilio, José María, Domingo y Paco, todos de Motril; Manolo y Javier de
Granada; Antonio Muñoz, Pilar, Paco Ponferrada, Jesús R y Jesús C.
Distancia
recorrida: 15,5 km
Desnivel
acumulado: 850 m.
Desayuno
y punto de reunión: bar El Mirador.
Bienvenidos
a Emilio, José María, Domingo, Paco y Javier. Los demás somos todos más o menos
asiduos.
En
el WhatsApp de los veteranos se puso esta salida. Pasaron bastantes días y sólo
Jesús C estaba apuntado que iba con Emilio y Antonio. El día anterior se
apuntaron Pilar, Paco y Jesús C. Bueno, ya éramos un grupito. La noche del
martes se apuntaron también Manolo y Javier.
El
miércoles por la mañana apareció José María y cuando estábamos desayunando
cayeron por allí Domingo y Paco que iban al Veleta. Los convencimos para que se
unieran al grupo y así salimos ya un gran grupo: 11 caminantes.
Los
Albergues nos recibieron con un vendaval de cuidado. Hubo que pertrecharse
adecuadamente y salimos a la senda de subida, esa senda que tantas veces hemos
pateado.
Manolo
y Domingo venían un poco más lentos. Uno porque ese es su ritmo y otro por una
lesión en la pierna. Parábamos de vez en cuando a reagruparnos, buscando
siempre unas rocas o algún montículo que nos protegiese del viento. En los
collados particularmente casi nos arrastraba el vendaval.
Por
Borreguiles el viento disminuyó, el enclave está protegido del viento, pero
arriba, cuando dimos vista al valle del Dílar, otra vez soplaba con gana.
Monte
a través nos acercamos al montículo frente a la Chorrera. Ahí nos esperaba el
espectáculo con la elegante cascada fluyendo sin cesar. El lugar merecía
dedicarle un ratito y allí estuvimos contemplando a placer la hermosa cascada.
Nos
acercamos al valle del Dílar, en la zona del Prado de las Monjas, porque por
los borreguiles se desciende con más facilidad que por la pendiente lateral.
Además caminar por hierba, con el agua fluyendo al lado y las vacas con sus
terneros paciendo alrededor, es una verdadera delicia.
Esta
bajada por el Dílar es fantástica, con el final de tener enfrente la cascada en
su completa dimensión. En ese punto el grupo se dividió. Unos renunciaron a
descender al pie de la cascada iniciando con tranquilidad la subida a la parte
alta de la cascada. El grupito que descendimos disfrutamos de esa ducha de agua
fría, de la cortina constante cayendo y del placer de entrar detrás de la
cortina.
Hechas
las múltiples fotos iniciamos el duro ascenso por la pedregosa cañada hasta
situarnos más arriba del inicio de la cascada. Aún bajamos hasta ver al agua
precipitarse en el abismo antes de iniciar el ascenso siguiendo el arroyo del Cascajar
del Cartujo, entre las vacas que pacían en los verdes borreguiles.
Entre
rápidos, cascadas y tranquilos meandros nos acercamos al inicio del arroyo, a
la lagunilla del Cartujo. No había nadie. Nos extrañamos porque nunca la
habíamos tenido tan solitaria. Era temprano, pero el verdor de la orilla y la
quietud de las aguas invitaban a tomarla de restaurante.
Nos
sentamos cerca del manantial. La comida no tuvo la magnificencia acostumbrada,
la verdad. Llevar tanta gente nueva, desconocedora de las costumbre
vinotequeras, tiene ese peaje. No obstante tuvimos cervecitas, un par de
botellitas de vino, y terminamos con té y un dulce de Motril.
Con
trabajo, como siempre, nos pusimos en marcha para remontar por la base de los
peñascales. Manolo, tan conocedor de los aconteceres de Sierra Nevada, nos
llevó al llanito donde se situó la segunda ermita de la Virgen de las Nieves.
Aún quedan las piedras de la base de los muros de lo que sería la nave de la
iglesia y de su sacristía aneja, junto a unas corralizas donde se encerraría el
ganado. Habíamos pasado multitud de veces por esta zona denominada Prados de la
Ermita, pero nunca habíamos visto el lugar donde se asentó.
Proseguimos
subiendo para llegar a la laguna de las Yeguas, mediada de agua, pasamos por
los dulces borreguiles del comienzo del Dílar y remontamos al collado de la
Laguna de las Yeguas, dejando atrás el valle del Dílar que tantas satisfacciones
nos había procurado para entrar en el del Monachil.
Quedaba
el suave descenso hacia los coches entre amigables charlas. No obstante la
Sierra se quiso despedir de nosotros con un par de buenos machos monteses. Uno
especialmente, asomaba la cuerna por encima del roquedo donde estaba acostado,
en una imagen espectacular.
Una
cervecita fresquita en el aparcamiento y cada mochuelo a su olivo después de
haber pasado un día excelente. Ventoso al principio, pero calmo después.
Esperando a los rezagados al abrigo del viento
Disfrutando de la vista de la cascada
Por el Valle del Dílar hacia la Chorrera
Cruzando el Dílar
Un excelente mirador de la Chorrera
Parte del grupo descendiendo al pie de la cascada
Paco, Emilio y José Mª en la Chorrera del Molinillo
Rápidos en el barranco del Cartujo
Vacas en los borreguiles del Cascajar del Cartujo
Un rápido en el arroyo
y un dulce remanso
En el Lagunillo del Cartujo
El grupo en la comida
Por los Prados de la Ermita
Macho sobre las rocas
Arenaria tetraquetra subsp. amabilis - Pie de león
Chaenorhinum glareosum - Dragoncillos de Sierra Nevada
Erigeron major - Zamárraga
Jasione amethistina - Botón azul de Sierra Nevada
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