lunes, 20 de julio de 2020

Miércoles 22 de julio: Chorreras del Molinillo


Participantes: Emilio, José María, Domingo y Paco, todos de Motril; Manolo y Javier de Granada; Antonio Muñoz, Pilar, Paco Ponferrada, Jesús R y Jesús C.
Distancia recorrida: 15,5 km
Desnivel acumulado: 850 m.

Desayuno y punto de reunión: bar El Mirador.

Bienvenidos a Emilio, José María, Domingo, Paco y Javier. Los demás somos todos más o menos asiduos.

En el WhatsApp de los veteranos se puso esta salida. Pasaron bastantes días y sólo Jesús C estaba apuntado que iba con Emilio y Antonio. El día anterior se apuntaron Pilar, Paco y Jesús C. Bueno, ya éramos un grupito. La noche del martes se apuntaron también Manolo y Javier.
El miércoles por la mañana apareció José María y cuando estábamos desayunando cayeron por allí Domingo y Paco que iban al Veleta. Los convencimos para que se unieran al grupo y así salimos ya un gran grupo: 11 caminantes.
Los Albergues nos recibieron con un vendaval de cuidado. Hubo que pertrecharse adecuadamente y salimos a la senda de subida, esa senda que tantas veces hemos pateado.
Manolo y Domingo venían un poco más lentos. Uno porque ese es su ritmo y otro por una lesión en la pierna. Parábamos de vez en cuando a reagruparnos, buscando siempre unas rocas o algún montículo que nos protegiese del viento. En los collados particularmente casi nos arrastraba el vendaval.
Por Borreguiles el viento disminuyó, el enclave está protegido del viento, pero arriba, cuando dimos vista al valle del Dílar, otra vez soplaba con gana.
Monte a través nos acercamos al montículo frente a la Chorrera. Ahí nos esperaba el espectáculo con la elegante cascada fluyendo sin cesar. El lugar merecía dedicarle un ratito y allí estuvimos contemplando a placer la hermosa cascada.
Nos acercamos al valle del Dílar, en la zona del Prado de las Monjas, porque por los borreguiles se desciende con más facilidad que por la pendiente lateral. Además caminar por hierba, con el agua fluyendo al lado y las vacas con sus terneros paciendo alrededor, es una verdadera delicia.
Esta bajada por el Dílar es fantástica, con el final de tener enfrente la cascada en su completa dimensión. En ese punto el grupo se dividió. Unos renunciaron a descender al pie de la cascada iniciando con tranquilidad la subida a la parte alta de la cascada. El grupito que descendimos disfrutamos de esa ducha de agua fría, de la cortina constante cayendo y del placer de entrar detrás de la cortina.
Hechas las múltiples fotos iniciamos el duro ascenso por la pedregosa cañada hasta situarnos más arriba del inicio de la cascada. Aún bajamos hasta ver al agua precipitarse en el abismo antes de iniciar el ascenso siguiendo el arroyo del Cascajar del Cartujo, entre las vacas que pacían en los verdes borreguiles.
Entre rápidos, cascadas y tranquilos meandros nos acercamos al inicio del arroyo, a la lagunilla del Cartujo. No había nadie. Nos extrañamos porque nunca la habíamos tenido tan solitaria. Era temprano, pero el verdor de la orilla y la quietud de las aguas invitaban a tomarla de restaurante.
Nos sentamos cerca del manantial. La comida no tuvo la magnificencia acostumbrada, la verdad. Llevar tanta gente nueva, desconocedora de las costumbre vinotequeras, tiene ese peaje. No obstante tuvimos cervecitas, un par de botellitas de vino, y terminamos con té y un dulce de Motril.
Con trabajo, como siempre, nos pusimos en marcha para remontar por la base de los peñascales. Manolo, tan conocedor de los aconteceres de Sierra Nevada, nos llevó al llanito donde se situó la segunda ermita de la Virgen de las Nieves. Aún quedan las piedras de la base de los muros de lo que sería la nave de la iglesia y de su sacristía aneja, junto a unas corralizas donde se encerraría el ganado. Habíamos pasado multitud de veces por esta zona denominada Prados de la Ermita, pero nunca habíamos visto el lugar donde se asentó.
Proseguimos subiendo para llegar a la laguna de las Yeguas, mediada de agua, pasamos por los dulces borreguiles del comienzo del Dílar y remontamos al collado de la Laguna de las Yeguas, dejando atrás el valle del Dílar que tantas satisfacciones nos había procurado para entrar en el del Monachil.
Quedaba el suave descenso hacia los coches entre amigables charlas. No obstante la Sierra se quiso despedir de nosotros con un par de buenos machos monteses. Uno especialmente, asomaba la cuerna por encima del roquedo donde estaba acostado, en una imagen espectacular.
Una cervecita fresquita en el aparcamiento y cada mochuelo a su olivo después de haber pasado un día excelente. Ventoso al principio, pero calmo después.

P.D. Muchas de las fotos del reportaje son de Domingo Moyano


Esperando a los rezagados al abrigo del viento

Disfrutando de la vista de la cascada

Por el Valle del Dílar hacia la Chorrera

Cruzando el Dílar

Un excelente mirador de la Chorrera

Parte del grupo descendiendo al pie de la cascada

Paco, Emilio y José Mª en la Chorrera del Molinillo

Rápidos en el barranco del Cartujo

Vacas en los borreguiles del Cascajar del Cartujo

Un rápido en el arroyo

y un dulce remanso

En el Lagunillo del Cartujo

El grupo en la comida

Por los Prados de la Ermita

Macho sobre las rocas

Arenaria tetraquetra subsp. amabilis - Pie de león

Chaenorhinum glareosum - Dragoncillos de Sierra Nevada

Erigeron major - Zamárraga

Jasione amethistina - Botón azul de Sierra Nevada

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