Sierra Palmitera y cortijo del Daidín. 31 de enero de
2017.
Participantes: Manolo, Pepe, Victoria, Antonio, Ricardo y Jesús
Distancia recorrida: 28, 5 km
Desnivel acumulado: 740 m
El desayuno era problemático porque nadie conocíamos sitios. Jesús
buscó en internet bares en San Pedro de Alcántara que abrieran temprano.
Victoria preguntó a su hermano quien le indicó uno en la gasolinera de la
rotonda al coger la carretera de Ronda. Quisimos aprovechar ese de la rotonda,
fuimos por la autopista, y mientras unos bajamos en dirección a San Pedro donde
había una gasolinera con bar en la primera rotonda, otros fueron hacia ronda y
encontraron otro bar en la primera rotonda de la carretera hacia Ronda. La
coordinación siempre tiene sus ventajas. Y la tecnología, porque gracias a los
móviles subimos a la rotonda hacia Ronda donde había un bar con aparcamiento en
la misma puerta, un salón con chimenea encendida y unas rebanadas con aceite y
mantecas blanca y colorá excelentes. No había comenzado bien la coordinación
pero el desayuno termino muy bien, tanto que alguno propuso quedarnos ahí y no
ir a caminar.
En el aparcamiento frente a la Zagaleta estábamos solos, allá quedaron
los coches y dos botellas de vino porque creímos que con otras dos tendríamos
bastante. Decisión apresurada de la que luego nos acordaríamos.
Los que conocíamos la ruta ya sabíamos a dónde íbamos, pero los nuevos
se iban quedando con la boca abierta de ese boscaje de pino resinero,
alcornoque y quejigo, de esas vistas tan maravillosas sobre la ladera izquierda
del Guadaíza y sobre la Concha. Para completar el cuadro unas vedijas de
neblina estaban prendidas al bosque cerca del pantano, casi estáticas porque no
había nada de viento.
Seguimos la ruta recorrida el 17 de diciembre y cuando llegamos al
punto más bajo, cerca del río Guadaíza, sobre el cortijo de la Máquina,
decidimos bajar a tocar las aguas del río. El carril baja hasta el río y lo
cruza hacia el cortijo. Se podía cruzar con precaución, pero no quisimos
exponernos a una caída en las resbalosas piedras. A la vera del río, con la
musiquilla de sus aguas, hicimos el Ángelus prosiguiendo después carril arriba
para continuar la ruta.
Después de los consabidos equilibrios al pasar la barranquera anterior
a la senda de motos, atacamos con ganas el repecho de la senda. En el lomo nos
reagrupamos y llegamos a la pista del Daidín contentos del esfuerzo realizado.
El entorno del Daidín nos cautivo a todos: esa amplitud del valle, esa
suavidad de las laderas después de tanto pecho intratable, esos enormes
castaños, ese correr del agua por todas partes, ese escalonamiento de las
paratas… delicioso entorno. No es extraño que estuviese habitado y aprovechado
desde tiempos inmemoriales. Visitamos las ruinas de la antigua alquería y
bajamos a comer al restaurante del alcornoque, a esa conocida mesa que está
aguardando al caminante.
Con la debida parsimonia fueron saliendo la chacina, el tocinillo, los
mejillones y el tomate del aperitivo. Había unos chipirones en su tinta
rellenos que no eran de aperitivo, pero ejercieron tal atracción que hubo que
sacarlos para aplacar al clamor popular. Después las tortillas, la carne con
alcachofas y el jamón. Cuando llegamos a los quesos hubo que medir y pesar el
vino porque había más demanda que oferta. ¡Entonces fue cuando recordamos qué
puñetas harían dos botellas en los coches!. Con unos huevos nevados, unos
bomboncitos y los acostumbrados orujos dimos por concluido el sabrosísimo
almuerzo.
Vuelta a la pista y a buen paso llegamos a los coches en 2,30 horas,
antes de que el sol se pusiera tras las mansiones de la Zagaleta. Mansiones
enormes en lo alto de las colina y habitadas por gentes pudientes a los que
nadie del grupo tenía ninguna envidia. Estábamos seguros de que no podían haber
sido más felices que nosotros en este día de caminata.
La Ruta
Inicio de la Ruta
Cargando energía de los alcornoques
En el río Guadaíza
En uno de los varios barrancos con agua
Caminando por un bosque de brezos
La Concha por encima de la niebla
Castaño enorme a la llegada a Daidín
Ruinas de la alquería de Daidín
Los escasos vinos
La abundante comida