lunes, 25 de enero de 2016

SABADO 30 DE ENERO: SUBIDA A LOS CERROS ALCOJONA Y ABANTOS EN LA SIERRA DE LAS NIEVES


Participantes:  16
Isabel e Inma de Málaga, Ángel de Sevilla, Manuel de Rincón, Jerónimo, Paco Ponferrada, Paco Zambrana, Luci, Manolo de Nerja, Paco Ruiz, Ricardo, Carlos, Antonio de Fornes, David, Lola Díaz y Jesús
Distancia recorrida:
17 kilómetros
Desnivel de subida acumulado:
1.010 metros
Altura mínima: 1.054 metros (Arroyo de los Quejigos)
Altura máxima: 1.500 metros (Cerro Abantos)
Tipo de recorrido:
Circular



Desayuno en Las Lajas. Cuando llegamos acababa de abrir. Tuvimos que esperar un rato a que encendiera la chimenea, preparara la cafetera, las tostadas…Nos pasamos del Navasillo a Las Lajas porque había mucha gente y tardaban en servir. Ahora resulta que en Las Lajas tenemos que esperar a que preparen el garito. Buenas rebanadas de excelente pan con aceite a dos euros.

La primera sorpresa fue ver la Sierra de las Nieves completamente blanca. La lluvia del viernes fue nieve allí. Hubo cierta controversia de si ir al Alcojona y Abantos o dedicar el día a los pinsapos nevados. Al final fuimos al Alcojona porque no lo podíamos dejar después del primer intento.

Por calentar las piernas aparcamos en el comienzo de la pista a Tolox. Hacía una buena mañana y apetecía caminar contemplando la enorme nava de San Luis abajo, rodeada de bosque, y el Alcojona cerrando el panorama al sur con sus tres cumbres nevadas aunque con una capa muy fina. Antes de comenzar la ascensión visitamos el magnífico pinsapo de la Escalereta y luego el menos conocido pero también imponente al comienzo de la “senda” al Alcojona. Parecía que el recorrido iba a ser corto y se hacían comentarios de terminar la excursión bajando al nacimiento del río Verde desde donde tendríamos que remontar 500 m de desnivel por la tarde. Uf, uf. La propuesta no parecía contar con muchos adeptos y la decisión se sustanció tomando nuestro buen rato con fotos y más fotos a los dos pinsapos memorables y al narciso de las subéticas (Narcissus bugei) con sus flores recién abiertas.
Iniciamos el lapiaz del Alcojona despacio porque las piedras estaban húmedas y resbalaban. Pronto vimos la hoya del nacimiento del Verde y eso nos acabó de determinar de dejarlo para otra ocasión. Ascendimos a la primera de las tres cumbres, la más baja, rodeamos la segunda por el norte, entre las aulagas y la nieve hasta el collado entre la segunda y la tercera, y subimos a la tercera. Subir por subir porque la cumbre estaba cubierta por la niebla y las vistas desde ella fueron retazos entre las nubes.
Descendimos a los pinillos del collado Capuchino entre el Alcojona y Abantos luchando con las aulagas y sin pensarlo dos veces enfilamos el Abantos por el lado este de la valla, por debajo de los peligrosos roquedales por los que va la valla, ascendiendo por donde mejor parecía entre aulagas, piedras y tierra húmeda, con continuos resbalones por esa empinadísima ladera. Al final llegamos a la primera cima del Abantos y de ésta a la segunda.
Aún no había terminado el periplo de los andurriales difíciles porque había que descender a la senda que desde la pista a Istán rodea el Abantos por el sur y este hacia el collado Capuchina y puntal de la Mesa. La alternativa más corta era bajar por el cortafuegos al este, otra era continuar recorriendo la cima del Abantos al sur para luego descender al este. Elegimos esta última y allá fuimos a luchar otra vez con los peñascos, aulagas, jara pringosa y resbalones. La Romulea bulbocodium con sus bellas flores y los asperones pusieron un poco de color en el descenso. Conseguimos llegar a la senda pero habíamos perdido una unidad: Inma se había quedado retrasada y no se veía por ninguna parte. Afortunadamente había cobertura, nos comunicamos con ella y al poco la vimos aparecer por encima del lugar elegido para la comida.
Comenzamos el almuerzo con un vermut sevillano y ya se continuó con los vinos de mencía, tempranillo, garnacha y monastrell regando las chacinas, ensaladas, tortillas, carnes de todo tipo y demás viandas que fueron saliendo de las mochilas. Para terminar tés variados, pastas de Alhama, galletas y orujos blanco y de hierbas.
Salimos como motos y la senda nos parecía una autopista después de las laderas recorridas. Dejamos a la derecha el arroyo de la Cruz, principio del Verde, dimos la vuelta por el puntal de la Mesa y llegamos a los coches con una colorida puesta de sol entre las nubes.
Recorrido de no muchos kilómetros ni desnivel, pero muy duro por lo empinado de las laderas y, sobre todo, por el piso. Algunos pensamos que quizá no visitáramos el Abantos otra vez.


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Inicio de la ruta
En el segundo pinsapo cerca de la Escalereta

En dirección al Alcojona
Trepando por las primeras cimas
Caminando por la cresta

Subiendo con niebla al Alcojona
El grupo en la cima del Alcojona
El trío en la cima
Estudiando como atacar al Abantos
Iniciando la subida al Abantos con el Alcojona al fondo
Cruzando las pedreras del Abantos
En la cima del Abantos
El Torrecilla desde el Abantos
Bajando del Abantos
Los vinos
La comida en la vereda
Regresando

Narcissus bugei

La fantástica puesta de sol
La Ruta


domingo, 24 de enero de 2016

DÍAS 27 Y 28 DE ENERO: ALTO DE SAN JUAN Y CASTAÑO DE LAROLES

Participantes: Antonio Muñoz, Jorge, Pepe Ranea, Antonio Usieto, Jesús y Manuel D.
Día 27: RÍO VÁLOR - ALTO DE SAN JUAN - PEÑÓN DEL LOBO
Recorrido: 17 Km. con desnivel acumulado de 1.015 m.
Día 28: SENDERO DEL CASTAÑO DE LAROLES
Recorrido: 10 km. con desnivel acumulado de 410 m.

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  RÍO VALOR - ALTO DE SAN JUAN - PEÑÓN DEL LOBO

Iniciando la ruta desde el río Válor
Subiendo entre pinos
Los pinos se acabaron
Llegando al Alto de San Juan
El grupo en el Vértice Geodésico
La niebla nos persigue
En el Peñón del Lobo
Los vinos
Bajando hacia el Sombrerete


Variedad de rocas

La Ruta


SENDERO DEL CASTAÑO DE LAROLES

Iniciando el sendero
Por la acequia Real

En el castaño el Abuelo
En el río Laroles

Laroles desde el sendero
La iglesia entre almendros
La Ruta

lunes, 18 de enero de 2016

SÁBADO 23 DE ENERO: SIERRA DE ZAFARRAYA


Participantes:  12
Jerónimo, Lola Valle, Paco Zambrana, David, Manuel de Rincón, Luci, Paco Ruiz, Carlos, Antonio de Fornes, Ricardo, Manolo de Nerja y Jesús
Distancia recorrida:
12 kilómetros
Desnivel de subida acumulado:
690 metros
Altura mínima: 900 metros (Huertas de Zafarraya)
Altura máxima: 1.352 metros (Cerro Hoyo del Toro)
Tipo de recorrido:
Circular



Desayuno en el Cruce de la carretera de Benamargosa. Un bollito que costaba tragarlo

Aparcamos en Ventas de Zafarraya nada más pasar el puente de la vía para explorar esta sierra que nadie conocía y se nos antojaba cortita pero de mal andar.
Encima del aparcamiento han hecho un parquecito para rememorar el tren de Zafarraya con una vía de tren pequeñita sobre macadán, con su cambio de agujas y su doble vía. De ese parquecito arranca una vereda estrechita aunque suficiente para ir remontando la pendiente mediante zigzags hasta el mirador del Pradillo, con unas vistas muy bonitas sobre el llano de Zafarraya y sobre Ventas cubiertos ambos parcialmente por la bruma matutina de las noches en calma.
La cuesta ya nos había quitado el fresco de la mañana. Desde el mirador del Pradillo se divisan arriba, al sur, las barandillas del mirador de la U y hacia ellas parte la sendita que seguimos. Poco antes del mirador de la U la sendita se divide yendo la de la izquierda al Boquete y la de frente al mirador. Ambos lugares se han de visitar. El Boquete es impresionante por sus dimensiones. Es un agujero inclinado que traspasa la sierra dando vistas al sur, de entre 10 y 20 m de altura y algo más de anchura, realmente llamativo. Por encima, el mirador de la U nos hizo disfrutar de inigualables vistas sobre el Llano y sobre la vertiente sur desde la Mesa de Zalia al mar, en una mañana tranquila, serena, con el fresquito justo para que apeteciera caminar.
Del mirador sale una sendita de borregos por la cresta hacia el oeste. Termina enseguida frente a un peñascal y ahí tuvimos el primer dilema: unos rodearon el peñascal por el norte, otros por el sur y otros aún por el norte, más abajo, por la sendita de entrada al Boquete. Reunidos todos seguimos cresteando al oeste con dificultades, visto lo cual una pareja decidieron evitar la cresta por el sur. Los de la cresta siguieron por terreno muy escarpado y otro grupito decidió evitar los peñascales subsiguientes también por el sur. Finalmente, los que quedaban por la cresta también se dividieron porque un grupo la evitó por la ladera norte.
En el Hoyo del Toro los del sur esperaron al de la cresta y juntos siguieron hacia el cerro del Toro con su vértice geodésico. En la misma base del cerro, al lado de la sendita, está la cueva de los Guaicos. La exploramos hasta su final y nos reunimos con los de la ladera norte en la cima del Toro yendo juntos al collado siguiente donde tuvimos el Ángelus.
El personal estaba de maravilla al solcito en el collado. Nadie quería proseguir. Pero lo hicimos siguiendo unos hitos de piedra y las veredas del ganado. Antes de llegar a la siguiente cima alguien se descolgó del grupo evitándola por la ladera sur, otros bajaron desde la cima al sur y otro continuó cresta adelante. En el puerto de Veredas Blancas nos volvimos a reunir.
Esta historia de separaciones y reuniones es una constante siempre que hacemos rutas nuevas. Parece que todos creemos que nuestra idea de por dónde continuar la marcha es la mejor…y la ponemos en práctica, aunque lo lógico sería que el grupo marchase unido.
El plan era de Veredas Blancas regresar por el camino de la vía, sin embargo la ladera norte tenía un atractivo pinar. Vuelta a discutir qué camino coger. Optamos por el pinar para bajar a Zafarraya y por una vereda estupenda llegamos al llano donde se terminaba el pinar. Buscamos un sitio seco y soleado para comer y allá hicimos nuestro rolde. Lola actuó de maestra de ceremonias e impuso un poco de orden y de parsimonia en la comida. Un buen trabajo el de Lola. Comenzamos con las ensaladas, las verduras, las tortillas y terminamos con las carnes y pescados. Quesos, pastas, tés y orujos. Comida pantagruélica, como siempre.
Solo nos quedaba continuar por la pista asfaltada hacia Ventas disfrutando del sol, de la compañía y de la excelente tarde.

Cualquier ruta tiene sus atractivos y esta también. Los miradores, el Boquete, la Hoya del Toro y la cueva de los Guainos, además de las hermosas vistas a sur y norte. Para futuras caminatas lo mejor sería desde el mirador de la U bajar hasta una sendita que por el sur va a media ladera y remontar luego a la Hoya del Toro.

ESPIRITUALIDAD neandertal

Homo neandertalensis.  El hombre de Zafarraya y Alcaucín.
   Cuando en Europa  el Homo  fue hombre moderno, Homo sapiens, sapiens  en el Boquete de Zafarraya,  el Homo  siguió siendo neandertal. No se dejó colonizar y mantuvo sus tradiciones musterienses.  
     No era propicio a la transformación, al cambio. No era propicio a los vientos. No era un hombre  ni vulnerable ni blando. Dejó la costa, las playas y el rebalaje para preservarse, sí. Para mantenerse, sí. Para ser presente de un pasado, sí. Para no caer en desuso, sí. Para no perder muelas, sí. Para descontextualizarse, sí. Para tallar la piedra dura, sí. Para apretar la mandíbula, sí. Para conservar la rabia, sí. Para guardar la ira en la mandíbula, sí.
   No era propicio a las mariposas, no. No era frágil, no. No lloraba, no. Dejó las playas, dejó el mar, sí. No quería cambiar, no. Tenía dudas el neandertalensis, pocas. Apretaba la mandíbula, fortalecía la ira, tallaba la piedra dura.
   No era propicio a los vientos, no. Dejó la playa por la cueva, sí. Profundizó en la cueva, sí. Se adentró en la cueva, sí. Miraba al Sur desde la cueva, sí. Veía el mar, poco. Masticaba la playa, sí. Era omnívoro, sí. Se lo tragaba todo, sí. Se tragó un mar, sí. Era caníbal, sí. Masticaba a sus congéneres, sí. Tenía un ritual de enterramiento, sí. Se abrigaba en la cueva, sí. Dibujaba el mar, sí. Resistía, sí. Soñaba, no.
  No era un hombre vulnerable, no. Tallaba el sílex, sí. Apretaba la mandíbula, mucho. La cueva era cálida y templada, sí. Dibujaba el mar, sí. Zafarraya era fría, mucho. No era propicio a los vientos, no. Apretaba la mandíbula. Tallaba lascas, las afinaba, las convertía en afiladas puntas. Este hombre no lloraba, nunca. Este hombre acariciaba las suaves lascas, sí. Conoció el hacha, no. Conoció el cuchillo, no. Afinaba las lascas, bastante. No era propicio a los cambios, no. Apretaba la ira, sí.


 Nota: el hombre de Zafarraya descontextualizado y descalzo se mantuvo en el Paleolítico Medio cuando el Homo europeo transitaba la racionalidad en el Superior. Se cuenta que observaba a las cabras y que se protegía de los vientos al abrigo de una cueva y se escucha que el neandertalensis apretaba la mandíbula para guardar su ira y custodiar sus láminas. Excavaciones recientes han demostrado que finalmente se extinguió porque aflojó su mandíbula y fue colonizado por tres lágrimas: la lágrima de la Maroma, la lágrima agrícola de los llanos y la más grande de todas que se encontró incrustada en su cráneo plano, la lágrima del Mar.


Iniciando la subida desde el Aparcamiento
La niebla matutina
Subiendo desde el Mirador del Pradillo hacia el Mirador de la U
La ventana que atraviesa la roca
Caminado por la cara norte

El fotógrafo fotografiado
La cueva de Guaicos
Subiendo al cerro con el Hoyo del Toro a los pies
Subiendo al cerro del Hoyo del Toro
Parte del grupo en el Vértice Geodésico del Hoyo del Toro
Caminando en busca del Tajo del Cabrero
Subiendo hacia la cresta

En el Tajo del Cabrero
Bajando del Tajo
Por la senda de Veredas Blancas bajando hacia Zafarraya
En el cruce que sube al Hoyo del Toro
La primavera esta llegando
La colección de vinos siguiendo las recomendaciones del Comité de Cata
Un restaurante en el camino
Reanudando la ruta después de la comida
De regreso a las Ventas de Zafarraya
Las dos rutas de subida al Hoyo del Toro, una por el norte y otra por el sur